— ¿Quién trajo a este crío conmigo?
Observé al chico flacucho sentado en una de las sillas de mi despacho esperando ser atendido por mí.
¿Acaso se perdió? Esto no es una maldita guardería.
—Trabajaba para Roger en Panamá, parece que necesita un trabajo. Se la debes —Me explicó Ricardo.
Pero si es un niño ¿Cuántos años tiene? ¿Quince?
—No trabajo con menores —Hablé entrando en el despacho para deshacerme de este crío de una vez por todas.
No me importa que me lo haya mandado Roger, no trabajaré con un niño. Además, no me hace falta personal.
—Tengo dieciocho, señor —Respondió el crío.
Me senté frente a mi escritorio acomodando mi traje y observando sus ojos marrones que estaban inyectados en sangre, parece que alguien olvidó echarse un par de gotas antes de venir.
—Trabajaba para Roger en Panamá, pero me he mudado por asuntos personales hace un año. Me urge volver. —Parecía ansioso. —Usted solo dígame qué hacer y yo le cumpliré.
Pensándolo bien, no estaría mal tener uno más. Podría entrenarlo.
Mi lado sensible se apoderó de mí un par de segundos que fue suficiente para pensármelo bien y darle una oportunidad, no porque viera potencial en él, porque me recuerda a mí… Realmente necesita el dinero, podría intentarlo.
—Espero que sepas en lo que te estás metiendo, crío. —Balanceé mi torso hacia adelante apoyando mis codos sobre el escritorio.
—No se arrepentirá, señor Gutiérrez.
Espero que no…