CAPÍTULO 34. Cartel y corazones acelerados.

La cafetería del instituto rebosaba de ruido. Era la hora del almuerzo y los grupos de siempre se reían, compartían chismes o hablaban del inminente baile “Luz y Sombras”.
Pero entre todas esas conversaciones, Noah apenas podía escuchar. Su corazón latía tan rápido que juraba que los demás podrían notarlo.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Kiel, sosteniendo un rollo de papel y cinta adhesiva.
—No —admitió Noah, intentando sonreír—. Pero si no lo hago hoy, me muero de los nervios.

Axel, que estaba cerca armando algo con las sillas, se rió por lo bajo.
—Tranquilo, va a salir bien. Solo no tartamudees.
—No prometo nada —respondió Noah con una mezcla de miedo y emoción.

El plan era simple: mientras Luna estaba distraída en el pasillo con una de sus amigas, Axel debía acercarse y convencerla de ir a la cafetería con los ojos cubiertos.
Kiel se encargaba del cartel enorme. Con su caligrafía ordenada y algo nerviosa, escribió las palabras que Noah le había pedido:

“¿Luna, quieres ser mi pareja para el baile?”

A los lados pegó pequeños dibujos de soles y lunas recortadas en papel dorado y plateado. Era torpe y tierno, justo como Noah.

Cuando el cartel estuvo listo, Kiel se cruzó de brazos, observándolo.
—Va a llorar —dijo.
—Eso espero —contestó Noah, acomodando las flores y un pequeño peluche de mariposa que llevaba entre los brazos—. En el buen sentido, claro.

Axel llegó justo en ese momento, sonriendo.

—Listo. Está viniendo.
Kiel le lanzó una mirada rápida. Por un segundo, el ruido del lugar pareció apagarse.
—Buen trabajo —dijo al fin, intentando sonar casual.
Axel asintió, sin notar el leve sonrojo en las mejillas de Kiel.

En el pasillo, Luna caminaba con los ojos cubiertos, riendo.
—Axel, si me haces tropezar te juro que-...
—Tranquila —interrumpió él entre risas—. Es una sorpresa, confía en mí.
—¿Esto tiene que ver con Noah?
—No pienso decir nada.

Cuando cruzaron las puertas de la cafetería, todos se quedaron en silencio. El enorme cartel colgaba del techo, las luces parpadeaban suavemente y Noah estaba de pie justo debajo, con las flores y el peluche entre las manos.

Axel retiró lentamente la venda de los ojos de Luna.

Ella parpadeó un par de veces, confundida. Luego leyó el cartel y sus manos temblaron un poco.
—Oh… —susurró, cubriéndose la boca con ambas manos.

—Luna —dijo Noah, un poco tembloroso pero decidido—. Quería preguntarte si… si quieres ser mi pareja para el baile.

El silencio duró apenas un segundo antes de que todos en la cafetería comenzaran a murmurar emocionados.

Luna se llevó una mano al pecho, las lágrimas asomando en sus ojos. Bajó corriendo los escalones hasta él y lo abrazó con fuerza.
—¡Claro que sí, tonto!

Los aplausos estallaron, risas llenaron el aire y Noah respiró por fin, entre feliz y aliviado.

Kiel, que observaba desde atrás, sonrió sinceramente. Había algo cálido en ver a los dos así.
Axel, a su lado, murmuró con una sonrisa.
—Lo logramos.

—Sí —respondió Kiel, mirándolo sin darse cuenta.

Por un instante, sus ojos se cruzaron. La risa de Luna resonó de fondo, y el mundo pareció detenerse un momento entre los dos.
Kiel apartó la mirada rápido, fingiendo distraerse con el cartel torcido.
—Se va a caer eso si no lo bajas —dijo con voz algo más grave.

Axel se rió.

—Siempre tan serio.

Pero por dentro, ambos sentían lo mismo: una mezcla de calma y algo más profundo, silencioso, que empezaba a crecer entre risas, papel brillante y miradas robadas.

Cuando todo terminó, Luna y Noah salieron tomados de la mano, entre aplausos y bromas.
Kiel enrolló el cartel, y Axel lo ayudó a despegar los pedazos de cinta del techo. Sus dedos se rozaron sin querer.
—Gracias por ayudarme con esto —dijo Noah antes de irse—. En serio.
—De nada —respondió Kiel, mirando de reojo a Axel—. Ha valido la pena.

Y sí, lo había hecho. No solo por el cartel, sino por lo que había sentido mientras lo preparaban juntos.