Cap #3 [La decisión aplazada]

Los días iban pasando al igual que los años y los padres veían que su pequeño iba creciendo igual que los demás, era un niño alegre y lleno de vida, sus manos con seis deditos, se movían con mucha agilidad como cualquier otro mientras jugaba y coloreaba en el patio.

El pequeño Samuel siempre estaba atento a todo, miraba su alrededor como si percibiera cosas que otros no podían.

A los cuatros o cinco años, las miradas ya no eran tan discretas como antes lo solían ser. Algunos niños del pueblo ya comenzaban a señalarlo cuando pasaba o se juntaba con ellos, o empezaban a hacer preguntas incómodas en voz alta, sin malicia claro está — Niños al fin. Pero sin entender del todo y con mucha curiosidad.

Las madres cuchicheaban entre ellas en el parque o en cualquier otro lugar del pueblo. Los rumores solo aumentaban con el pasar de los días, como si ellos no se dieran cuenta de las miradas, de los rumores, de cuando entraban a un lugar dejaban de hablar. Lo que alguna vez fueron solo susuros, ahora se sentía como un peso en la espalda de la familia.

Una tarde, luego de regresar de la iglesia donde las monjitas seguían ofreciendo sus ayudas en las misas como de costumbre, dando las bendiciones, los padres de samuel sintieron dichos murmullos al salir de la misa.

Al llegar a su casa se sentaron en la sala. El rostro de la madre estaba algo pálida, los ojos cargados de preocupación y tristeza. El padre de Samuel, con la mandíbula apretada, giraba su sombrero entre las manos, no decía nada en absoluto pero era claro que algo pasaba por su mente.

— Quizás deberíamos hacerlo — dijo la madre finalmente, rompiendo ese silencio producto de cómo miraban a Samuel las personas al terminar la misa.

El padre no respondió enseguida. Afuera se oía el croar de las ranas tras una pequeña lluvia.

— No quiero que lo marquen o señalen — dijo el padre en voz baja. — No quiero que lo vean diferente.

Ella asintió con la cabeza. No era una decisión fácil. No querían cambiarlo, como si le faltaran a quien Samuel era, lo que lo hacía diferente, pero ellos sabían que el mundo, no siempre era amable con los que llevaban algo fuera de lo común.

El padre tenía un conflicto interno, él más que nadie sabía que eran las burlas de pequeño. — El padre se puso a pensar las veces que los niños se reian de el por no poder leer bien el pizarron o por fallar ciertos examenes, sabia lo que se siente el querer hacer algo y no poder por falta de visión que era su caso de pequeño. En su niñez no habia tanta tecnología y veía algo borroso, los compañerito le señalaban, le decían; — ahí va el ciego. Venía de una familia humilde y pasó momentos que quisiera no recordar.

Siempre quiso hacer más pero su vision lo limitó. Gracias a Dios ahora puede ver mejor con más nitidez gracias a la tecnología actual, pero hay cosas que se te quedan por el resto de la vida. — El era de muy pocas palabras así que solo se puso a pensar. Pensó en que si él paso por algo así, no quería que su pequeño sintiera las burlas ajenas por algo físico a medida que vaya creciendo.

La madre por otro lado la arropaba la incertidumbre — ¿Y si algo sale mal? — Pensaba con algo de culpa al ser la que llevo la decisión a la mesa.

Consultaron discretamente a un médico de la ciudad. El diagnóstico fue claro, era una operación sencilla, sin riesgos. Los dedos adicionales podían ser removidos sin complicaciones.

— Será mejor para su futuro, piénsenlo — dijo el doctor. — hacerlo a una temprana edad siempre es una excelente decisión. — Les dijo el doctor, con una frialdad profesional que les hizo pensar varias cosas antes estar finalmente de acuerdo con el Doctor.

La madre afligida conversó con su hermana Susana que fue a visitarle.

— No se si estamos haciendo lo correcto — dijo la madre mientras le servía el café recién colado — A veces me quedo mirando a Samuel y lo veo tan perfecto que no le veo nada de malo, tal vez estoy mal?

— Entiendo tu preocupación, es totalmente normal Julia, no es una decisión tan fácil como se creer, yo en tu lugar no sabria decirte si estaría calmada o más angustiada que tú.

— Es que el solo pensar que le quitaran algo que es parte de él, de lo que lo hace especial, distinto. Algo que realmente no le afecta a su salud, más que los prejuicios y creencias de los demás, me da tristeza. — Le dijo mientras se sentaba en la silla con su hermana.

— Pero ya lo hablaste con Tomás? — respondió mientras removia el café.

— Sí, pero él también tiene sus dudas. Él lo ha estado pensando al igual que yo. Es que Samuel aún está pequeño, me da pavor que algo salga mal en la cirugía, ya sea la anestesia, algún tipo de reacción o algo, me inquieta mucho y no dejo de pensar esas cosas.

— Porque no hacen una lista, tú y Tomás pueden hacer escribir los pro y contras de hacerla ahora, y de los riesgos que podían tener aunque según me comentaste los doctores dicen que es mínimo.

— Tienes razón Susana, gracias por escucharme. No puedo hablar este tipo de cosas con otras personas a parte de Tomás, las personas dan opiniones sin sentido como que es facil, no se ponen en el lugar de una madre. Gracias por apoyarme. — Creo que sí haré la lista, así evito torturarme más con dichos pensamientos. — Agregó

— Me parece perfecto, luego me cuentas en qué quedaron. — Respondió Susana.

— Cuenta con ello hermana.

Al llegar la noche, Julia y Tomás hicieron la lista y cuando estaban listos para ir a dormir Julia de la nada le dijo, — entonces ya está decidido. — Tomás le miró con ternura se volteó y le dijo — Así es amor.

Ambos padres hablaron y acordaron que era mejor esperar un poco más, darle tiempo. Samuel era feliz tal como era, y mientras estuviera bajo sus cuidados, así seguiría. Tomaron la decisión de que si algo pasaba y llegara el momento donde le afecte en cualquier ámbito de la palabra, entonces actuarían. No antes.

Por ahora, lo protegerían como siempre: Como un regalo único y especial, dejándolo intacto.