El niño de los dedos extras

Cap #5 [La niñez marcada por lo invisible ]

A medida que Samuel fue creciendo se comportaba de manera fuera de lo común, de la nada se paraba en medio de las habitaciones señalando algunos lugares oscuros o con muy poca luz, como si algo estuviera allí, pero realmente nadie lograba ver nada, era como si aparemente solo el podía ver lo que sea que estuviera señalando y asi fue desde que tenía como dos años.

A veces simplemente se reía solo en su habitación o en la sala, dichas risas muchas de las veves pasaban desapercibidas ya que los niños pueden reir cuando juegan, otras veces empezaba a llorar de la nada iba donde sus padres y decía "El hombre de humo" está mirandome señalando el lugar de donde supuestamente le está mirando.

Los padres solo se miraban mutuamente al no ver nada mientras el padre le decía:

— Descuida Samuel, mira no hay nada aquí — Se paraba en el lugar y movia los brazos donde el pequeño había señalado. — ¿Ves? No hay nada, nada de que preocuparse.

Sus padres la mayoría de veces no le prestaban mucha atención a ese tipo de cosas o comentarios, ellos solo pensaban que simplemente era su imaginación. Pero su abuela no pensaba lo mismo.

Chui chua chui chua — Era el ruido que emitia la mecedora de la anciana mientras se mecía. El sonido se detuvo por un momento.

Ella no estaba de acuerdo. La anciana de sabio rostro y llena de arrugas solía observarlo con precaución, se inclino hacía adelante antes de decir entre dientes:

— Ese sexto dedo es una marca de luz que atrae a los espíritus.

Los años que tengo de vida no han sido en balde, llévense de mí. — Agregó mientras se mecía en su mecedora nuevamente.

Los días pasaron como de costumbre y una noche, el pequeño Samuel despertó gritando. Sus padres corrieron rapidamente asustados al no saber que estaba pasando, sin entender porque había gritado en medio de la noche.

Entraron rápido al cuarto y se sentaron en su cama mientras vian algo que no podian explicar. Era como si sus dedos brillaran — En sentido figurado. Como si sus venas y arterias latieran a un ritmo que trascienden lo natural como con una mezcla de Rojo y dorado. Era como si sus deditos quisieran ser notados, como si algo especial emanara de ellos.

Los padres no habían visto nada igual, era evidente que algo fuera de lo común estaba pasando.

La abuela parada en el marco de la puerta de la habitación solo susurraba entre dientes — Esa puerta se está abriendo, poco a poco. — Se los dije, y nadie me hizo caso.

Los días pasaron y nada parecía ser igual desde esa noche.




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