El niño de los dedos extras

Cap #11 [ El amigo olvidado ]

Había dejado de verlos. Para él, y para su familia, aquello marcó un nuevo comienzo. Se había cortado el vínculo con ese mundo oculto que solo él conocía y parecía poder ver.

Esos espíritus, esas figuras difusas que antes formaban parte de su vida, se desvanecieron de un momento a otro. Como una nube gris que se disipa tras salir el sol.

Todo lo que un día había visto de pequeño, todo lo que había sentido, simplemente fue enterrado en un rincón de su mente, donde ya no podía tener acceso. Un velo que aparentemente fue cerrado, recuerdos que el cerebro simplemente bloqueo y gracias a eso fue creciendo ignorando todo lo ocurrido, olvidando todo como si nada nunca hubiese pasado.

Pero no todos se fueron.

Uno permaneció. El más persistente.

No se marchó. No lo olvidó.

Era uno de esos que solían acompañarlo de pequeño, de esos que él llamaba "su amigo" y solía dibujar con crayones mientras los adultos lo llamaban simplemente "su amigo imaginario".

Ese amigo olvidado que solía irlo a ver siempre que podia porqué lo hacía sentir menos solo, tener alguien con quien hablar en ese mundo tan solitario, para él era un escape. — Le hablaba, le hacia sentir vivo y le daba la seguridad del cual él carecía entre las tinieblas del mundo espiritual.

Cuando Samuel dejó de ver, de sentir, de escuchar, el espíritu que una vez fue su amigo, comenzó a cambiar.

Como el agua estancada que al no fluir simplemente se pudre. Lo que no es amado al final se oscurece y en muchos de los casos se puede tornar turbio.

Sintió algo parecido al abandono, sintió como si lo hubieran apagado de golpe, de la nada, sin explicación alguna, sin avisar, solo puff y adiós. Samuel de un día para otro ya no lo podía ver, no le hablaba, ni mucho menos jugaba con él.

El silencio de Samuel lo transformó.

La frustración de ser olvidado, esa sensacion de abandono, comenzaron a corromperlo.

Lo que una vez fue una presencia juguetona y casi inofensiva, se convirtió en una sombra inquietante.

El espíritu que una vez fue tan cercano, comenzó a acecharlo desde las sombras y oscuridad. Primero trataba de hacerse sentir con pequeños ruidos, susurros en las esquinas de la habitación. Un leve toque en el hombro mientras dormía ó algunas veces mientras se cepillaba.

Samuel solía cerrar los ojos al cepillarse — y una noche, sintió un toque repentino en el hombro. Él rápidamente se dio la vuelta de la impresión y no vio a nadie.

— Juraría que alguien me tocó —pensó, cepillándose ahora con los ojos bien abiertos.

En ese momento lo que el espíritu hacía para hacerse notar no era grave, eran cosas simples.

Samuel, ahora adolescente, empezaba a notar ciertas cosas. A veces se sentía observado, aunque no entendía el por qué.

Aquella presencia ya no era su amigo invisible de la infancia. Era algo más persistente, un eco denso que venía del pasado y se negaba a desvanecerse o marcharse. No lo veía, pero lo sentía, como esa certeza silenciosa de estar siendo observado en un vagón repleto de desconocidos, simplemente lo sientes, lo sabes.

Su mente trataba de rechazar toda idea incoherente que le pasara por la cabeza, trataba de no pensar demasiado, ni mucho menos prestarle atención, intentaba simplemente ignorar pero el espíritu no se lo permitía; no cedía, por más que intentara.

Le llamaba, le susurraba en sueños su nombre Sa..mu..el.., como antes lo solía hacer, como si quisiera recordarle quien había sido y quien fue. Como si aún creyera que sin tan solo lograba captar su atención y hacerle ver que hay algo más, todo volvería a ser como era antes o serían lo que algún día en su niñez fueron. "Amigos". Alguien con quien conversar o hacer charlas fuera del velo espiritual.

Parecía algo impaciente comparado a como era al principio. Antes eran solo gestos, pero con el tiempo, su presencia se volvió más insistente. Más directa.

Llamaba su nombre de repente — ¡Samuel!

— Qué raro, juraría que escuché que alguien me había llamado — se preguntó Samuel, alzando la cabeza y mirando a su al rededor.

Se levantaba confundido, sin saber de dónde provenía. — Un ejemplo claro: como cuando sientes que alguien te llama, preguntas y nadie te llamó. Así se sentía.

Él caminaba por la casa, abría puertas, revisaba los pasillos.

— Aquí no hay nadie, mis padres están trabajando. — ¿Estaré alucinando? — murmuró, dudando de lo que había escuchado.

— Siguieron pasando cosas lo suficientemente inquietante como para hacerle sentir que algo no estaba bien.
A veces Samuel caminaba al rededor de la casa y podía sentir su presencia de distintas formas, el espiritu era como una sombra reflejada en la luz de la luna al caminar, siempre estaba aunque no lo pudieras ver.

La sensación de ser observado nunca se le quitó.
Aunque los demás se habian ido cuando él dejo de verlos, uno de ellos no se había ido y estaba dispuesto a recordarle quién era.
Samuel sentía como si algo lo observara todo el tiempo. Incluso podía sentir su respiración sobre el hombro al estudiar, un respiración sutil pero tan real.

Notaba cambios de temperatura repentina, sentía como todo se tornaba frío de la nada y par de minutos después volvía a la temperatura regular, curioso se paraba e iba al termostato y todo estaba en orden.

— Umm si todo está bien y no veo ningun tipo de fallo, ¿por qué bajó tanto la temperatura? — Se preguntaba

No era la primera vez que este cambio de temperatura le sucedía, algunas veces mientras estaba en su cuarto estudiando, viendo una película, incluso duchándose, toda esa sensación volvía.

Él ahora consciente de la intensidad de la presencia, trató sólo de ignorarla pero una noche en la cocina mientras él abría la nevera para tomar un vaso de agua, justo al momento de agacharse por la jarra.

¡Crac! — Que se escucha algo caer a poca distancia de donde él estaba, con varios sonidos más crac.. crac.. crac.. — eran fragmentos que rebotaron y se dispersaron al romperse lo que sea que se rompió.




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