—Buenos días —bostezó Elsa, ya bañada, abrigada y lista para recorrer bien la casa.
—Buenos días, señorita —respondió Estoico, que se encontraba sentado leyendo el periódico.
Bajó las escaleras y se dirigió a donde había puesto sus zapatos. Pero al llegar, no estaban.
—Ah... —titubeó un poco, asegurándose si realmente no se hallaban ahí su calzado, pero cuando estuvo ya segura, preguntó:— Señor Estoico, ¿ha visto mis zapatos? —susurró, apenas audible.
—Seguramente Valka los llevó a limpiar, es algo compulsiva —fue lo único que le respondió.
Elsa exhaló, apretando sus labios en una fina línea. No llevaba más de 24 horas ahí y ya había perdido cosas, como uno de los tres únicos pares de zapatos que se trajo.
—¡Mi niña! —llegó la castaña de la cocina, aprisionó su rostro con sus manos y le da un beso en la frente cariñosamente. La rubia sonrió, un poco incómoda–. Qué bueno que ya estás despierta. Ven, te enseñaré el lugar y las cosas que debes hacer cuando Hipo se ponga difícil –entrelazó su brazo con el de ella y comenzaron a caminar–. Y dime, ¿qué tal dormiste?
—Pues... Bien, supongo —la verdad no quería conversar mucho de eso, se sintió desconfiada, sobre todo paranoica, las paredes crujían muy fuerte y a veces sentía que la observaban. Obviamente no le diría eso a su ya jefa, no quería asustarla, ni preocuparla, pues claramente sufre con sus propios problemas.
—Aquí es el baño de la planta baja, como notarás ésta es muy simple, a comparación con la de arriba. Aunque ésta tiene agua caliente, por si gustas ducharte aquí —le comentó, al tiempo que abrió la puerta para mostrarle a lo que se refería.
—Prefiero el agua fría, pero gracias.
—Esta puerta lleva al sótano, y a menos que quieras pescar algún piquete de araña, no bajes. Ahí guardamos las cosas que nos estorban acá arriba —señaló al pequeño marco bajo las escaleras.
—No me gustan los espacios reducidos, así que ni loca entro ahí —las dos rieron.
Siguieron avanzando hasta llegar a la cocina, una muy equipada y moderna a comparación de lo que ella se imaginaba. Con una cocina integral, estufa de seis mechas, refrigerador grande y de dos puertas en vertical, un horno de microondas posado alado del fregadero y un lavavajillas.
También contaba con una isla, que sus mosaicos hacían juego con las paredes.
Y a pocos pasos de ahí, a la derecha estaba el comedor, no muy lejos de una puerta, la que parecía llevaba al patio trasero.
—Esto es gigantesco –comenta Elsa, fascinada con todo–. No soy de cocinar estilo gourmet pero esto es el paraíso —chilló, observando platos y tazas con lindas decoraciones guardadas en las vitrinas.
—A mi pequeño le encanta comer aquí, es el lugar más alumbrado por luz natural —hasta que no lo mencionó, no se había percatado de las grandes ventanas por donde entraban los finos rayos del sol. Y era cierto, la brisa fresca entraba por la puerta de mosquitera, inundando las fosas nasales de Elsa con un delicioso y extraño aroma a tierra húmeda.
—Definitivamente, éste será mi lugar favorito cuando llueva.
—¡Oh, pequeño Hipo, ¿qué haces aquí?! —la rubia frunció el ceño, y se giró a donde estaba la señora Valka.
Se sorprendió cuando vio al muñeco sentado en el suelo, en la entrada de la cocina.
Inmediatamente la castaña corrió a él, y con sumo cuidado, lo cargó, hasta tener su cabeza apoyada en uno de sus hombros. Cabeza que curiosamente, ve a dirección de Elsa. Se quedó en trance con sus ojos de vidrio.
—Creo que ya es hora de decirte tus deberes con Hipo.
[...]
—Y finalmente, éste es el dormitorio de Hiccup. La puerta nunca debe estar cerrada y las cortinas tienen que estar corridas. Te entrego estas reglas que a simple vista no se ven importantes pero que de no hacerlo, podría causar desastres innecesarios. Así que, cúmplelas todas —le dio una hoja, algo maltratada pero sus letras se mantienen intactas.
1. Respetarlo.
2. Limpiarlo.
3. Vestirlo.
4. Alimentarlo.
5. Cantarle.
6. Educarlo.
7. Leerle.
8. Ponerle música a un volumen medio.
9. No dejarlo solo.