5 | Antony Cross el Acorazado

Charlie estaba un poco lastimado, y la sangre corría por su rostro hasta caer en el suelo, pero aún así tenía que saber cómo descubrieron los guardias por cual camino se irían del pueblo. No podía demostrar debilidad en ese momento.

—Bien Antony... Me vas a explicar rápida y claramente por qué persiguen a Clara y cómo es que sabían qué camino tomaríamos.

El guardia rubio permaneció en silencio con una mirada fría y penetrante, pero Charlie no se dejó amenazar por la mirada de un moribundo y acercó su espada hacia Antony hasta tocar su cuello.

—Responde —demandó con aspereza, penetrándolo con la mirada.

El semblante de Clara cambió al escuchar a Charlie. Él había hablado de una forma tan intimidante y oscura que incluso le llegó a infundir algo de temor ¿Realmente era la misma persona amable y protectora que había visto hasta ahora?

—Asesinos como ustedes no merecen que siquiera les diga la talla de mis botas —repuso el guardia.

—¡¿Asesinos?! —gritó Aurora indignada y se acercó a Antony.

—Aurora, por favor no —dijo Charlie en un suspiro.

—¡Ustedes son los que quieren matarnos! ¡Nosotros solo nos defendemos! ¡No es nuestra culpa que no podamos controlar nuestros golpes todo el tiempo!

—Aurora, por favor tranquilízate —le dijo Charlie avergonzado.

—¡¿Cómo puedes tú estar tranquilo cuando nos acusan de defendernos?!

—Solo guarda silencio ¿quieres? —le dijo Charlie a Aurora—. Por favor Antony, dinos lo que queremos saber y no te haremos daño.

—Sí claro —respondió el guardia con incredulidad—. No soy tan estúpido como para saber que en cuanto hable me clavaras esa espada en la garganta.

—¡No somos asesinos! —respondió frustrado.

—Se nota que no estas viendo el matadero que tienes detrás de ti.

—Solo nos defendemos.

—¡¿De qué?! ¿De que los arresten?

—No, de que nos maten.

—No seas estúpido, la guardia solo mata si es por defensa propia o por motivos especiales, no vale la pena mancharse las manos por ustedes.

—Desde que escapamos de mi casa, tú y tus guardias nos han estado tratando de matar a diestra y siniestra. Incluso tú estuviste a punto de matar a Clara hace un momento.

—Mentiroso. La guardia real nos pidió que solo los capturáramos —respondió ligeramente inseguro—. Además, no iba a matarla, sólo quería dejarla inconsciente.

—¿Al menos sabes por qué la persiguen a ella? —replicó Charlie al ver lo que estaba pasando.

—Mató a un miembro de la guardia hace unos días y robó un objeto importante de la guardia real.

—¿Tú estuviste ahí cuando asesinó al guardia?

—N-no...

—Puedo decirte con total confianza que Clara estaba escapando porque quería evitar que sea quien sea, permita que los endermans invadan el reino y quizá todos los demás con el objeto que mencionaste.

—¿Y cómo esperas que me vaya a creer tremenda tontería? —replicó el guardia con incredulidad.

Charlie miró a los demás con un poco de desconfianza antes de sacar de su inventario el Ojo de Ender y mostrárselo a Antony. Él quedó mudo al ver la esfera viéndolo profundamente a los ojos.

—Es...

—Sí.

—¿Y cómo sé que no es falsa? —protestó incrédulo.

Charlie puso el ojo en el hueco de una piedra que estaba cerca de ahí para que no se moviera y sacó de su inventario un hacha que traía. La agarró del mango con fuerza y la estrelló sobre el ojo con todas las fuerzas que tenía hasta tres veces; Sin embargo, el ojo ni siquiera tenía un solo rasguño. Antony observaba con terror.

—Eso debió bastar como para romper una falsa.

—¿Y cómo sé que ustedes no son los que quieren que los endermans invadan el reino?

—Okay, ya me cansé —dijo Aurora con desesperación. Y caminó con furia hacia el guardia.

Antony levantó uno de sus brazos para protegerse de cualquier golpe que la bruja le fuese a dar. Luego sintió como un líquido helado recorría su cuello y su pecho, empapando su ropa. Abrió los ojos solo para ver que la bruja estaba arrodillada frente a él vertiendo sobre su pecho una poción. Lentamente, la herida se fue cerrando hasta que no hubo cicatriz alguna. El guardia sintió como el dolor iba desapareciendo hasta que finalmente se desvaneció por completo; como si nada hubiese pasado.

—Vete por favor —le dijo molesta—. Ve con tus amigos o lo que sea, pero ya deja de preguntar tonterías, ya no te aguanto.

Los ojos de Antony expresaban claramente sorpresa ante la reacción de la bruja, estaba mudo y con la boca ligeramente abierta.

—Y espero que con esto te quede claro que no somos asesinos —le dijo escupiendo cada palabra—. Vámonos antes de que lleguen más —le dijo a Charlie y a Clara antes de levantarse y continuar caminando.

Ambos miraron a Antony con incomodidad. Charlie envainó su espada y se fue con Aurora, y Clara le siguió el paso.

—¡Esperen! —gritó el guardia antes de perderlos de vista pero ninguno volteó— ¡Aprehendieron a uno de sus amigos!

Los tres se detuvieron en el acto y voltearon casi al mismo tiempo, atrapados en la intriga de la noticia.

—Es un hombre con coleta y lentes...

—John... —dijo Clara en voz baja.

Los tres corrieron de vuelta con el guardia hasta estar de nuevo a su lado.

—¿Dónde lo tienen? —preguntó Charlie con autoridad en su voz.

—En la base de la guardia.

—¿Y cómo sabemos que no es una trampa?

—Cuando lo interrogaron esta madrugada, yo no estaba en la misma sala, pero logré escuchar un poco a escondidas de lo que estaban hablando. Los guardias le dijeron que si no decía hacia dónde irían, asesinarían a su familia y luego a él. Al principio creí que solo era mi imaginación —dijo con algo de dificultad. Le costaba admitir lo que estaba sucediendo—; pero ahora que escucho todo esto y que en vez de asesinarme me curaron... creo que lo que escuché fue real. Iré con ustedes a rescatarlo. Yo conozco la cárcel perfectamente; conozco los turnos que toman los guardias y algunas entradas que pasan desapercibidas. Les pido que me den la oportunidad de agradecerles por perdonarme la vida.