La puerta del ascensor se cerró con un chirrido metálico, dejando a Helena en el silencio frío del décimo piso. El pasillo estaba vacío, iluminado por una tenue luz fluorescente que parpadeaba de vez en cuando. En su mano, el sobre que había encontrado esa mañana seguía pesando más de lo que debería. Dentro, una nota escrita en tinta roja:
"Diez años de mentiras. Ven sola si quieres saber la verdad. 10:00 p.m. – Departamento 10B."
Helena comprobó su reloj: 9:58. Su pulso latía en sus sienes mientras avanzaba hacia el departamento. Cada paso hacía eco en el corredor. Cuando llegó a la puerta, notó que estaba entreabierta.
10B.
Empujó suavemente con la palma y el chirrido de las bisagras resonó en el interior oscuro. El olor a humedad y a metal oxidado invadió su nariz. Al dar un paso dentro, la luz del pasillo iluminó algo en el suelo: un reloj de bolsillo roto, con las manecillas detenidas en las 9:45.
–¿Hola? –su voz sonó débil, apenas un susurro.
El silencio fue su única respuesta. Entró por completo y la puerta se cerró de golpe tras ella, con una fuerza que no esperaba. Dio un respingo, girándose hacia la puerta, pero no había nadie.
El cuarto era más grande de lo que había imaginado, pero estaba vacío, salvo por un viejo tocadiscos en el rincón y un espejo enorme en la pared frente a ella. Sus propios ojos la observaron desde el reflejo, pero algo en la imagen no cuadraba. Parecía… demasiado oscura, como si detrás de ella hubiera una sombra más negra que la habitación misma.
El tocadiscos se activó de repente, con un chirrido que le heló la sangre. Una melodía rasposa comenzó a reproducirse, una voz distorsionada susurrando una canción infantil que le resultaba vagamente familiar. Entonces lo vio: algo brillaba en el espejo, pero no era su reflejo. Era un destello metálico, en el rincón izquierdo de la habitación.
Dio un paso hacia adelante, pero tropezó con algo en el suelo. Bajó la mirada y vio una fotografía. En ella estaba ella misma, mucho más joven, junto a dos personas que conocía demasiado bien: Julián y Clara. Sus amigos de la infancia.
Había algo escrito al reverso de la foto:
"¿Qué hiciste, Helena?"
La habitación pareció enfriarse de golpe. Un escalofrío recorrió su espalda mientras la puerta detrás de ella se abría de nuevo con un crujido lento. Giró rápidamente, pero no había nadie. Solo el sonido creciente de pasos en el pasillo.
–¡¿Quién está ahí?! –gritó, sintiendo que su garganta se cerraba por el miedo.
Una risa suave, femenina, resonó desde la oscuridad del pasillo. Y luego una voz que reconoció al instante:
–Helena, ¿no es esta la clase de lugar donde escondes los peores secretos?
Era Clara. O al menos sonaba como Clara.
Helena retrocedió hacia el centro del cuarto, apretando la fotografía contra su pecho. Intentó recordar el último momento en el que había visto a Clara, pero su mente estaba llena de fragmentos confusos, mezclados con la voz de Julián, diciéndole una y otra vez:
"No confíes en ella. Clara no es quien crees."
El tocadiscos se detuvo bruscamente, dejando un vacío aterrador. En el espejo, su reflejo seguía mirándola, pero algo no estaba bien. Su reflejo sonrió.
Una sonrisa que ella no hizo.
Entonces, la luz se apagó.
#593 en Thriller
#1425 en Fantasía
#820 en Personajes sobrenaturales
suspens intriga tristeza y mas, recuerdos de la infancia, recuerdos borrados
Editado: 18.12.2024