El pasado entre las sombras

CAPÍTULO 2 : Sombras del pasado

Helena, al notar lo que hizo su reflejo en aquel espejo se asustó, decidiendo dar media vuelta e irse pero al girarse para irse por donde vino, la puerta ya no estaba.

–¿Qué?... –murmuró.

El miedo se iba apoderando cada vez más de ella, como si algo la estuviera consumiendo por dentro. Al asimilar un poco la situación, se dió la vuelta y se adentró aún más en aquel cuarto que por suerte tenía una leve iluminación en la lámpara del techo.

La lámpara parpadeó, lanzando sombras largas y retorcidas en las paredes que yacian desnudas. Helena respiró profundo, forzándose a caminar hacia el espejo aún con miedo.

–Es solo mi imaginación –susurró, aunque su voz sonaba hueca, sin convicción alguna.

Dio varios pasos. Pero se detuvo de golpe. En el reflejo, algo se movía detrás de ella, algo que no estaba allí. Al girarse, un escalofrío le recorrió la columna.

El espejo comenzó a empañarse, como si alguien estuviera respirando desde el otro lado. Un mensaje borroso apareció sobre el cristal:

"Tú la dejaste sola."

Helena retrocedió asustada, tropezando con algo en el suelo. Cuando miró, era una caja, dentro de ella había muchas cosas de niños pequeños y una fotografía vieja, suya y de Clara, tomadas en un lugar que no reconocía. Pero había algo extraño en la foto.

Clara estaba mirando hacia atrás, como si viera a alguien más… alguien que no aparecía en la imagen.

Helena sintió un nudo formarse en su garganta. El silencio en la habitación era opresivo, como si el aire mismo hubiera decidido quedarse inmóvil.
Apretó la fotografía con fuerza, sus ojos fijos en la expresión de Clara. Esa mirada… no era normal. Era como si estuviera aterrorizada de algo detrás de ella.

El parpadeo de la lámpara se intensificó, lanzando destellos que hacían que las sombras bailaran de forma errática. De repente, escuchó un sonido. Primero un murmullo bajo, apenas perceptible, pero que pronto se convirtió en un susurro nítido, como si alguien estuviera a su lado.

–No debiste venir –dijo la voz.

Helena giró sobre sí misma, buscando al causante de aquella voz. Pero no había nadie. Solo la caja, el espejo y el aire helado que empezaba a envolverla.

El mensaje en el cristal ahora era más claro, como si la niebla que lo cubría hubiera sido barrida por una mano invisible:

"Recuerda lo que hiciste."

Antes de que pudiera procesarlo, la lámpara del techo se apagó, sumiendo el cuarto en una oscuridad total. Y entonces, lo escuchó. Un golpe fuerte, seco, proveniente del espejo.

Helena no podía verlo, pero sabía que algo, o alguien, estaba al otro lado.




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