Era una tarde caliente, sentía como si sus huesos se estuvieran derritiendo por debajo de su piel. Recostado en el sofá, habían pasado horas desde la última vez que lo hizo. Al convertirse en un héroe, cometió el peor error de su vida: crear una línea telefónica.
Según las investigaciones de cinco minutos que hizo antes de hacerlo publico, pensaba que los casos de las quimeras atacando a las personas no eran tan frecuentes. Y ahora sentía que sus tímpanos explotarían si volvía a escuchar su celular sonar. Sabía que él era el único que podía vencer a las quimeras, o por lo menos el único que se atrevía a pelear con ellas.
Tomó su celular con la mano temblorosa y lo puso en altavoz.
-" Bueno?... "
-"¡Ayuda! ¡Por favor!" La voz al otro lado sonaba joven, casi infantil. "¡Hay una en mi escuela! ¡Está en la cafetería!"
Él suspiró, pasándose una mano por el rostro. Otra más.
"¿Qué tipo de quimera es?" preguntó, intentando que su voz no delatara su agotamiento.
"Es... es..." La voz se quebró. "¡Tiene tres cabezas! ¡Y todas están escupiendo fuego!"
Genial. Una quimera de clase A. Justo lo que necesitaba.
Se levantó del sofá, sintiendo como cada articulación protestaba. Su traje, arrugado y con manchas, seguía tirado. Ni siquiera había tenido tiempo de lavarlo.
"Voy para allá," dijo, mientras buscaba sus botas. "¿Qué escuela es?"
"La Preparatoria Roosevelt," respondió el chico, su voz ahora un susurro.
La llamada se cortó abruptamente.
Tomó su cinturón lleno de herramientas y corrió hacia su puerta. Mientras bajaba las escaleras de dos en dos (Porque el elevador del edificio se habia jodido de nuevo), su mente repasaba los datos. Quimera clase A, tres cabezas, alada. Necesitaría algo más que sus herramientas habituales.
Se detuvo en seco. "¡El compuesto!" Subió corriendo de nuevo a su apartamento. Entre los documentales que había estado viendo la noche anterior, había uno sobre sustancias neutralizantes. Y él, siendo el nerd que era, había creado una mezcla experimental. Rapidamnte patio la puerta de vuevo y busco entre su laboratorio (que tambien era su cocina) tomo la sustancia brillante y Salió corriendo nuevamente, esta vez tomando su motocicleta. Mientras aceleraba por las calles, podía ver la columna de humo elevándose.
Y entonces lo escuchó: tres rugidos distintos, que hicieron temblar los vidrios.
"Genial," sonrió, sintiendo la adrenalina reemplazar el cansancio. "Veamos si te gusta el sabor de tu propia sangre, bestia."
Entró lentamente, vertiendo su mezcla en una bala. Todo estaba vacío, hasta que la vio: sangre por todos lados, mesas rotas, y un joven que lloraba mientras la bestia se acercaba.
Sin pensarlo, silbó con fuerza. Las tres cabezas giraron al unísono, sus ojos brillando.
"¡Hey, triple amenaza!" gritó, apuntando con su arma. "¿No te enseñaron que no se juega con la comida?"
La quimera rugió, y el calor de sus bocas hizo que el aire ondulara. Sus alas se extendieron, golpeando las paredes.
Apuntó, conteniendo la respiración. Solo tenía una bala. Si fallaba... estaria mas que jodido tanto el chico como el.
. El tiempo pareció ralentizarse mientras disparaba. Pero la bala rebotó en las escamas.
"Oh, mier..."
No pudo terminar, pues la bestia se abalanzó sobre él, rugiendo en su rostro y liberando tiras microscopicas de saliva en su rostro.. Pero entonces, alguien golpeó a la quimera por detrás, llamando su atención. Un estudiante con un cuchillo.
"¡Déjalo en paz!" gritó el chico.
La quimera soltó al héroe y giró hacia el estudiante. Él palideció al ver los seis ojos rojos.
"¡No!" gritó el héroe, arrastrándose hacia su pistola. Pero el chico no huyó, lanzando el cuchillo inútilmente.
Mientras la bestia rugía indignada, el héroe notó algo: el frasco con el compuesto seguía en su cinturón.
"¡Oye, tricéfalo!" gritó, poniéndose de pie con dificultad. "¿Sabes cuál es la diferencia entre un científico loco y uno normal?"
Las tres cabezas lo miraron confundidas, y él sonrió, sacando el frasco.
"Que el normal tiene un plan B."
Lanzó el frasco con fuerza, el cual explotó contra las escamas de la bestia. El líquido se prendió fuego y comenzó a expandirse por su cuerpo. La quimera lloraba de dolor mientras se revolcaba, pero el fuego no cesaba. asi como su verguenza ante un chiste tan malo.
"¡Funcionó!" murmuró incrédulo, dejándose caer de rodillas.
El estudiante se acercó cojeando, mientras la criatura se desintegraba en cenizas brillantes.
"Eso... eso fue increíble," dijo el chico, extendiendo una mano para ayudarlo a levantarse. "Aunque por un momento pensé que estábamos muertos."
"Yo también," admitió, aceptando la ayuda con una mueca de dolor. "Por cierto, eso que hiciste... fue muy valiente."
El muchacho sonrió tímidamente. "No podía dejar que muriera el único héroe que tenemos, ¿verdad?"
Las sirenas sonaron a lo lejos. Él suspiró, mirando su teléfono que ya vibraba con nuevas llamadas.
"Sabes," dijo, guardando su arma, "tal vez necesite un asistente. Alguien que conteste el teléfono y... aprenda algo de química."
Los ojos del chico se iluminaron, y saltó hacia él con un abrazo. El héroe se encogió en dolor y alegría.
"¿Qué tal si vamos afuera?" preguntó, y el joven asintió.
"¿Cuál es tu nombre?"
"¡Bazooka!", respondió el chico, y ese fue el principio de su amistad.