Capítulo único

Había una vez un perro callejero llamado Tobi que vagaba por las calles de la ciudad sin dueño ni hogar. Un día, Tobi fue recogido por una amable anciana que lo llevó a casa y lo cuidó como si fuera su propio hijo.

Años después, la anciana murió en circunstancias sospechosas. La policía llegó a la escena del crimen y encontró a su nieta, Anne de veinte años, llorando en la habitación contigua. Anne afirmó que había encontrado a su abuela muerta cuando llegó a su casa, pero que no tenía idea de quién podría haber hecho algo así ni cómo desapareció puesto que se desmayó y olvidó todo. Pensó que podía hallarla, dijo, pero fracasó y llamó a la policía.

Sin embargo, el detective encargado del caso, el señor Brown, tenía la sensación de que Anne estaba ocultando algo ya que la abuela había sido reportada por su vecina minutos antes de ella llamar a la policía afirmando que la señora nunca salió de la casa y que oía muchos gritos, pero Anne insistía en contar otra versión. Tras interrogarla varias veces, no pudo obtener ninguna información concreta.

Brown se centró en investigar el pasado de Anne y descubrió que tenía un alarmante historial de problemas de ira y agresividad, sus padres la habían mandado con su abuela por esa misma razón. Tal vez podría tener alguna conexión con el crimen, pensó él.

Mientras buscaba más pistas, Brown notó que Tobi, el perro de la anciana, no estaba en ninguna parte de la casa, y la vecina mencionó que había estado ladrando y luego tampoco se escuchó más. Anne volvió a insistir en que el perro se había escapado por la ventana, pero Brown no se lo creyó tampoco. ¿Qué se le estaba pasando por alto?

Finalmente, después de una intensa búsqueda, encontraron algo que los descolocó. Restos de vómito en la habitación y pasillo de la casa, cuando examinaron una muestra resultó ser saliva y restos de tejido humano. Ante tal horrible información, Anne fue nuevamente interrogada. La chica seguía insistiendo con su discurso. 

Brown, entonces, la confrontó y le preguntó por qué había matado a la anciana y en dónde la tenía escondida, que ya no creería su historia si no tenía concordancia. Anne, sintiéndose acorralada y descubierta, confesó que se había peleado con su abuela esa tarde y que había perdido el control pero que no había pasado nada. Sin embargo, afirmó que tampoco es que podría saberlo porque no podía recordar lo que había hecho, puesto que después de la discusión se desmayó y al despertar su abuela ya no estaba. 

Lo cual volvía a contradecir toda su inicial declaración.

Los encargados del caso y los abogados al escucharla, no pudieron hacer más al respecto, debían dejarla por el momento hasta demostrar lo contrario. Anne no sabía que Brown contaba con el testimonio de su vecina, y no lo haría hasta reclutar una buena acusación con fundamento. Entonces los policías se empezaron a ir de a poco.

Pero cuando Anne creía que había ganado por ocultar el crimen de su abuela como si fuera el juego de las escondidas, el perro Tobi salió del sótano sorprendiéndolos a todos, hasta a la misma Anne. Allí, en el sótano oculto, habían restos de lo que en su momento fue el cuerpo de la anciana. 

La chica, en su raye de histeria repentino, explotó en contra del perro sorprendiéndolos a todos:

—¡Una sola cosa tenías que hacer, sarnoso! —gritó enfurecida —¡Ahora tú morirás por haberte mostrado!

Presa de su ira, sin pensar en que nadie lo hubiese pensado jamás, confesó ser la autora del crimen nada más para que el perro también pagara por la traición. Todo este tiempo, ella le había estado dando al perro la carne de su abuela para que se la comiera y no dejara rastro. 

El detective Brown se quedó asombrado ante la verdad detrás del caso. Nunca había imaginado que un perro callejero al que nadie le prestó atención sería el único testigo y juez de un asesinato. Desde ese día, Brown siempre recordaría a Tobi, el perro callejero, como un héroe silencioso en la resolución de uno de los casos más extraños y perturbadores que había visto.