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Ella

Las palabras de Esteban eran demasiado reconfortantes, de cierta manera me hacían sentir que todo estará bien, que pronto tendremos a nuestro niño en nuestros brazos.

—Sí, estoy lista— no lo estaba del todo, eso era realmente asqueroso.

Después de hablar con Esteban acerca del plan que había ideado nos acostamos a dormir, aunque, se me dificultó un poco por todo lo de este día, mañana haré lo que sea necesario por el bien de todos.

Era una tarde demasiado tranquila, excepto por las nauseas que aún tenía, esta vez, tengo que hacerlo perfectamente, salí de mi habitación en busca de Abundio, el día de hoy habíamos tenido bastantes encuentros, en uno de ellos, le dije que Esteban tendría una importante reunión y lo estaría esperando en mi habitación, tenía que encontrarlo, para avisarle que Esteban no estaba en ella.

Lo que le diría era cierto, Esteban no estaría dentro de la habitación, estaría fuera junto al rey, dentro de la habitación, estaban algunos guardias, dentro del armario, para ser precisos, mi corazón estaba completamente acelerado, quería que todo esto terminara lo más pronto posible. 

—Vamos Emma, no es por tí, es por Maxi y Esteban, es para vengar la muerte de sus madres— me dije a mí misma con un susurro.

Me encontraba en la habitación, esperando por Abundio, daba vueltas de un lado a otro, hasta que la puerta sonó, era él, los demás tenían prohibido acercarse por ahora, me aproximé y la abrí con delicadeza, me había esmerado en mi ropa y peinado, tenía que ser lo más convincente posible.

—Abundio— susurré con una timida sonrisa.

Él entró a la habitación, cerré la puerta “asegurandola” solo de apariencia.

—Así nadie nos molestará, le he dado orden a los sirvientes que no se acerquen aquí por el día de hoy— me acerqué a él.

—Al parecer tienes todo planeado Emma— sonrió de una manera repugnante.

—Lo hago, como no tienes idea— tomé un poco del vino y lo serví —¿Le gustaría una copa?— asintió.

Le serví, aunque yo realmente no bebí, solamente un sorbo, debía estar los más sobria posible.

—¿Cómo va con los planes para acabar con Felisindo?— jugué con mi copa.

—van mejor de lo que crees, he recibido una pequeña botella con el veneno que utilizaremos, la he escondido en mi habitación, debajo de la cama, en ese lugar nadie lo encontrará— sonrió de una manera bastante malvada.

—Quiero acabar pronto con ellos, así podremos reinar juntos— guiñé un ojo.

—Pronto lo haremos, me aseguraré de eso, es más, usted no tiene por qué ensuciar sus manos con esto, lo haré yo mismo.

—¡Entonces no hay manera de que haya algún error!— Exclamé feliz.

—No puedo crees que esté en la habitación real— dijo en un tono burlón.

—Lo sé, pero pronto...— me acerqué a él —compartiremos esta habitación— sonreí de lado.

La mirada de Abundio estaba puesta sobre mí, me observaba de pies a cabeza que asqueroso, debía terminar con esto rápido.

—¿Con qué intención me invitó a su habitación, Emma— se acercó un poco más a mí y acarició mi cabello.

—Lastimosamente… no es con la intención que ambos queremos— sonreí débilmente y él me observó en silencio.

—No te entiendo ¿qué quieres decirme con eso?— se acercó a mi rostro.

—Esteban y yo, aún no hemos consumado nuestro matrimonio, así que… continúo siendo virgen, si hacemos algo… puede que lo descubra y mi cabeza quede lejos de mi cuerpo— desvié mi mirada, esa parte era completamente cierta.

—Asi que… ¿Sólo son esposos de nombre?— preguntó con algo de esperanza.

Asentí tímidamente, su mirada se posó en mis labios y su mano se deslizó a mi cintura.

—He estado soltero desde hace mucho tiempo, ¿no crees que sería injusto salir de aquí así como así?— su gesto fue algo juguetón.

Creo que debería dar la señal, los guardias están viendo todo esto, en cualquier momento saldrán y esto terminará, también Esteban a de estar detrás de la puerta observando por el pequeño agujero, llevaré esto un poco más lejos.