El camino de regreso al laboratorio transcurrió bajo el manto de una noche temprana. Las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, parpadeando en la distancia como un recordatorio de que el día casi había terminado, aunque para mí, el trabajo apenas comenzaba. Las palabras de los inversionistas seguían resonando en mi cabeza, más persistentes que nunca. Tres meses. Haz lo que sea necesario. Eran tanto una advertencia como una condena, y no podía quitármelas de la mente.
Conduje en silencio, mientras mi mente se llenaba de posibles soluciones y escenarios. ¿Qué significa realmente hacer lo que sea necesario? Reflexioné sobre esa pregunta, pero ninguna respuesta era lo suficientemente clara. Sin embargo, sabía que lo que fuera que decidiera, tendría que hacerse rápido.
Al llegar al laboratorio, el estacionamiento estaba casi vacío, con solo un par de autos que indicaban que algunos miembros del equipo aún trabajaban. Me estacioné y apagué el motor, tomando un momento para respirar profundamente antes de salir del coche. El aire nocturno estaba fresco, cortando la tensión que se había instalado en mi pecho. Sabía que no quedaba mucho tiempo antes de que el lugar cerrara por completo, pero eso no importaba.
La puerta principal del laboratorio se abrió automáticamente al escanear mi tarjeta de acceso. El pasillo estaba en calma, con solo el zumbido de las luces fluorescentes llenando el aire. Fue entonces cuando escuché el sonido de pasos acercándose. Giré la cabeza y vi a Yuri caminando hacia mí desde uno de los corredores laterales. Su cabello, recogido en un moño suelto, mostraba algunos mechones sueltos que delataban que también había tenido un día largo. Llevaba una carpeta bajo el brazo y su expresión era una mezcla de curiosidad y cansancio.
—¿Cómo te fue? —preguntó, deteniéndose a unos pasos de mí.
—Lo esperado —respondí con un suspiro mientras ajustaba el portafolio que llevaba. —Les mostré los análisis y los datos, pero no fue suficiente. Me dieron tres meses para presentar algo tangible o perderemos el financiamiento.
Yuri levantó una ceja, aunque no parecía sorprendida. Más bien, su rostro adoptó un aire calculador, como si ya estuviera pensando en cómo manejar la situación.
—Tres meses… No es mucho tiempo —comentó mientras comenzaba a caminar a mi lado, acompañándome hacia las instalaciones principales—. ¿Qué piensas hacer?
Caminé en silencio por unos segundos, dejando que el eco de nuestros pasos llenara el aire. El laboratorio estaba desierto salvo por el tenue brillo de las estaciones de trabajo que permanecían encendidas. La luz mortecina daba al lugar una atmósfera casi espectral. Finalmente, respondí con un tono firme.
—Lo que sea necesario.
Yuri asintió lentamente, pero sus ojos rojos reflejaron algo que no pude descifrar.
—Esa es una respuesta interesante. Aunque espero que tengas algo más que determinación. Los inversionistas no suelen ser pacientes, y este tipo de presión puede sacar lo mejor… o lo peor de nosotros.
El comentario me dejó una sensación incómoda, pero decidí ignorarlo.
—Ya tengo un plan —dije finalmente, intentando sonar más confiado de lo que me sentía. —Necesitamos acelerar el ritmo y optimizar las pruebas. Emily y yo trabajaremos más de cerca en los ajustes finales.
Yuri soltó un leve resoplido, más cercano a una risa apagada.
—Emily, ¿eh? ¿No te preocupa que estés confiando demasiado rápido en ella? Es capaz, sí, pero sigue siendo nueva. ¿Qué pasará si comete un error?
—Todos cometemos errores —respondí, deteniéndome y girándome para enfrentarla—. Pero si no le damos la oportunidad de demostrar su valor, nunca sabremos de lo que es capaz. Hasta ahora, Emily ha demostrado que puede manejar la presión.
Yuri me observó en silencio por un momento, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera evaluando cada palabra. Finalmente, asintió con una sonrisa apenas perceptible.
—Como digas, Liam. Solo espero que no te arrepientas de esa confianza.
Sin añadir nada más, dio media vuelta y se alejó por el pasillo, su figura desvaneciéndose entre las sombras del laboratorio casi vacío. La sensación incómoda persistía, un peso sutil pero constante en mi pecho. Había algo en su tono, algo en la forma en que había pronunciado esas palabras, que me dejó pensando. Pero no tenía tiempo para preocuparme, ya que recordé que Ángel quería hablar conmigo. Una pequeña chispa de curiosidad me empujó a apresurar el paso hacia su oficina. El cansancio pesaba en mis hombros, pero no quería dejarlo esperando más. Si algo tenía Ángel, era una manera única de mezclar las bromas con observaciones sorprendentemente acertadas, y aunque me costaba admitirlo, a menudo sus palabras eran justo lo que necesitaba para despejar mi mente.
Al llegar a su oficina, lo encontré sentado en su silla, inclinado hacia atrás con los pies apoyados en el escritorio. Sostenía su teléfono en ambas manos, los pulgares moviéndose con rapidez mientras una luz azulada iluminaba su rostro. En cuanto me vio, esbozó una sonrisa descarada, sin apartar la mirada de la pantalla.
—Mira nada más quién llegó tarde —bromeó, sin molestarse en cambiar de postura—. Pensé que iba a tener que llamar a emergencias porque desapareciste después de la junta.
—No exageres —respondí, soltando un suspiro mientras cerraba la puerta detrás de mí. Me acerqué y dejé el portafolio en una silla cercana. —Fue un día largo. Los inversionistas no fueron precisamente comprensivos.
—Ya me imagino —dijo Ángel, finalmente guardando el teléfono en su bolsillo y poniéndose de pie.
—¿Cómo te fue?
No sabía si quería hablar de ello, pero terminé contándole de todos modos.
—Me dieron tres meses para presentar algo tangible. Si no lo logro, se acabó. Así de simple.
Ángel asintió lentamente, cruzándose de brazos mientras me miraba con una expresión que, para variar, no estaba adornada con su típica sonrisa.
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Editado: 04.12.2024