COINCIDENCIAS
Elena.
El tiempo había pasado volando, los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses y cuando menos pensé, ya estábamos presentando los exámenes finales de cara a la graduación de la prepa, poco a pocos mis sueños se iban cumpliendo, de una forma lenta y casi dolorosa pero iba avanzando, estaba a escasos meses de terminar la preparatoria e iría a la universidad, algo con lo que soñaba desde que era una niña porque era el mejor modo que tenía para agradecerle a mi madre todo lo que había hecho por mí pero también porque era el único medio que tenía para salir de la situación económica en la que me encontraba y poder darle una vida más cómoda y holgada a mi madre y a mí misma.
Paula y yo habíamos quedado de ir a comprar nuestros vestidos para la fiesta de graduación en la primera oportunidad que tuviéramos y dicha oportunidad se presentó cuando en el restaurante decidieron hacer algunas reformas para que el dueño, que era ya un señor muy mayor, pudiera venderlo para retirarse e irse a vivir a España con su hija y pasar sus últimos años en paz, me parecía bien, después de todo no es que se fuera a retirar en la pobreza aunque sí me parecía una decisión un poco precipitada aunque Lorena decía que ya tenía mucho tiempo pensando en eso, lo único que me preocupaba era saber si yo iba a conservar mi trabajo o no, de ahí en más, quien fuera el dueño me daba igual. Paula me llamó para preguntarme a qué hora iríamos a buscar los vestidos y quedamos de vernos a eso de las cinco en la plaza del centro a donde fuimos cuando nos escapamos de la escuela, ese mismo día habíamos visto un par de vestidos de fiesta que nos encantaron pero que olvidamos de inmediato debido a que el precio era bastante elevado y ni Paula ni yo teníamos con qué pagarlo… ¿o sí?, recordé el calcetín viejo que estaba refundido en el fondo de mi ropero donde había una cantidad de dinero aceptable que bastaba para comprar mi vestido y el de Paula con todos sus complementos sin ningún problema, recordé también que había dicho que no quería nada de esa persona pero, no es como si me lo hubiera dado a cambio de…, no, es decir, me lo había dado como propina, una exagerada propina pero finalmente me lo había ganado de alguna manera, ¿o no?, además, no pasaría nada por usar un poquito, después de todo tanto mi amiga como yo nos merecíamos vernos divinas en la fiesta de graduación; después de pensarlo mucho, tomé mi mochila y saqué el bultito de dinero de su escondite y salí corriendo a encontrarme con mi amiga en el centro.
Al llegar a la plaza, Paula quiso que fuéramos directamente a la tienda de rebajas, pero yo noté su tristeza y como ya había decidido usar una parte del dinero que él me había dado hacía ya tanto tiempo en el restaurante en hacer feliz a mi amiga, le dije que no, que fuéramos a la tienda donde habíamos visto los vestidos que queríamos.
-Tú estás loca, Elena, no podemos pagar nada de lo que venden ahí.
-Tú cállate y camina, ¿quieres ese vestido o no?
-Si bueno, de querer, quiero, pero sé que no me lo puedo permitir.
Me detuve porque sabía que mi amiga no me dejaría hacer nada si no le decía la verdad así que, nos metí a un ascensor y apreté cualquier botón para poder hablar con ella mientras subíamos.
-Escucha, ¿te acuerdas que te platiqué que él había sido exageradamente generoso con el dinero de la propina de esa noche en el restaurante?,- Paula sólo asintió con la cabeza mirándome como quien sospecha algo especialmente desagradable- bueno, pues no mentía con eso, fue mucho dinero Pau, mucho en verdad.
- ¿De cuánto estás hablando al decir “mucho”?
-Sólo te diré que Lorena se quedó con lo correspondiente a la cuenta más un porcentaje para la propina de los demás y a mí me dio tres mil…
- ¿Tres mil?, bueno, no es mucho si lo piensas bien, es decir, es una cantidad aceptable, aunque para ser una propina si fue demasiado.
-No, Paula, es que no fueron tres mil pesos, fueron dólares.
A mi amiga casi se le cayó la mandíbula hasta el piso y los ojos se le salieron de las cuencas, en ese momento el ascensor se detuvo y tuvimos que salir porque si no, se vería sospechoso que estuviéramos subiendo y bajando. Caminamos hasta una esquina solitaria y ahí Paula exigió explicaciones.
-Elena, ¿tienes idea de cuánto vale eso en pesos?
-No, no realmente, es decir, sabes que esa ocasión fue muy dura para mí y no pensé en ese dinero hasta hoy, además sabes también que no lo quería así que sólo lo metí en un calcetín viejo y lo escondí, no sé, no pensaba usarlo.
-Amiga, eso son aproximadamente setenta mil pesos.
Yo no pude evitar soltar un gritito estridente que provocó que algunos que pasaban por ahí se volvieran a vernos. Eso era más de lo que yo me imaginaba, sabía que era mucho pero no que era tanto. Paula me miraba como si yo fuera una persona especialmente tonta a la que tienes que explicarle el mundo con bolitas y palitos.
-Yo, yo no sabía que era tanto. Aun así, Paus, nos merecemos tener algo hermoso, es decir, nos hemos esforzado mucho por conseguir terminar la escuela y nos merecemos ir a nuestra fiesta con lo mejor.
-Sabes que yo no te podré pagar si me prestas.