El precio de retroceder [próximamente]

Prólogo

El espacio profundo era un abismo insondable, un reino de sombras salpicado de estrellas distantes. Y en ese abismo, una nave solitaria avanzaba con rumbo fijo. La Erebus-7, un crucero de exploración avanzada de la Coalición de Investigación Científica, se deslizaba en la inmensidad, dirigiéndose a un destino desconocido.

A bordo, el capitán Elias Korver observaba la pantalla de navegación con el ceño fruncido. El planeta designado como X-292, situado al borde de un sistema estelar moribundo, aparecía en las lecturas como un mundo hostil. Sin atmósfera respirable, sometido a violentas tormentas electromagnéticas y rodeado de un anillo de escombros espaciales, era el tipo de destino que ninguna tripulación deseaba, pero que los científicos ansiaban explorar. Y la tripulación de la Erebus-7 estaba a punto de pisarlo por primera vez.

—Entramos en la fase final de aproximación —anunció Diane Vos, piloto principal de la nave, con los ojos clavados en los controles. —Gravedad estable, pero los sensores muestran actividad magnética irregular en la superficie.

—No me gusta —gruñó Korver, frotándose la barbilla. —Hemos visto esto antes. Algún tipo de interacción mineral con el núcleo planetario. ¿Posibilidad de interferencias en los sistemas?

La doctora Lian Chen, geofísica principal de la expedición, tecleó rápidamente en su consola.

—La radiación es extrañamente estable para un planeta con estas condiciones. Pero hay anomalías en la corteza. Algo está generando ondas de energía a niveles que no hemos visto antes.

—Lo que significa que podría haber algo valioso allí abajo —intervino Soren Drax, ingeniero de campo, con los ojos fijos en la pantalla de lecturas. —Recuerden que este planeta pasó demasiado cerca de un agujero negro en algún punto de su historia. Eso alteró por completo su estabilidad y sus condiciones geológicas. Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de estudiar algo así.

La nave activó sus retropropulsores, reduciendo la velocidad mientras atravesaban la capa de escombros que rodeaba X-292. Entonces, sin previo aviso, una sacudida recorrió el casco.

—¡Alerta! —gritó Vos mientras luchaba con los controles. —Algo nos golpeó, las lecturas están fluctuando.

Los indicadores parpadearon con violencia. Una onda de energía invisible había alcanzado la Erebus-7, afectando su estabilidad. Se activaron las alarmas de presurización.

—¡Compensadores de inercia sobrecargados! —informó Drax, maniobrando los controles auxiliares. —Voy a redirigir potencia para estabilizarnos.

Korver se aferró a su asiento, observando con tensión la pantalla principal.

—Abortamos el aterrizaje. No vamos a arriesgar la nave.

—¿Y las muestras? —intervino Chen. —Este planeta podría contener elementos nunca vistos. No podemos marcharnos con las manos vacías.

Hubo un momento de silencio. Finalmente, Korver soltó un suspiro y pulsó su intercomunicador.

—Despleguemos la Dron-03. Si no podemos aterrizar, que al menos recoja lo que pueda.

Minutos después, una sonda no tripulada emergió del compartimiento de carga y se precipitó hacia la superficie del planeta. En la pantalla, la tripulación observó mientras el dron descendía entre la tormenta electromagnética. Sensores y brazos mecánicos extendidos, comenzó a recoger muestras de la corteza.

Cuando el contenedor de recolección se llenó, la Dron-03 despegó de vuelta a la Erebus-7. La tripulación la observó regresar con alivio. Al abrir el compartimento de almacenamiento, entre la roca oscura y fragmentos de minerales extraños, un destello azul brillante llamó la atención de Chen.

—Esto... —murmuró, alzando un fragmento del material resplandeciente. —Nunca había visto algo así.

Drax entrecerró los ojos, examinando las lecturas en su escáner.

—Emite una frecuencia de energía constante. Si esto es estable, podría ser la fuente de las anomalías del planeta.

Korver cruzó los brazos.

—Guardémoslo en un contenedor aislante. No sabemos qué efectos podría tener esta cosa y no podemos correr riesgos. Si esto es tan especial como parece, habremos hecho historia.

La Erebus-7 abandonó la órbita de X-292, llevando consigo la mayor revolución científica de la era moderna. Ninguno de ellos sabía que, años después, ese mineral cambiaría el curso de la humanidad para siempre.




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