El Precio del Amor

Capítulo 1

Los cimientos que tiemblan

El sonido de los pasos resonaba en el mármol pulido del vestíbulo, mezclándose con el tintineo de las copas y las voces de los empleados que ajustaban los últimos detalles para la gala benéfica. La mansión Bradford, con su arquitectura neoclásica y sus techos altos decorados con frescos, era una muestra viva de una opulencia que parecía inquebrantable. Sin embargo, detrás de esa fachada impecable, la familia Bradford enfrentaba una crisis que amenazaba con desmoronar décadas de prestigio.

Alexander Bradford, el patriarca, se encontraba en su despacho, sentado en un sillón de cuero desgastado que había pertenecido a su abuelo. Sus ojos recorrían con detenimiento los números de un informe financiero mientras tamborileaba los dedos contra la mesa de caoba. La tensión en su mandíbula traicionaba la calma que intentaba proyectar. Frente a él, Charlotte, su esposa, revisaba con detenimiento la lista de invitados de la noche. El olor a café recién hecho llenaba la habitación, pero no bastaba para disipar el aire pesado que los envolvía.

—¿Cuánto queda en las cuentas? —preguntó Alexander finalmente, su voz baja pero cargada de preocupación.

Charlotte dejó la taza en la mesa auxiliar, cruzando las piernas con elegancia.

—Suficiente para cubrir esta gala... y no mucho más. Después de eso, tendremos que tomar decisiones drásticas.

Alexander asintió lentamente. Las palabras de su esposa no eran una sorpresa, pero escucharlas en voz alta las hacía más reales, más ineludibles. La fortuna de los Bradford, construida a lo largo de generaciones gracias a inversiones inmobiliarias y negocios arriesgados, se encontraba al borde del colapso. El peso de los errores financieros recaía sobre sus hombros, pero su mayor preocupación era el futuro de su legado.

—Esta noche es crucial, Charlotte —dijo finalmente, con un tono firme—. Necesitamos que Victoria impresione a Leandro Montenegro.

Charlotte levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de resignación y malestar.

—Alexander, estamos hablando de nuestra hija. No es un peón en nuestro juego.

—No es un juego —replicó él, su voz más áspera de lo habitual—. Es la supervivencia de esta familia. Si logramos consolidar una alianza con los Montenegro, tendremos una oportunidad de salir adelante.

Charlotte suspiró, cruzando los brazos. Aunque compartía la urgencia de su esposo, no podía evitar sentirse incómoda con la idea de manipular a Victoria. Su hija siempre había sido independiente y orgullosa, con un espíritu libre que la hacía destacar entre las jóvenes de su círculo social. Convencerla de aceptar a Leandro Montenegro como algo más que un conocido no sería tarea fácil.

Mientras tanto, en el piso superior de la mansión, Victoria Bradford estaba de pie frente a su armario. La habitación, amplia y decorada en tonos crema y dorado, reflejaba su gusto impecable. Sin embargo, en ese momento, la opulencia a su alrededor se sentía sofocante. Su mirada recorría los vestidos colgados en una fila perfecta, pero su mente estaba lejos.

Desde hacía meses, Victoria había notado un cambio en sus padres. Las conversaciones se detenían cuando ella entraba en una habitación, los susurros entre los empleados eran más frecuentes, y la tensión en el ambiente era palpable. Aunque nadie le había dicho nada directamente, ella sabía que algo estaba mal.

—¿Estás lista para conquistar a todos esta noche? —preguntó Helena, su dama de compañía, entrando en la habitación con una sonrisa cálida.

Helena había estado al servicio de los Bradford desde que Victoria tenía memoria, pero su relación iba más allá de las formalidades. Era una confidente, casi una hermana mayor.

—No estoy segura de querer conquistar a nadie, Helena —respondió Victoria, tomando un vestido de seda azul y sosteniéndolo frente al espejo—. Hay algo extraño en todo esto.

Helena arqueó una ceja, acercándose para ayudarla con el vestido.

—Tus padres siempre tienen grandes expectativas. Quizás solo están nerviosos por la gala.

Victoria no respondió de inmediato. Sabía que Helena intentaba tranquilizarla, pero su intuición le decía que lo que ocurría era más profundo que simples nervios. Finalmente, optó por el vestido azul, un diseño elegante que realzaba sus ojos y su figura.

Cuando la gala comenzó, la mansión Bradford se transformó en un espectáculo de luces y lujo. Los invitados llegaban en coches lujosos, vestidos con trajes y vestidos que parecían sacados de revistas de alta costura. La música suave de un cuarteto de cuerdas llenaba el aire, mientras los empleados se movían con precisión impecable, sirviendo champaña y hors d'oeuvres.

Alexander y Charlotte se posicionaron estratégicamente cerca de la entrada, saludando a cada invitado con sonrisas calculadas y cumplidos bien ensayados. Sus ojos se desviaban constantemente hacia la entrada principal, esperando la llegada de los Montenegro.

Finalmente, los vieron. Leandro Montenegro entró al gran salón con una confianza natural que captó la atención de todos. Su traje negro, perfectamente ajustado, realzaba su porte elegante. Sus ojos oscuros recorrían el lugar con una mezcla de curiosidad y reserva. Detrás de él, sus padres intercambiaban saludos con los anfitriones y otros invitados, pero Leandro se mantenía en silencio, como si el bullicio a su alrededor no le afectara.

Victoria, desde el otro lado del salón, notó su llegada. Había oído hablar de Leandro Montenegro, el joven heredero de una de las familias más influyentes del país. Sin embargo, al verlo en persona, no pudo evitar sentirse intrigada. Había algo en su manera de moverse, en la mirada intensa que parecía analizar todo a su alrededor, que despertó su curiosidad.

—Victoria —dijo Alexander, acercándose con una sonrisa—. Quiero presentarte a Leandro Montenegro.

Ella giró para encontrarse cara a cara con él. Durante un breve instante, el ruido de la fiesta pareció desvanecerse.




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