Carlos lo sabia bien, por que el también lo soñaba. Pero su sueño no era solo de Él. Era el sueño de su madre, el de su hermana, el de los amigos que ya no estaban. A veces, el sueño te consume sin que te des cuenta, y cuando miras para atrás, ya has pagado más de lo pensabas.
Manuel, su hermano de vida lo acompaña en su viaje incierto. Los dos crecieron en las montañas de la República Dominicana, donde el sol te quema y el mar te promete libertad. Pero ahora, ese mar parece lejísimo. Ahora, el sol del desierto, implacable, le marcaba el camino hacia una frontera más que un muro, era una pared invisible. No podían mirar atrás, pero la tierra que dejaron atrás valía más que cualquier muro.
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Editado: 24.02.2025