El Príncipe de la Luna Azul.

La Guardiana de la Luna

El claro del bosque parecía encantado bajo la luna azul. Aelar no se atrevía a dar un paso más. Frente a él, la joven de cabello plateado y mirada luminosa seguía tocando su flauta de cristal. La melodía flotaba en el aire como un susurro antiguo, y las flores nocturnas parecían inclinarse para escucharla.

Cuando ella terminó de tocar, el silencio fue tan profundo como la música. Aelar dio un paso adelante, con el corazón latiendo con fuerza.

—No quise interrumpirte —dijo con voz suave—. Pero tu música… es como si el cielo hablara.

La joven lo miró sin sorpresa, como si ya supiera que él aparecería allí.

—Tú eres el príncipe —dijo simplemente—. El que camina por los jardines cuando todos duermen.

Aelar asintió, desconcertado.

—Y tú… ¿quién eres? —preguntó.

Ella se levantó con gracia. Su vestido parecía hecho de la misma luz azul que bañaba el claro. Había una calma antigua en su mirada, algo que iba más allá del tiempo.

—Me llamo Selene. Soy la guardiana de la luna azul.

El príncipe la miró, intentando comprender.

—¿Eso significa…?

—Significa que yo cuido la armonía de su luz —respondió ella—. Cada noche, toco para ella. La música es el lazo que la mantiene viva y serena.

Aelar bajó la vista, como si de pronto entendiera algo importante.

—Entonces... si tu música cesara...

—La luna perdería su brillo —dijo Selene, con tristeza suave—. Y el reino perdería su calma.

El príncipe la observó con una mezcla de asombro y ternura.

—¿Por qué nadie lo sabe? —preguntó—. ¿Por qué estar sola en esto?

—No todos deben saberlo. El amor por la luna es suficiente para que mi labor tenga sentido.

Aelar se acercó un poco más.

—¿Y no deseas que alguien comparta ese amor contigo?

Selene lo miró, y en sus ojos había una chispa tímida.

—Tal vez —susurró—. Pero no puedo pedirlo. Lo mío no es el mundo de los hombres.

El silencio volvió a envolverlos, pero ya no era incómodo. Aelar se sentó sobre la hierba, junto a ella.

—Entonces… ¿puedo escuchar de nuevo mañana?

Selene sonrió. Por primera vez, sonrió de verdad.

—Si vienes solo, y en silencio.

El príncipe asintió. Y esa noche, cuando regresó al castillo, su corazón no era el mismo. Había escuchado la música de la luna… y había conocido a su guardiana.




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