El principio del fin

2

Capítulo 2

Natalia

No podía creer lo que había hecho, cómo me había atrevido a abandonarlo, casi asegurando con ello su muerte. ¿Qué clase de guardiana era que, en el primer enfrentamiento, abandonaba a mi propio marido?

Mi cabeza no era capaz de procesar mis propios actos, con la llave que nos había separado fuertemente agarrada en la mano derecha, hasta el punto de que el color de mis nudillos desapareciera. Había abandonado a la mitad de mi alma al otro lado de aquella maldita puerta. ¿Cómo había permitido que me convencieran?

Empecé a sentir cómo la vista se me nublaba, llevándome a pensar que en cualquier momento el dolor que me inundaba lograría que perdiera la conciencia. Me di cuenta de que no era así cuando noté humedad en mis mejillas, estaba llorando. En aquel instante fue cuando realmente me rompí en mil pedazos.

Delante de aquella antigua puerta de madera, en un patio de piedra, con la estatua de una joven muchacha, clavé las rodillas en aquel duro y frío suelo, donde no pude retener por más tiempo lo que había dentro de mí.

—¡Quiero desaparecer! ¡Quiero desaparecer! —grité con todas mis fuerzas.

A punto de que mi deseo se hiciera realidad y aislándome en aquel lugar al que solo yo podía ir, noté unas fuertes manos sujetando cada uno de mis brazos que me ayudaban, apoyando las manos en el seco suelo, a que no quedara extendida en él por el agotamiento y la desesperación.

Con la poca fuerza de voluntad que me quedaba en aquel momento, levanté la cabeza para ver quién me estaba reteniendo en un lugar en el que no deseaba quedarme si Jan no estaba en él.

—Natalia, por favor, mírame. Necesito que vuelvas. Mírame, necesito que me ayudes. —Podía escuchar la voz de Oyds, como si estuviera muy lejos, y sentir el calor de sus manos.

—¡No, me rindo! ¡No pienso seguir con esta locura! ¡No pienso ver más muerte! ¡Dejo de ser la guardiana desde este preciso momento! ¡No soy quien necesitas! No he podido salvar a Jan —le dije a Oyds sin ser capaz de controlar los gritos que se escapaban por mi garganta. Sin importarme el que alguien pudiera oírme.

—Ni se te ocurra marcharte a ningún lugar, ¡¿me oyes, Natalia?!

—¿Y para qué voy a quedarme si no soy capaz de hacer lo que se supone que debo? Si no he podido salvar al padre de mi hijo —le grité a Oyds, agarrándome el vientre con fuerza para que nadie pudiera arrebatarme la única parte de él que me quedaba.

—Por ese hijo que llevas en tus entrañas no te vayas a ningún lado, por favor. Llora todo lo que quieras, grita, patalea, pégame si con eso te sientes mejor, pero sin moverte de aquí. —Sin esperar a que contestara, separó sus templadas manos de mis brazos.

No sé muy bien qué fue lo que me retuvo en aquel lugar. Hubiera podido levantarme, volver a abrir la puerta e ir en busca de Jan, pero ¿de qué hubiera servido aquella acción suicida? Mi fuerza, tanto en la lucha como en la magia, era insignificante, como había podido comprobar, en comparación a la de los seres que había al otro lado.

Mi cabeza hervía con pensamientos imposibles, derrotistas e incluso asesinos. El espacio en el que me encontraba no existía para mí, no lo veía y no solo por el torrente de lágrimas que salían de mis ojos sin que pudiera contenerlas, sino porque la ira que iba creciendo dentro de mí se la debía exclusivamente a Bidari, el guerrero de la muerte que me había apartado de Jan. El hombre al que en aquel momento más ganas tenía de ver bajo tierra, ya que todo aquel infierno lo estaba viviendo por su culpa.

Pude notar cómo Oyds me quitaba la mochila que aún cargaba a mis espaldas, sin que me molestara en preguntar qué estaba haciendo, para qué la quería.

Su voz sonó como si estuviera muy lejos de mí, hablando con alguien a quien no me molesté en saber de quién se trataba. No era capaz de pensar en nadie más que no fuera Jan. La ira me corría por las venas, acelerando mi corazón hasta poderlo notar en la garganta.

—No te preocupes, tranquilízate, pronto curarán tus heridas y calmarán tu dolor, pero para ello debes aguantar. Ahora llamaré con el teléfono de Natalia a unos amigos. Aguanta, preciosa. No cierres los ojos. Hazlo por mí. Natalia, por favor, ven a ayudarme —escuché que me pedía Oyds.

—¡¡Déjame tranquila!! ¡¡Déjame con mi dolor!! —le grité, desesperada.

—Oyds, déjala. No es el mejor momento. No sé a quién narices tienes que llamar. No tengo fuerzas ni para respirar y a ella tenemos que sacarla de aquí. Tenemos que llegar hasta Cádiz. —La voz que escuchaba me resultaba familiar, aunque no llegaba a saber de quién era. El débil tono, como si le faltara el aire. Cada frase que le escuchaba decir me parecía agotadora.

—No pienses en eso ahora. Solo procura no dormirte —le dijo Oyds con angustia en su voz y puro amor al mismo tiempo.

—Oyds, mi hermana sigue al otro lado de esa puerta.

Al escuchar aquella última frase de una conversación en la que no tenía intención de implicarme pude descubrir que la débil y ahogada voz era la de Sara. No había pensado en que ella también había atravesado la puerta antes de que la cerrara.

Quise levantarme e ir hacia donde estaban, asegurarme de que se encontraba bien, pero algo que jamás había sentido por ella me lo impidió. Por primera vez en todos los años que habíamos estado juntas la odié. Odié que ella pudiera estar allí, a salvo de aquel implacable guerrero de la muerte en vez de Jan.

Era probable que aquel pensamiento me arrancara del deseo de desaparecer. Ese odio que empezaba a crecer dentro de mí por todos los que no habían ayudado a Jan a salvarse fue desapareciendo lentamente, recordando que esa parte de mí la debía mantener bajo control o la magia oscura se apoderaría de mí. Le dije a Jan que sería capaz de mantenerla a raya y, por mucho que me doliera en el alma lo que acababa de ocurrir, esto no había acabado.

Aún tenía amigos al otro lado, familia, Joel… No podía fallarles, no podía fallar a mi hijo, a quien no le dejaría como herencia un mundo de miedo, odio y subyugación en el que crecer. Y, sobre todo, no podía fallarle a Jan, quien había confiado en mí desde antes de que yo existiera.



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En el texto hay: juvenil, romance, aventura y magia.

Editado: 26.11.2020

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