Narra Ifigenia
Al día siguiente, estaba tumbada en mi cama, perdida en mis pensamientos y dejando volar mi imaginación. Recordaba el encuentro con mi profesor y cómo nos conocimos. Mi corazón latía con fuerza solo de pensarlo. Cuando sonó mi alarma, me levanté emocionada, sabiendo que vería a James de nuevo.
Rápidamente arreglé mi cama, tomé una ducha y revisé mi armario. Opté por unos jeans ajustados, un top negro y una chaqueta roja que hacía juego con mis sandalias de plataforma. Me miré en el espejo y me sentí más segura y atractiva de lo habitual.
Bajé rápidamente, sin desayunar, ansiosa por llegar temprano a la escuela. Me despedí de mi madre y me subí al autobús.
Una vez en la institución, revisé mi horario y me di cuenta de que las tres primeras horas eran con James, mi profesor de literatura. No podía evitar sentir una emoción especial al pensar en su clase. Entré al salón y me encontré con que estaba vacío, ya que había llegado temprano. Tomé asiento cerca de su escritorio y saqué mi diario para escribir.
De repente, percibí un aroma delicioso en el aire. Era un perfume suave y masculino. Levanté la vista y allí estaba él, apoyado en el marco de la puerta. Llevaba unos jeans y una camisa informal que le quedaban increíblemente bien.
- Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy - dijo acercándose a mí.
- Sí, profesor... pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor - respondí, mordiendo mi labio inferior de manera coqueta.
No podía creer lo que estaba haciendo. Nunca antes me había comportado así.
Él me contestó con una mirada sexy, lo cual solo aumentó mi deseo de coquetear. Poco a poco, se fue acercando a mí, pero antes de hacerlo, cerró la puerta del salón. No sabía a qué estaba jugando, pero yo estaba dispuesta a seguirle el juego.
Extendió su mano y yo la tomé tímidamente.
- Sabes, Ifigenia - dijo con dulzura -, eres muy hermosa y no sé por qué, pero siento que te gusta provocarme. Y te diré algo, a mí me gusta que me provoques, porque eso logra encenderme.
Sus palabras me hicieron estremecer. Sin más preámbulos, puso sus manos en mi cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos. Nos acercamos y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. Era mi primer beso y no podía creer lo maravilloso que era. Sentí cómo sus manos acariciaban mi espalda, descendiendo hasta llegar a mis nalgas, mientras él me pegaba más a su cuerpo.
Estaba volviéndome loca. Quería que esto continuara, pero sabía que debíamos separarnos antes de que alguien nos descubriera.
- Gatita, esto lo terminaremos más tarde - dijo con excitación. Antes de que los demás compañeros entraran al salón, me guiñó un ojo, a lo que yo respondí con una sonrisa traviesa.
La verdad es que no sabía a qué estábamos jugando, pero no iba a detenerme. Me había metido en esto y quería ver hacia dónde nos llevaría.
Bueno, bueno, volviendo al dios nórdico. Comenzó la clase y yo moría con su voz. Era suave, sexy y masculina. Era alto, con un cuerpo perfectamente marcado. Su piel clara contrastaba con su cabello castaño, un poco largo y ligeramente despeinado. Sus ojos cafés avellana y su sonrisa con hoyuelos eran simplemente hermosos. Decir que era el hombre más guapo que había visto en mi vida era quedarse corta.
- ¡Ey! Ifigenia, ¿me estás prestando atención? - dijo alguien con una voz aguda.
Era Heidi, mi mejor amiga desde preescolar. Habíamos compartido bellos momentos juntas, desde que compartimos los columpios. No entendía por qué no había venido a la escuela el primer día.
- Claro que sí, solo me distraje un poco, lo siento - respondí.
- ¿Y en qué te distraíste? ¿En él? - dijo señalando a James.
- ¿Q-Qué? No, no, bueno, sí - tartamudeé.
- No te culpo - dijo riendo -, es muy guapo. ¿Sabes cómo se llama?
- Tiene un nombre precioso... se llama James Santiago - respondí.
- ¿James Santiago? ¿No teníamos un compañero en secundaria que se llamaba así? - se quedó pensando por un momento y luego me miró con una sonrisa pícara -, ¡Es él! ¿Verdad? Es el chico del que estás enamorada desde los 13 años.
No supe qué contestar. Me quedé paralizada por un momento.
- Cállate, Heidi.
Al terminar la clase, esperé a que todos salieran y me acerqué a su escritorio.
- Señorita Rodríguez, ¿qué se le ofrece? - preguntó James.
- Creo que tenemos algo pendiente, profesor - dije con una risa seductora.
Vi cómo se levantaba y cerraba la puerta del aula. Luego se acercó a mí y me tomó de la cintura, mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos.
- Gatita, esto no ha terminado - dijo antes de besarme una vez más.
Salí de su salón suspirando, emocionada por lo que vendría. Cada vez me gustaba más este hombre, y la atracción entre nosotros seguía creciendo.
Narra James
Al ver a Ifigenia entrar al salón temprano, sentí cómo mi corazón se aceleraba. No podía evitar sentir una atracción intensa hacia ella, algo que iba más allá de la relación profesor-alumno. Mientras me acercaba a ella, no pude evitar notar lo hermosa que lucía con su outfit ajustado y su sonrisa traviesa.
- Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy - dije, tratando de mantener la compostura.
- Sí, profesor... pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor - respondió ella, mordiendo su labio inferior de manera coqueta.
Esa pequeña acción desató algo en mí. Sentí cómo la tensión sexual entre nosotros se intensificaba. Me acerqué lentamente, cerrando la puerta del salón. Quería jugar su juego, dejarme llevar por la atracción que sentía hacia ella.