Narra Tomás
Era temprano en la mañana cuando recibí un mensaje de Ayelen. Me despertó el sonido de mi celular y vi que era ella.
- Hola, Pan, me preguntaba si querías ir a la biblioteca conmigo - decía el mensaje.
No pude evitar sonreír al leerlo. Cada vez me gustaba más esta chica, así que respondí de inmediato.
“¡Hola, chica mermelada! Me encantaría ir contigo. Pasaré por ti a las 7:30 am” le escribí.
No pasó ni un segundo antes de que me respondiera.
“¡Genial! Te espero. Beso.”
Me sentí emocionado mientras me preparaba para salir. Sabía que pasaría un buen rato con Ayelen y estaba ansioso por verla de nuevo.
Narra Ayelen
Después de desayunar con mi papá, corrí a mi habitación para arreglarme. Estaba emocionada por mi cita con Tomás. Cuando llegó la hora, lo vi llegar con un hermoso ramo de rosas.
- Buenos días, hermosa, - dijo mientras me besaba en los labios.
- Buenos días, - respondí sonriendo.
Me entregó el ramo de flores y le agradecí. Eran hermosas.
- Puse las flores en un florero, lo dejé en la mesa y nos fuimos a la biblioteca más grande de Nueva York
- ¡Wow! Cuántos libros, - exclamé asombrada.
- Es la mejor biblioteca de la ciudad, la más grande, - dijo Tomás mientras me miraba a los ojos.
Me acerqué al estante y vi un libro que me encantó. Era el último libro de F. Scott Fitzgerald y lo tomé.
- ¿Te gustaría leer este libro conmigo? - pregunté sonriendo.
- Me encanta… es un buen libro el que elegiste, - respondió Tomás.
- Lo sé… es mi favorito, y también era el de mi madre, - dije con nostalgia.
- Tu madre… nunca me hablaste de ella, - comentó Tomás.
- Mi madre… falleció cuando yo tenía 2 años, - dije bajando la mirada con tristeza.
- Lo siento mucho… no debí preguntar, - dijo Tomás apenado.
- No pasa nada… leamos el libro, - respondí tratando de cambiar de tema.
- Claro, vamos, - dijo Tomás.
Después fuimos a sentarnos a una mesa de la Biblioteca...
Y allí estuvimos, leyendo el libro y compartiendo ideas. Cada día me gustaba más estar con Tomás. No podía creer todo lo que teníamos en común. Era como si estuviéramos destinados a estar juntos.
Narra Tomás
Me sentí muy mal cuando Ayelen me contó que su mamá había fallecido. No sabía cómo reaccionar, pero traté de ser comprensivo y apoyarla en todo lo que pudiera.
Después, cuando nos sentamos para leer el libro, no podía dejar de admirarla. Ayelen era tan inteligente y sencilla a la vez. Me encantaba su forma de hablar de cualquier tema, y nunca había conocido a una chica como ella. Era tan adulta, pero a la vez tan inocente.
Estuvimos leyendo durante cinco horas, inmersos en el libro. Cuando terminamos, salimos de la biblioteca.
- ¿Y ahora? ¿A dónde vamos? - preguntó Ayelen con una voz tan dulce que me provocó besarla.
- Ven, quiero que conozcas un lugar - le dije con una sonrisa.
- ¿Qué lugar? - preguntó curiosa.
- Ya lo verás - dije misteriosamente y nos fuimos.
Después de un trayecto silencioso, nos comunicábamos solo con nuestras miradas. Finalmente llegamos.
- Llegamos - dije sonriendo.
- Llegamos - repitió ella mirando el edificio.
La llevé adentro.
- Bienvenida a mi departamento - le dije.
Ella se quedó mirando todo en silencio y después dijo:
- Es muy lindo.
Narra Ayelen
Me quedé pensando por un momento. ¿Por qué me trajo a su departamento? Pero a la vez, no pude evitar sonreír. Sentí que Tomás había tenido la confianza de mostrarme donde vivía. Él me mostró cada rincón de su departamento y después volvimos a la sala. Yo no paraba de sonreír y sin pensarlo dos veces, lo besé sorpresivamente. Ambos caímos en el sillón.
Pasamos horas viendo películas y riéndonos hasta que vi mi reloj y me di cuenta de que ya era tarde.
- Me tengo que ir - dije sin ganas de irme.
- No quiero que te vayas - dijo Tomás haciendo pucheros.
- Yo tampoco quiero irme, pero...
- Tu papá debe estar por llegar - dijo, interrumpiéndome - Lo sé.
Lo besé y él me correspondió.
- ¿Qué me pasa contigo? - pregunté, mirándolo a los ojos - ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?
- No lo sé... pero te entiendo, porque yo tampoco dejo de pensar en ti - respondió Tomás.
Me besó y yo le correspondí. Después me llevó y me dejó en la puerta de mi casa.
- Gracias por traerme - dije besándolo - Nos vemos mañana, a menos que ya te hayas aburrido de mí - dije jugando con mi cabello.
- Jamás me aburriría de ti - dijo Tomás acariciando mi cabello - Conocerte fue lo mejor que me pudo pasar.
Lo besé otra vez.
- Sabes, nunca disfruté tanto cruzar el semáforo en verde... Si no lo hubiera hecho, no te habría conocido - dije sonriendo.
- Definitivamente, ese fue el mejor accidente de mi vida - respondió Tomás con una sonrisa.
Nos despedimos y yo bajé del auto. Al entrar, fui a la cocina y mi papá estaba terminando de cocinar.
- Ayelen, ¿dónde estabas? - preguntó preocupado - Mira qué hora es - dijo señalando el reloj - Te llamé y no contestabas.
Me quedé pensando en mi respuesta por un momento y solo se me ocurrió decir: