Narra Ayelén
Al día siguiente me desperté muy temprano y rápidamente fui a ducharme. Fue extraño porque mi papá siempre discutía conmigo porque no quería despertarme.
Salí de la ducha y comencé a buscar mi ropa, no podía decidirme por nada. Otra cosa extraña, ya que normalmente no me arreglaba mucho para la escuela. Pero la verdad es que estaba emocionada por ver a Tomás... Mi papá gritaba desde abajo.
- Ayelén, apúrate... llegarás tarde a la escuela.
Así que después de cambiarme de ropa más de cinco veces, decidí usar un vestido color rosa pastel y unos zapatos blancos. Ondulé un poco mi cabello y me gustó cómo me veía. Tomé mi mochila y bajé.
- ¿Te arreglaste para ir a la escuela? Esto sí que es raro - dijo mi papá en tono burlón.
- Ya basta, papá. Es solo que me gusta este vestido... Vámonos, ¿sí? - dije.
Cuando llegamos a la escuela, me despedí de mi papá con un beso en la mejilla.
- Ten un buen día, mi niña - dijo.
- Gracias, tú también - respondí.
Bajé del auto y entré a la escuela.
Caminaba por los pasillos de la escuela cuando, de repente, al fondo del pasillo, como si una luz muy brillante apareciera... Era Tomás. No parecía un profesor normal, su forma de caminar hacía que todos, o mejor dicho, todas, lo voltearan a ver. Él me vio y me sonrió, caminó más rápido hasta encontrarse conmigo.
- Buenos días, Ayelén - me dijo con voz seductora.
- Buenos días, Tomás, quiero decir buenos días Profesor Paniagua - dije.
Tomás me miró extrañado.
- Estamos en la escuela, lo olvidas - le expliqué.
- No importa, qué bueno que te veo - volteó a sus lados asegurándose de que nadie pudiera escucharnos - Te quería invitar a algo.
- ¿Ah sí? ¿Y qué es? - pregunté.
- Bueno, hace tiempo escribí un libro para niños y me pidieron que lo leyera porque lo van a publicar - dijo.
- Tú escribiste un libro - dije riendo - Creí que eras profesor de matemáticas, no de literatura.
- Sí, soy profesor de matemáticas - dijo - Esto fue un proyecto extracurricular.
- Ya veo - dije.
- Entonces, ¿te gustaría venir conmigo? - preguntó.
- Me encantaría - dije sonriendo.
- Me encantará verte ahí - dijo.
- Y ¿dónde y cuándo es? - pregunté.
- Hoy por la noche en el Café Soledad. ¿Te acuerdas? Es el café al que fuimos ayer - respondió.
- ¡Claro! No puedo esperar para ir - dije emocionada.
Después de clases, el resto del día transcurrió entre nervios y emoción. No podía dejar de pensar en el libro que Tomás había escrito. Me preguntaba cómo sería y qué tipo de historias habría creado. Además, estaba ansiosa por pasar más tiempo con él fuera del entorno escolar.
Finalmente, llegó el momento de encontrarnos en el Café Soledad. Caminé hacia el lugar con una sonrisa en mi rostro, sintiendo mariposas en el estómago. Al entrar, mis ojos buscaron a Tomás y lo vi sentado en una mesa cerca de la ventana. Se veía tan guapo como siempre, con una mirada llena de entusiasmo.
- ¡Hola, Ayelén! - exclamó Tomás levantándose para saludarme.
- ¡Hola, Tomás! - respondí emocionada mientras nos dábamos un cálido abrazo.
Nos sentamos y comenzamos a conversar sobre el libro que había escrito. Tomás compartió su inspiración y los personajes que había creado. Me contó sobre la historia y cómo había trabajado en ella durante mucho tiempo. Quedé realmente impresionada por su talento y dedicación, admirando su capacidad para dar vida a emocionantes aventuras y personajes entrañables.
Después, llamaron a Tomás y él se dirigió al escenario. Observé con orgullo cómo compartía su historia con el público presente en el café. A medida que leía fragmentos de su libro, me sentía conmovida y no pude evitar sentirme identificada. La historia trataba sobre una niña que había perdido a su mamá y que se quedaba con su papá, quien la amaba profundamente. La conexión entre los personajes y mi propia experiencia personal me emocionó aún más.
Después de terminar de leer, Tomás bajó del escenario y se acercó a mí.
- Estoy muy emocionado de que mi libro sea publicado - dijo Tomás con una sonrisa radiante.
- Lo entiendo, Tomás. Debes estar muy orgulloso de ti mismo - respondí sinceramente, admirando su logro.
Pasamos el resto de la noche disfrutando de la compañía del otro y compartiendo nuestras pasiones e intereses. Fue una velada encantadora llena de risas y una conexión genuina. Hablamos sobre nuestros sueños y proyectos futuros, inspirándonos mutuamente a seguir persiguiendo nuestras metas.
Al final de la noche, Tomás me acompañó a casa. Nos despedimos con la promesa de seguir apoyándonos en nuestros proyectos y sueños. Me sentí profundamente agradecida por tener a alguien como Tomás en mi vida, alguien que me inspiraba y hacía sentir especial.
Mientras me preparaba para dormir esa noche, reflexioné sobre lo afortunada que me sentía de haber conocido a Tomás. Estaba emocionada por ver cómo se desarrollaría nuestra amistad y qué aventuras nos esperaban en el futuro. Sabía que, con su apoyo y amistad, podríamos enfrentar cualquier desafío y alcanzar nuestras metas juntos.
Narra Tomás
Mientras me preparaba para dormir esa noche, reflexioné sobre lo afortunado que me sentía de tener a Ayelén en mi vida. Cada día a su lado era un regalo, y no podía evitar sonreír al recordar los momentos que habíamos compartido.
Pensé en la forma en que Ayelén me apoyaba en mis proyectos y sueños, y cómo su presencia siempre me inspiraba a ser mejor. Su pasión y determinación eran contagiosas, y juntos habíamos superado obstáculos y alcanzado metas que nunca creímos posibles.