El Puente Carmesí

Desde cero

 

Capítulo 1: Desde cero 

Aquella noche, el color de sus ojos repelía de una forma cristalina, la luz de las estrellas y uno no necesitaba alzar la mirada pues el universo y sus astros se escondían tras sus pupilas.  

- ¿Vas a irte temprano
- Supongo, debo comenzar de cero. Si comenzará a llegar tarde a todos lados, es como si comenzará en algo que ya empecé en mi anterior yo, un dos o tres en escala de números. No un cero. Yo busco un cero.   
- Está bien, suerte en tu nuevo cero. Lamento que no podamos superar esto, creí que podríamos. Mucha
suerte.

Cruzó la puerta que había cruzado mil veces antes y que con seguridad esperaba cruzar mil veces más algún día. Aún por la ventana podía ver su silueta, espectral y bella como aquella primera vez. El parque estaba vacío, lo cual no era sorpresa, casi nadie nunca iba a ese vergonzoso lugar, a excepción de esos vagos, igualmente vergonzosos. Unos pasos dejando detrás las estructuras oxidadas de esos juegos que ya ningún niño normal usaría, la calle se extendía húmeda y limpia, que bajo la tenue sombra del crepúsculo, uno podía verle el lado poético y bello a aquello. No había vecinos, ni mascotas, o ruido. Su casa se situaba en la última sección, donde apenas y se podían ver rastros de humanidad. Solía creer que vivía en un lugar alejado del mundo, aunque estuviese rodeado de mucha gente. Los postes de luz emitían destellos cortos y largos, señal de que estaban muriendo. Más en el fondo, existía un desvío hacia los ríos, una parte de la ciudad donde la vegetación y las tortugas eran residentes de antaño. Aquella zona se extendía hasta el firmamento en el patio trasero de las últimas casas de la ciudad, donde él vivía. Para evitar unirse al grupo de gatos y vagabundos que yacían perdidos allí, era necesario atravesar el bosque por el puente principal. Un puente carmesí, imponente, largo y sin final visible. Lugar que no inspiraba mucha confianza. Se decía que al estar a medio puente, el más sonoro grito era ahogado por el completo silencio de los árboles y las aguas brumosos que no conocían la calma. Cómo si el mismo infierno hirviera debajo, o un incendio siempre tuviese combustible, un sonido diabólico cubría el centro del viaje al otro lado del puente, un sonido que no era sonido, si no un alarido de odio de el bosque. Nadie en su sano juicio cruzaba el lugar en la noche, más que algún valiente lo hacía de día, y uno que otro loco o infeliz que no quisiera ser encontrado jamás. Las autoridades no llegaban hasta ese punto de la ciudad, apenas y se registraban delitos en todo Paso De Tortuga, por lo que las desafortunadas almas perdidas, podían darse por extintas, pues nadie iría a buscarlas. 

- Un nuevo cero, un nuevo comienzo. - se dijo. 

Al seguir avanzando, la calle poética se volvía tierra común.

- “Nuestro pasado no tiene reversa” le había dicho en sollozos ella una vez. Quizá se lo había creído, como una enfermedad que se pudo curar en el pasado, pero que ahora ya estaba demasiado avanzada. ¿Si se pudiese cambiar ese pasado su amor hubiera tenido otro desenlace?

Entonces en lo que se cuestionaba porqué se dirigía a ese lugar, no presto atención al tiempo y ya de pronto se encontraba frente a la muralla de árboles. El espeso bosque se hundía en las sombras, y los chillidos que de ahí provenían solo evocaban la huida. Un silbido del viento que atravesaba los altos robles y raspaba la baja maleza acompañaba la sensación de estar frente a un secreto viviente, un misterio olvidado. Una tortuga se desplazaba sin miedo hacia la oscuridad. ¿Habrían descubierto las tortugas el secreto detrás del valor? ¿Es que habían desarrollado un sistema de defensa para evitar morir en las fauces de los monstruos que la imaginación de Félix asociaba a ese lugar? ¿O la muerte para las tortugas era una experiencia de trascendencia donde era necesario ir sin miedo a esa destino? Quizá solo eran tortugas buscando agua.

- Será feliz sin mi - decía en un suspiro. Seguro que lo será, son sólo unos pocos pasos, y un cara a cara con el olvido.  

La seriedad había iniciado. Los pies apenas andaban, y la mirada quería desviarse, pero no se detuvo. Los susurros fantasma se esparcían entre la neblina y la voz de la noche lo llamaba a sus adentros “Ven” en una serpentina y lenta atracción. El resplandor de la luna fue cubierta por las nubes y la oscuridad hizo suya cada centímetro. El puente carmesí se extendía en una línea que se perdía entre los árboles. La estructura de metal pesado había sido construido hacía años atrás, en una época olvidada. “Yo siempre estaré contigo Félix en esta fotografía” le había dicho Scarlett luego de tomar una fotografía con su teléfono celular. Una fotografía, un pedazo del pasado. De vez en cuando la miraba, para acordarse de ella. Y de vez en cuando quería borrarla, para olvidarse de todo. Una vez emprendido el cruce no se podía regresar del puente.




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