Soñé otra vez.
Pero esta vez no era como antes.
No estabas tú.
Estaba yo… en un lugar que no debería conocer.
Y aún así, lo sentía mío.
Era una casa vieja, de piedra gris y ventanas alargadas.
Los pasillos estaban llenos de libros y velas que no
parpadeaban.
Oía voces. No las entendía, pero cada palabra me dolía.
Una mujer cantaba.
Una puerta se cerraba.
Y yo… yo corría.
Corría por ese lugar como si me estuvieran arrebatando
algo.
Como si supiera que si me quedaba dormida un segundo
más, me lo quitarían todo.
Desperté jadeando.
Mi pecho subía y bajaba como si hubiera huido en la
realidad también.
Mis manos temblaban.
Y tenía lágrimas en los ojos.
No entendía por qué, pero me sentía…
vacía. Rota.
Como si una parte de mí hubiera sido arrancada en ese
sueño.
Como si alguien hubiera cerrado con llave un cuarto
entero dentro de mí.
No era una pesadilla.
Era un robo.
No desayuné.
No saludé a nadie.
Salí de casa como quien busca a un médico cuando no
puede respirar.
Y fui a la biblioteca.
Subí las escaleras con la urgencia de quien ya no soporta
el peso de lo desconocido.
Kael estaba ahí.
De pie, entre los estantes.
Parecía estar esperándome.
Aunque no me miraba.
Me acerqué sin dudarlo.
Mi voz salió más fuerte de lo que imaginé.
—Necesito saber más.
Él levantó la mirada.
Sus ojos no parecían viejos.
Parecían… antiguos.
—¿Más de qué? —preguntó, con suavidad.
—De los sueños. De lo que significan. De por qué duelen
tanto.
—Duelen… —repitió, como quien recuerda un idioma
olvidado—.
Entonces ya no estás dormida.
Fruncí el ceño.
—¿Qué quiere decir eso?
Kael cerró el libro que sostenía.
Lo dejó sobre un estante y me observó como si buscara
algo en mí.
—Cuando el alma empieza a despertar, el cuerpo sufre.
No por lo que le falta, sino por lo que ya no puede ignorar.
Quise responder.
Pedir claridad.
Pero él ya se había alejado, desvaneciéndose entre los
estantes como una sombra que nunca estuvo.
Quedé sola.
Otra vez.
Pero esta vez… con una certeza dolorosa en el pecho:
alguien, en algún lugar, me está esperando.
Y alguien más… está tratando de evitar que lo recuerde.
Carta 6: “Me están alejando de ti”
A ti, el que aún no aparece…
Esta noche soñé con un lugar que me pertenecía, aunque
no lo reconocía.
Corría como si algo dentro de mí supiera que estaban
cerrando una puerta.
No estabas.
Pero sentí tu ausencia como si gritaras detrás de una
pared.
Desperté con un dolor que no puedo explicar.
Como si me arrancaran algo que nunca tuve… pero
siempre fue mío.
Fui a buscar respuestas.
Y un hombre me dijo que ya no estoy dormida.
¿Eso significa que tú también estás despierto?
¿Que estamos recordando juntos?
Si es así… por favor, resiste.
Yo también estoy luchando con esta tristeza que no tiene
forma ni nombre.
Y aún así, cada día te siento más cerca.
Etha
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Editado: 13.07.2025