El puente de las memorias

Capítulo 8 Cosas que no deberían estar ahí

Decidí no ir a la biblioteca ese día.

No quería soñar.

No quería símbolos.

No quería adivinar mensajes ocultos en libros viejos.

Quería ser una chica común.

Tener una tarde tranquila.

Limpiar mi habitación.

Escuchar música.

Reír con Lyra.

Porque por un momento, me sentí… atrapada en algo que

no entendía.

Como si estuviera creando una obsesión con alguien que

solo existe cuando duermo.

Así que encendimos incienso de vainilla, abrimos las

ventanas, pusimos música suave y empezamos a ordenar.

Había libros apilados, cuadernos viejos, cajas con

recuerdos de infancia.

Y entre risas y polvo, nos fuimos perdiendo en la simpleza

de ese día.

Hasta que Lyra abrió una de las cajas.

—¿Puedo ver esto?

Era un cuaderno de dibujo que usaba cuando tenía ocho

o nueve años.

Ni siquiera recordaba que existía.

Lyra pasó algunas páginas: garabatos, paisajes, figuras

sin forma.

Y de pronto, se detuvo.

Su cara cambió.

—Etha… ¿dibujaste esto tú?

Me acerqué.

Era el símbolo.

Exactamente el mismo.

El círculo.

La espiral invertida.

Los puntos alrededor, como planetas.

Solo que este estaba hecho con crayones.

Con manos pequeñas.

De alguien que no tenía idea de lo que estaba dibujando.

Me senté lentamente.

—No lo recuerdo —susurré.

—¿Estás segura?

—Totalmente.

Nos miramos.

Y por primera vez desde que comenzó todo, sentí que el universo me estaba gritando en la cara.

Esto no era una coincidencia.

No podía serlo.

Guardamos el cuaderno.

La música seguía sonando, pero la habitación se había

llenado de un silencio nuevo.

Un silencio que decía: esto ya había empezado antes de

que lo notaras.

Esa noche me acosté con el corazón lleno de preguntas.

Y una sola certeza: no estaba sola.

Estaba de nuevo en ese lugar.

Un balcón antiguo, de piedra clara.

El cielo tenía un tono violeta que no había visto jamás.

El viento era cálido.

Y ahí estaba él.

De pie.

Mirándome.

Esperándome.

Corrí.

No pensé. No hablé. Solo lo abracé.

Y él me sostuvo.

Fuerte.

Como si nunca hubiera soltado nada en su vida.

Como si me conociera más que yo misma.

Y en ese instante…

todo se detuvo.

No hubo palabras.

Ni símbolos.

Ni explicaciones.

Solo su abrazo.

Y en ese abrazo, paz.

La certeza que había estado buscando todo este tiempo.

La sensación de que, por fin, algo encajaba.

Desperté con lágrimas en los ojos.

Pero no de tristeza.

Eran de alivio.

De estar un paso más cerca.

💌 Carta 8: “Ya no me importa si es sueño”

A ti, el que aún no sé si es real o no…

Hoy intenté alejarme de ti.

Quise tener un día normal, sin pensar en sueños ni

símbolos.

Pero incluso en mi infancia… ya estabas ahí.

No sé cómo, pero te dibujé antes de soñarte.

Antes de necesitarte.

Esta noche volví a verte.

Y tu abrazo no fue un sueño.

Fue un hogar.

Ya no me importa si esto es real según el mundo.

Es real para mí.

Y eso es suficiente.

Etha




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