Capítulo 16
Lunes 11
La mañana está a grados centígrados más bajo de lo común, con un notable zumbido de aire en la ventana de mi habitación gracias a la brisa fría que la golpea. La cara del sol coloreado de naranja se asoma por el cielo oscuro de la pálida noche.
El comienzo perfecto para mi primer día de academia. Hoy es el día en que mi anhelo más grande se cumple, lo cual me esforcé, trabajé, dí de mi sudor y corazón. Veré los frutos de mi perseverancia.
Además este día no es solo especial para mí, también para Stefano. Que inicia su carrera en la universidad. Lo que él quería tanto, por fin llegó. Este sentimiento de calma y alegría me invade completamente al ver que nuestras metas son alcanzadas poco a poco. Que salimos adelante por nuestra cuenta.
Tomo una ducha de agua tibia para no ocasionar una hipotermia por el frío descomunal que hace allí afuera, de por sí cuando la brisa toca mi piel, los pelos se ponen de punta.
Abro el clóset, que ahora está lleno. La ropa que compré con Stefano el sábado lo hace ver más estético, ahora si estoy en la potestad de elegir que llevar hoy.
—Ummm.—Llevo mi mano a la barbilla, pensando que ponerme entre este gran catálogo de prendas que tengo justo enfrente de mis ojos.
Decido tomar un jean azul claro junto a una franela gris que dice «The greatest» (el mejor), junto a mis zapatos blanco adidas.
Me asomo por la ventana para ver el emotivo amanecer. Mi sonrisa está de oreja a oreja, irradiando felicidad y satisfacción. Este es un nuevo comienzo, demostrar que lo que logré me llenará de tanto orgullo. A pesar de lo que vivo, este trabajo, Valió totalmente la pena. Es momento de ser feliz con lo que hago.
Tomo mi bolso de un tirón, ya que ayer metí todas las cosas que necesitaré para hoy. Incluyendo mi cámara nueva que me regaló el señor Matías.
Bajo las escaleras a brincos grandes, haciendo un gran escándalo que mi mamá se da cuenta y me regaña por el alboroto.
—¿Qué te pasa?.—
—Es mi primer día de Academia.—Pelo los dientes.
Rueda sus ojos dando un suspiro de decepción e ira. Se da media vuelta sin agregar nada más, lo toma como un cero a la izquierda. Al darme la espalda, se borra la sonrisa de mi rostro. Esperaba esta reacción de ella, pero aún espero que algún día me apoye.
—¿Por qué?.—El nudo llega a mi garganta.—No seas así conmigo mamá.—
Ella se detiene sin dar un paso más. Voltea su rostro, dándome una visión de su perfil.—Ya ve, pretenderé que estás haciendo otra cosa.—
Mi mandíbula se aprieta al igual que mis puños y venas. El dolor, la tristeza se quiere apoderar de mi, pero no puedo permitir sentirme así por ella, ya no me importa.
—Adiós.—Salgo de casa para tomar un taxi.
Camino a través de las calles cargado de coraje. He llegado al punto de que no importa tanto su opinión como antes,solo yo sé lo que he pasado y es algo que yo mismo debo celebrar. El frío aquí afuera de casa es insoportable, debí traer un suéter.
Repentinamente, una camioneta de gran dimensión de color blanco perlado para en frente de mi, sonando la bocina que me espanta.
—Ahhh.—
—Entra enano.—Ernesto saluda desde adentro.
—No vuelvas a hacer eso.—Entro con indignación..
—¿Vas a la academia?.—
—Si.—
Este acelera rápidamente , haciendo que la presión por la velocidad me aplaste en el asiento como una tortilla.
Vuelve a mi mente lo que pasó el día viernes…Se me hace un poco incómodo compartir con Ernesto, sabiendo que tiene un lado perturbador. Comparo su cara de aquel día con la de ahora, viéndolo de reojo disimuladamente. Su risa sádica en su rostro con la de ahora, sus ojos dilatados y rojizos con los de ahora. No parecen la misma persona, es como si viviesen dos personajes en un solo cuerpo. Uno toma el papel al asesinar a alguien y otro cuando convive conmigo.
—Iré a terminar un trabajito.—Comenta.—El patrón quiere que vayas mañana a mediodía a…almorzar.—
Dibujo una sonrisa en mi rostro algo contento. Mañana podré contarle al Señor Matías que inicié la academia, estará contento de escucharlo. Todo este fin de semana sus palabras han estado como un eco, chocando una y otra vez en las paredes de mi mente «Necesito que te cuides porque eres mi orgullo, y quiero que ese orgullo perdure ya que me hace sentir completo».
—Allá estaré.—
En un abrir y cerrar de ojos, Ernesto llega a la academia estacionado justo entre dos carros. Hay movimiento, ya que los demás estudiantes están llegando con cámaras en mano, Cuadros acompañados de pinceles, Maquetas, estatuas pequeñas, algunos traen floreros muy artesanales.
Desvío mi mirada al ver cinco jóvenes vistiendo sombreros color negro como el cuero, En un costado de la entrada. Tocan sus instrumentos: Arpa llanera, cuatro y maracas. Una dulce melodía mañanera, a la vez que los estudiantes se acercan a sus alrededores para ver a otros cinco jóvenes bailar Joropo, que es el baile tradicional del país. Estos se desplazan en sentido contrario de las agujas del reloj con movimientos rápidos y pasos cortos, donde el hombre guía la danza dando zapateos majestuosos a su vez que realiza figuras.
Aprecio con la boca entreabierta sus majestuosos trajes típicos. Las mujeres visten faldas anchas con pisos, Tricolor como la bandera radiante, con paisajes llaneros en ellas y flores de gran calidad que resaltan su feminidad, junto a sus blusas blancas con escote y manga corta con arandela. En sus pies llevan alpargatas que rozan el suelo con cada movimiento, y pasos que dan al derrochar sus faldas que dirigen la mirada a sus cabezas peinadas con flores y una Orquídea en el medio.
En tanto a los hombres, visten pantalón blanco de gran dimensión, imponiendo elegancia en cada pisoteo junto a sus camisas abotonadas manga largas y sombreros blancos que le dan un look emblemático.
—Que tengas buen día…Enano.—Se despide, viéndome de reojo pero los quita en el instante que lo veo a él.