El puente de los talentos menospreciados

DISTRITO ROJO

Capítulo 20

Me incorporo a la rueda junto al señor Matías, tomando asiento justo a su mano derecha. Dónde puedo ver con mayor claridad a cada una de las personas que están aquí.

Trato de dibujar una sonrisa en mi rostro para verme más confiado. Aunque todavía tengo la duda «¿Por qué me trajo?».

—¿Él fue quien mató a José?.—Una chica con un gorro le pregunta a Matías mientras me señala con una ceja curvada.

—No, pero estuvo ahí.—

El señor Matías sabe que fui yo quien lo asesinó. Me hace pensar que no me quiere mostrar como un asesino.

—¿Ya nos presentaste Criollito? Que mal educado.—La señorita niega con la cabeza haciendo “Titititi” con su lengua.

—Bueno Doroteo, ellos son los integrantes del cartel.—Señala a Vladimir.—vladimir además de ser ministro de defensa, también es facilitador de lugares para el lavado de dinero, también nos brinda su apoyo en protección o rutas.—

—Déjame presentarme.—La chica del gorro levanta la mano.—Soy Valeria, la banquera de este cartel. Manipulo las cuentas de banco para no dejar sospechas de transacciones sospechosas, y también manejo una que otra empresa con Vladimir.

Interesante. Tiene el porte de una mujer elegante e imponente. Su rostro irradia inteligencia, aunque también arrogancia.

—El es Rodrigo.—El señor Matías señala a un hombre blanco, de pelo castaño con un corte de pelo ambiguo para mi gusto (un copete de lado) y barba italiana. También viste un traje de color crema, lo cual lo hace ver sofisticado.

Rodrigo levanta su mano en señal de saludo.

—Él es secretario…Si, secretario. Funcionario público que nos saca las patas del barro, muchas veces.—El señor Matías se ríe con un tono como si hubiese perdido la cuenta cuántas veces ha sido salvado .—¿Qué sería de nosotros sin Rodrigo?.—

—Ni te tomes el tiempo de presentarme.—La chica de pelo azul interrumpe sin aviso.—Soy Susan, pero puedes llamarme Sue. Yo me encargo de refinar y mejorar las fórmulas del polvito blanco que vendemos.—Sonríe.—Bueno, no siempre es blanco. —

—Mucho gusto.—Digo aunque mi expresión facial diga otra cosa.

—Leo…¿Qué puedo decir de ti Leo?.—El señor Matías señala al hombre con un tatuaje de cobra que recorre todo su brazo musculoso con venas súper marcadas.—¿Le dices tú o le digo yo?.—

—Yo soy el que le mete los pepazos a los que no quieren caminar derechitos.—Se levanta de su asiento, dando algunos pasos firmes hacia mí.—Hueles a niño de casa, pero no es así.—Pega mucho su rostro al mío, al punto de que siento sus respiraciones.—¿Sabes? yo creo que fuiste tú quien le metió ese pepazo en las bolas a José ¿O me equivoco?.—

En este momento no puedo tragar saliva, solo sostengo mi mirada en su cara, que también está dibujada por un gran tatuaje de una tela de araña alrededor de su ojo derecho.

—Esa mirada…Esa mirada me dice que si.—Se ríe con burla.—Este niño me cae bien.—Le dice a todos con una sonrisa amplia.— Wow Matías, al fin alguien competente.—

—Es inteligente, no hay nadie mejor.—

Leo toma asiento nuevamente.

—Ahora sí, te escuchamos.—Valeria comenta impaciente.—Me debo ir en una hora.—

—Bueno como sabemos. El cartel Miralba atacó nuestra caravana ayer por la noche, matando a varios sicarios y nos dejó un agradable mensaje.—El señor Matías saca un papel de su bolsillo con algo escrito «La ruta ya no es tuya».

—Esos malditos se creen dueños de la ruta 3D.—Leo alza la voz.—Solo déjame verlos, que los quemo.—

—Estoy sorprendido por lo persistente que es Momunchi. Debo admitir que tiene los pantalones bien puestos, pero hay que mostrarle quiénes son los papás de los helados.—El señor Matías comenta.

—¿Y cómo piensas responder?.—Vladimir pregunta.

—No lo sé ¿Tienen ideas?.—

—Podemos hacer una masacre en unos de sus pueblos aliados ¿Qué les parece Guacara?.—Leo empieza a emocionarse.

—Si es así, podemos hacer uso de unas bombas de gas tóxico que diseñe…Si lo permiten. Claro.—Susan comenta.

—Bueno ¿Y cuándo sería?.—

—Hoy en la noche. Puedo desplegar a cincuenta de mis hombres con full armamento, para acabar rápido antes que llegue la guardia.—

—Trataré de impedir alguna intervención por parte de militares, solo puedo darles tiempo.—

—Tranquilo ¡Con el Gran Leo morirán todos de inmediato!.—

Todos sueltan carcajadas exageradas por el humor roto de Leo, yo trato de seguir la corriente «Ríen porque van a asesinar a más de cien personas esta noche». Aunque Ernesto no ríe, está callado y sentado, observando todo lo que hacen y dicen.

—Leo y Ernesto liderarán el operativo.—

—Me gusta mucho cuando hacemos operativos, deberíamos tener un juramento o algo por el estilo.—Susan hace una propuesta muy infantil.

—Ya va ¿Qué?.—

—¿Un juramento? ¿Los carteles tienen un juramento?.—

—¿Para qué un juramento?.—

—Eso da más sazón a la cosa ¿No?.—

En cuestión de segundos ahora discuten para saber si necesitan un juramento de Cartel o no. Parecen niños de preparatoria en un debate.

—Pues, si Doroteo será el nuevo miembro, deberíamos juramentarlo con uno.—Susan menciona, pero parece que su subconsciente la traicionó por completo.

Todo queda en un silencio algo incómodo. Porque todos la ven como si hubiese hecho la cagada del año. «Creo que no debió haber dicho eso». Espera «¿Yo soy miembro del cartel?».

—Disculpa, no debí decirlo.—Chilla.

—Ya no es una sorpresa.—Ernesto se digna a hablar.—A partir de hoy eres parte del Cartel del Distrito Rojo.—

Veo como los labios de Ernesto pronuncian «A partir de hoy eres parte del Cartel del Distrito Rojo» en cámara lenta. Suelto un leve gemido de impresión , con la quijada en el suelo.

—¿Yo?.—

—Sí, tú. Ahora eres mi mano derecha.—El señor Matías coloca su mano sobre mi hombro.

«¿Yo, la mano derecha del señor Matías?» No me lo creo, no puedo aceptar este puesto. Es demasiado. En serio pensaría tanto en mí para considerarme parte de este cartel



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En el texto hay: drama, talento venezolano, narconovela

Editado: 21.08.2025

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