El puente de los talentos menospreciados

BALLENA AZUL

Capítulo 22

Hago una entrada nada escandalosa en la cena de hoy, donde el señor Matías y Valeria comen en la mesa del tamaño de una lancha, que está llena de banquetes de comida. Gracias al olor puedo distinguir el pollo asado, el jugo de guayaba y condimentos fuertes.

Deja de comer para pegar sus ojos en mi. No me podía esperar más nada de esta cínica. Se acomoda en su asiento, deslizándose con disimulo hacia el señor Matías que está. su mano izquierda.

El parece no darse cuenta de la situación, y tampoco quiero eso. Tuve suficiente con la noticia que el señor Matías me compartió acerca de su enfermedad.

Tomo asiento sin ocasionar ruido. No hay palabras sobre la mesa, solo oigo cómo mastican e ingieren la comida. Tampoco me apetece hablar, sin contar que estoy algo afónico por los gritos de desespero que di.

Betty llegó desesperada junto a Gustavo portando un arma, pensaban que algo peor había sucedido. Quedaron en completo shock al ver mi rostro empapado sobre el hombro del señor Matías.

Mi estómago está a nada de gritar que muere de hambre. Procedo a comer el platillo servido, y llenar el vaso con jugo.

—Mañana irás con Ernesto a buscar a los muchachos al aeropuerto.—

Asiento con la cabeza. Valeria no despega su mirada punzante de mi.

—Hablas del chico a quien le diste el puesto de negociador.—Valeria entra en la conversación.

—Si, él con su novia.—

—Creo que Doroteo pudo haber ocupado ese cargo, hubiese sido una mejor opción.—

No tardo en fruncir el ceño al escucharla. «¿Qué hace?». Luego de decirme que soy un obstáculo, viene muy confiada a pintarme con flores delante del señor Matías. «Esta tipa está loca».

—Stefano es mejor que yo haciendo negocios, tiene talento.—Golpeo con el tenedor fuertemente la mesa.

—¡Cierto! Solo eres un simple camarógrafo.—

—Y tu ¡Una perra!.—Grito sin pavor.

Mi conciencia me hace entrar en razón cuando su rostro trata de hundirse por decirle «Perra». No me arrepiento de decírselo, sin embargo el señor Matías aprieta su mandíbula con furia y turnea sus ojos, clavando su mirada en Valeria y en mí.

—Les pido que coman.—Se levanta de la mesa para marcharse sin agregar una palabra más.

No soporto verla a los ojos, es una igualada. Debe tener los ovarios bien puestos para decirme que soy un simple camarógrafo, y eso no es todo, se burla de Stefano también.

Me levanto de un tirón, con un fuerte sonido al lanzar los cubiertos en la mesa y las servilletas. No me puedo permitir tener contacto con ella, ya me ha hecho perder la cordura.

Me dirijo a mi habitación con una impotencia gigante. «El señor Matías está molesto conmigo» «Arruiné la cena de hoy» «Le echó bolas».

Caigo como una pluma pesada en la comodidad de mi cama, con lágrimas saladas, llenas de furia, manchando las cobijas.

El televisor marca las ocho de la noche. Me pregunto cómo le va a Ernesto en ese operativo.

La escena de una masacre hace vida en mi imaginación. Donde el llanto es una súplica inválida, y el arma es una llave de autoridad entre la vida y la muerte. No hay juicio, no importan los buenos ni los malos, si eres parte ellos, morirás.

———

Debería estar en la academia ahora mismo, pero no. Me hace falta valentía para dar la cara, no quiero ser juzgado ni señalado. Mientras, voy en la camioneta. Veo los carros dirigirse a sus destinos. «Necesito un tiempo» son las palabras que me doy a mi mismo. Me duele alcanzar mi sueño, pero nunca llegué a pensar que podría ser de este amargo.

«¿Desde cuándo un fotógrafo es criticado por su estilo?» «No tiene sentido». Es una mierda, todos son una mierda por esto. Me están arruinando, mi vida, todo.

Giro mi cabeza al costado para luego darme cuenta que esta es la primera vez que Ernesto conduce a menos de ochenta K/m por hora. Estamos camino al aeropuerto para darle la bienvenida a Stefano y Gemma.

Me da alegría que fueron capaces de ejecutar todo al margen, el señor Matías está muy satisfecho por los reportes que Stefano le dió ayer por la noche. Me lo comentó cuando desayunamos en su oficina.

Al llegar al aeropuerto no aguanto la emoción cuando mis ojos encontraron a Stefano y a Gemma en la parte de afuera con dos maletas y camisas amarillas de la selección Colombiana.

—Ahí están.—

—Holaa.—Stefano entra a la camioneta con las dos maletas.

—¿Y ese gorro con esos lente que?.—Parece un pescador.

—Él y su estilo—Gemma rueda los ojos.

El camino al puente se convirtió en un noticiero, Stefano habla como guacamaya, contando todo lo que hizo y que no hizo.

Es interesante los negocios y socios del señor Matías, además de su estrategia muy buena para vender su mercancía: Drogas en cuadros de lienzo. Una estrategia muy bien pensada, ya que esa subasta planeada salta muchas leyes de seguridad: Los cuadros no pasan por inspección, lo cual nadie encontrará la droga.

Según Stefano, el negocio es confirmar esa subasta que se dará en París, lo cual se hará lavado de dinero y venta de droga al mismo tiempo. Por parte del socio, este llevará a varios hombres para participar exclusivamente en la subasta que Gemma dirigirá, siendo la autora de todos los cuadros.

«Mentes Maestras».

—Tenemos que viajar a París pronto.—Stefano menciona.

Gemma no se ve muy contenta con eso.

Ernesto nos deja en la entrada de la plaza Gaga, donde Stefano lleva las dos maletas arrastradas hasta al puente, ya que las ruedas se quebraron.

El señor Matías me requiere esta noche en la mansión, quizás sea un trabajo «¿Quién es el siguiente en ser fotografiado?». Aunque no creo quedarme, ya que mamá me envió varios mensajes en el transcurso de la noche y le mentí diciendo: estoy en el puente con los muchachos.

Al entrar al puente, Gemma se queda estática para tomar aire del puente.

—Extrañaba este olor.—Menciona.



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En el texto hay: drama, talento venezolano, narconovela

Editado: 21.08.2025

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