Capítulo 23
Estoy en la comodidad de mi habitación, disfrutando de lo deliciosa que está mi cama. Lo único malo de la habitación que me regaló el señor Matías es la cama, es de todo menos cómoda.
Lukas me trajo luego de conversar un poco sobre el señor Matías y sus negocios con nosotros. En realidad estamos un poco feliz de coincidir en esto.
Puedo oír a papá y mamá en la cocina. La licuadora escandalosa cancela todo sonido leve en la casa al igual que la batidora, que pega sus aspas a la taza, dando la sensación cuando alguien restriega sus dientes.
Aunque fue peor al llegar, hicieron su escándalo ya que no me quedé anoche con el cuento de : «No nos avisaste». Ash. Como si les importara mucho.
A veces siento que ellos hacen esto por obligación, o sea su conciencia como personas que engendraron a alguien les dicen «Es tu hijo, aunque sea regañalo». Fue muy rápido que no pude percatarme cuando nuestros lazos pasaron de ser amor a algo superficial y falso.
Debo admitir que el señor Matías es como mi papá. Él es todo lo que esperé del mío. Ha hecho todo lo que él no. He sentido todo con él, lo que no he sentido con ellos.
De alguna manera su manto me arropó y me cautivó con apoyo y cariño. Su voz cambia al dirigirse a mi, es cuando un padre le habla a su consentido ¿No?
Ahora debo alistarme para ir con el. Me convocó por alguna razón para esta noche, a lo cual debo asistir, pero no quedarme «Mis papás estarían histéricos».
—¿A dónde vas?.—Preguntan al verme vestido para la ocasión.
—A comer con los chicos, vengo luego.—
—Vale…—Mamá entrecierra los ojos dramáticamente.
Mientras papá no me toma en cuenta, y está bien que no lo haga.
Tomo un taxi que llame por una aplicación que me recomendó Lukas en la esquina de mi calle. Este llega mucho antes de que mi paciencia se agote.
Abro la puerta trasera con educación, saludando y dando la dirección al chofer que me responde con sequedad.
—¿Ya estás en el terreno?.—Recibo un mensaje de Ernesto.
—No, voy en el taxi.—
Guardo el teléfono porque la pantalla fatiga mi vista, mis ojos se adaptaron rápidamente a esta noche fría que goza de la luna llena en su máxima altura.
Cruzo miradas con el chofer a través del retrovisor «Odio cuando esto sucede». Me parece conocido, su olor se me hace familiar.
Mi curiosidad me lleva a apretar mis pantalones, con la esperanza de que un farol o las nubes despejen al cielo para ver su rostros.
—¿Que diablos?.—Murmuro cuando este usa el parasol en plena noche.
Mi sistema nervioso conecta con mi curiosidad. Enciendo las alarmas cuando este sujeto hace esto. Es como si su rostro fuese borrado por la sombra, un hombre sin rostro.
—Señor ¿Me puede dar la hora?.—Pregunto a ver si puedo obtener más información de él, su rostro.—
Una luz traspasa todo el auto, menos a él. Caigo en cuenta que pasamos la parada de bus que pedí dejarme.
El volante está tieso, lo sujeta con fuerza siguiendo derecho. «Que» Este sujeto se dirige al terreno invocador si sigue avanzando.
Empiezo a dudar si le di esa dirección en vez de la parada, pero no. Le dije muy claro qué era esa parada. ¿Por qué se pasó?
—¿A dónde va? ¡Ya pasó la parada!.—Grito molesto.
—Te llevo a tu verdadero destino.—responde.
Frena de un tirón, sacudiendo mi cerebro. Pero no tardo en abrir los ojos como platos a mirar alrededor «Estamos en el terreno invocador».
La luna a todo su esplendor, ilumina directamente arriba de nosotros. Si sale del carro podré verlo con claridad.
Este se baja antes que yo, dando la espalda, aún no puedo verle el rostro porque las ventanas no me lo permiten.
—Yo no pedí que me trajeras aquí…—Quedo helado al verlo.
—Tuve el atrevimiento de traerte.—Juan responde.
Mis venas y arterias por un momento dejan de circular sangre al sentir mi corazón salir por mi boca. No puedo hablar, pero tampoco quiero explicar. Un frío inquietante me atraviesa, aunque es raro porque estoy sudando. Sufro con verlo justo en frente de mí «¿Qué hace él aquí?»
—Ahora explícame el por qué vienes aquí.—
En este mismo no hay excusa, no puedo pensar en una mientras este miedo agobiante de perderlo todo toma el control de mi. Todo se iría al infierno si Juan me da la espalda, estaré en la cárcel por años, mis padres me dejarían sin pensarlo o papá me mataría a golpes como parte de una lección rutinaria. Mucho peor, el señor Matías. Lo decepcionaría al delatarme, por ser cobarde, ya no estaré con él , ya no me querría ni me buscaría ¿Qué hago?.
—¡Maldita sea! ¡Habla!.—Me grita, dándole la vuelta al carro.
Ignoré todas las señales. Era evidente, aunque negaba aceptarlo «Stefano tenía razón». Lo supe demasiado tarde. Juan me seguía, estaba detrás de mí desde hacía tiempo, y yo, en mi ignorancia por estar confiado, decidí no darle importancia.
Tomé a Stefano como un paranoico más, todo lo que decía eran como chiste lo cual me reía por estar cegado. Cada advertencia suya me parecía una exageración «Lo del modo avión si lo era» aunque no solo me burlé de eso, también de mirada inquieta, de sus palabras que ahora hacen eco de verdad en mi mente, mientras no puedo moverme.
Justo aquí, en frente de Juan. Me arrepiento. La consecuencia de mi indiferencia está al frente de mi nariz. Juan me consiguió. Me encontró después de espiarme. Ahora el precio de ignorar a mi amigo el paranoico que intento protegerme es más alto de lo que imaginé.
—Voy hacia mi trabajo, así que lárgate.—Hablo entre dientes, suplicando que se retire antes que llegue Ernesto.
—Lo sabía. Esa ropa, ese pasaporte, esa academia ¡ES DE TU TRABAJO QUE NUNCA ME CONTASTE!.—Grita tan fuerte que siento su saliva salpicar en mi rostro.—Le conté a tus padres lo de la academia. Tu nombre no está entre los becados.—
«¿Qué dijo a quien?» Tragame tierra y escúpeme lejos.