El recuerdo de un amor

Capítulo 4

El cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes, oscureciéndolo y no dejando ver el azul del firmamento, el aire que se colaba por la ventana golpeaba mi rostro y me hacía encoger en mi asiento en busca de calor. El aire frío anunciaba que el invierno ya estaba llegando y que las fiestas navideñas igual.

Faltaba un día para la cita de Anne, en la noche después de llegar a casa, me había enviado más de veinte mensajes, preguntando qué debía decir, cómo debía actuar, que gestos hacer y cuáles no —al final, no fui de mucha ayuda—, duramos hablando hasta entrada la madrugada y esa mañana se le hizo tarde, así que papá me llevó al instituto.

—¿Qué tanto piensas, cariño? —inquirió.

Volteé a verlo.

—Nada.

—¿Estás segura? 

Solté un suspiro.

—Es Anne, tiene una cita.

—¿Y eso es malo?

—No. —Miré mis manos—. Bueno sí, no quiero que la lastimen como la última vez.

Unos años atrás, Anne se había enamorado, pero el idiota solo la utilizó para darle celos a su ex novia. Y cuando Anne se cansó, él quería recuperarla. Él fue su primer amor y su primer corazón roto. No sé muy bien la historia, solo sé por encima ya que Anne nunca quiso entrar en detalles.

—Cariño, es normal que te preocupes por ella, pero Anne es fuerte. Tarde o temprano tendrá que salir con alguien —se estacionó enfrente del instituto.

—Lo sé —susurré.

Él se quitó el cinturón de seguridad extendiendo sus brazos en mi dirección y sin pensarlo dos veces me lancé hacia ellos. Mi padre era cariñoso y siempre me había apoyado en todo lo que podía, con él tenía una relación más firme que con mamá. No era porque ella hubiera sido mala o algo así, era porque, con papá me sentía más protegida.

—Ella va a estar bien y si algo malo sucede, ahí estarás tú para consolarla y darle la mano —susurró en mi oído, mientras acariciaba mi cabello.

—Sabes que te quiero, ¿cierto?

—Lo sé, princesa. —Besó mi frente—. Ahora ve a clases, antes de que se te haga tarde.

Asentí.

Abrí la puerta y descendí del auto con la mochila colgando de mi hombro, volteé y cerré la puerta.

—Adiós.

—Adiós —contestó.



 

—Hemos estado hablando de este tema desde hace semanas, además ya lo vieron hace tiempo y es un repaso. Así que es hora de evaluarlo —explicó el profesor de matemáticas—. La cuestión será la siguiente, en pareja van a traer diez ejercicios de la tabla de frecuencias, aparte, como en la clase antepasada habíamos visto estadística. Quiero que me traigan cinco ejercicios de estadística.

La mayoría de los estudiantes empezaron a decir que era injusto, mientras que otros decían que teníamos otras asignaturas. Por mi parte no había problema, esos últimos días había estado practicando, ya que sabía que él iba a hacer su dichosa evaluación.

—Así que con esa estamos —se cruzó de brazos—. Ahora yo soy él que va a formar las parejas. —Volvieron a quejarse—. Y si siguen quejándose les voy a pedir más ejercicios. Ustedes deciden.

Todos hicieron silencio.

—Bueno, empecemos. —Agarró una hoja del escritorio—. Bloom y Douglas.

Y así, el Sr. Monroe empezó a juntar a cada uno de nosotros con una persona con la cual no hablábamos o ni siquiera nos llevábamos bien. Él quería ver el mundo arder. Para distraerme, había empezado a rayar la parte trasera de mi cuaderno, mientras él seguía nombrando las parejas.

—Hawkins y… —escuché la puerta abrirse. Desvié la mirada hacia ella junto a todos los del salón, y ahí estaba Derek. Vestía unos pantalones oscuros y una camisa negra, su cabello estaba algo desordenado. Debajo de sus ojos había unas leves ojeras, parecía que no hubiera dormido bien.

—Joven Wilkes —dijo el profesor y miró el reloj que estaba en su muñeca izquierda—. Llega tarde a mi clase.

—Lo sé, tuve un contratiempo —se excusó.

—Está bien entre. —Desvió la mirada de él y la fijó en mí—. Y siéntese junto a la señorita Duval, junto a ella hará el trabajo que he enviado.

Trágame tierra y llévame a otro lado. De todas las personas que había, justo me tenía que tocar con él.

Derek asintió en respuesta y se dirigió hacia mí. Seguí cada uno de sus pasos con la mirada. Él se sentó a mi lado izquierdo, sacó sus libros y me devolvió la mirada. Sus ojos grises estaban oscuros y parecía como si una tormenta se estuviera desatando dentro de ellos; su mirada era tan profunda que daba la sensación de saber cada uno de mis secretos. Desvié la mirada hacia el profesor que estaba explicando lo que debíamos hacer otra vez.

Lo miré de reojo y observé la curvatura de sus labios alzados.

¿Por qué sonríe?

Quizás porque te intimido.

No me intimido.

Entonces, ¿por qué desviaste la mirada?

Solo estaba incomoda.



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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