—¡No! —grité—. ¿Por qué demonios haces eso? —Coloqué el libro a un lado de la cama y froté mi rostro con ambas manos.
—¿De qué hablas? —inquirió Anne.
—La protagonista cerró los ojos antes de tiempo y él se burló de ella, ya que creía que él la iba a besar —relaté—. Es estúpido, siempre hacen lo mismo y terminan con el orgullo por el suelo.
—Quizá se dejó llevar por el momento —señaló.
Nos hallábamos en mi habitación, era la noche de la cita de Anne y sus nervios estaban a flor de piel. Prefirió ir a mi casa para que la ayudara a arreglarse —según ella, pero la realidad era que yo leía y ella se vestía—. Ya tenía puesto el vestido celeste y unos zapatos bajos, su cabello estaba recogido en una cola alta y tenía algunas ondas en él, su rostro tenía el maquillaje básico.
—Pues por dejarse llevar por el momento, terminó con su orgullo por los suelos —me levanté de la cama y caminé hacia ella—. Deberías dejarte el cabello suelto —sugerí.
—¿Tú crees? —cuestionó, mirándose al espejo.
—Sí. —Deshice su cola alta, dejando que su cabello cayera por su espalda, luego lo partí por la mitad y lo repartí por ambos lados de su rostro, dejando algo en la parte de atrás; después arreglé algunas ondas—. Ahora te ves mejor.
—Gracias —me abrazó.
—De nada —le devolví el abrazo y con una pequeña sonrisa en los labios añadí—: ¿Para qué son las amigas si no es para ayudar?
—Cierto —se separó de mí y tomó por los hombros—. Ahora que me acuerdo, ¿Qué ocurrió con Derek?
Aquella sonrisa que se había dibujado en mis labios desapareció de golpe, hice una mueca y me encogí de hombro. Nos habíamos estado evitando a toda costa, cuando nos topábamos por los pasillos hacíamos como si no hubiéramos visto al otro, él debía de estar avergonzado aún, y yo seguía enojada por cómo se había comportado, fue algo que me sacó de orbita y no vi venir.
—Nada —musité y me lancé de espaldas a la cama.
—Layla…—pronunció—. Te conozco y sé que algo ocurrió.
—Es un idiota, soy una idiota —dije, tapándome el rostro con una almohada—. Todo iba bien, ¡hasta me estaba cayendo mejor! Pero de un momento a otro empezamos a discutir y todavía no entiendo por qué actuó como lo hizo.
—Nadie empieza a discutir de un momento a otro. —Sentí como una parte de la cama se hundía—. Así que dime. ¿Qué hiciste?
Quité la almohada de mi rostro y me senté.
—Me pidió disculpas por cómo se había comportado —relaté mirando el suelo—. Después me disculpé yo y lo tomó como burla al principio, pero de un momento a otro se colocó serio y estaba tenso. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí, pero seguí insistiendo. Después comenzamos a discutir en la cocina y fue un caos. —Solté un suspiro—. Solo quise ayudar y terminé estropeando todo.
—Layla —susurró—. Solo querías ayudar, siempre quieres ayudar. —Colocó su mano en mi hombro—. Pero algunas personas son más reservadas que otras y no van por las calles contándoles a todos su vida.
Gruñí entre dientes y restregué mi rostro con fuerza.
—Bien, la cagué y él también, ahora dejemos de hablar de mí —murmuré—. Y mejor cuéntame sobre tu cita, prácticamente no sé nada sobre él, solo que se llama Will.
Sonrió entusiasmada y asintió vehemente con la cabeza.
—Es encantador —comenzó—. Tiene una sonrisa hermosa, sus ojos son cafés y su piel es bronceada, ¡Ay Layla! —exclamó—. Es perfecto.
—¿Estás segura?
—Sí. —Sus ojos tenían un brillo especial, parecía feliz—. Por eso quiero verme bien, tengo miedo de estropearlo todo.
—Todo saldrá bien —me levanté de la cama y la dirigí al espejo—. Mírate, te ves hermosa y eres magnifica, solo créelo. Estoy segura que él va a querer una segunda cita rápido —dije—. Hablando de citas, ¿sabes a dónde te a va a llevar?
—No lo sé.
—Bueno, si me necesitas llámame e iré corriendo.
Sonrió.
—Lo sé, siempre estás ahí para mí.
—Niñas —llamó mamá, abriendo la puerta—. Te buscan abajo, Anne. —Recorrió el atuendo de Anne con la mirada y sonrió—. Te ves hermosa.
—Gracias, señora Duval —contestó sonrojada.
—Bueno, bueno —repetí empujándola—. Ve que te están esperando.
Salimos de mi cuarto y ella bajó las escaleras, mientras que mi madre y yo observábamos desde esta.
—Ten cuidado —pidió mi madre.
Ella asintió y salió de la casa.
—Se ve tan feliz —habló mamá.
—Lo hace.
El frente de la casa estaba lleno de vasos y varias personas estaban acostadas en el césped. Caminé hasta la puerta principal y a lo que entré el olor a alcohol, cigarro y sudor invadieron mis fosas nasales; por todos lados había adolescentes besándose con su pareja, mientras que otros bailaban al ritmo de la música. Anne me había llamado diciendo que, si podía ir a buscarla, no tenía auto así que tuve que ir en taxi y escaparme por la puerta trasera de la casa, ya que la principal hacia ruido.