Cada una de nuestra acciones tienen sus reacciones, recuerdo que cuando la abuela vivía siempre decía: “Haz el bien y bien te irá, haz el mal y mal te irá; la vida está compuesta por dos fuerzas, una nos recompensa por nuestras buenas acciones y la otra nos castiga por nuestras malas decisiones” no entendía qué era lo que quería decir con eso —en ese entonces solo era una niña que iba de visita a casa de los abuelos—, pero ahora sé que esas dos fuerzas de las cuales hablaba la abuela eran el karma y el dharma.
El karma es aquella fuerza que nos castiga por nuestras malas acciones y el dharma el que te recompensa por las buenas. Ambas fuerzas son como un boomerang que regresa a ti después de ser lanzado; y mi boomerang había regresado y no con una recompensa.
Ignoré Derek cuando quería hablar, y en serio había dejado de insistir y ni siquiera se acercaba a mí, era como si hubiera dejado de existir, y creí que eso era lo mejor, pero que Monroe nos estuviera colocado a trabajar juntos no era bueno, no si seguíamos estando tensos e incomodos.
Estaba enfrente de la puerta de su casa, Anne no paraba de decir que debía hacer las pases con él, porque, aunque no lo quisiera admitir, a mi también me caía bien, era extraño a veces, pero me caía bien.
Toqué la puerta dos veces, mis nervios estaban a flor de piel, mis manos se habían colocado frías como un tempano de hielo y estaba jugando con mis dedos.
¿Qué era lo peor que podía suceder?
Quizás que me tirara por las escaleras, me cerrara la puerta en la cara, que me insultara y sacara a patadas de su porche. Esas y muchas cosas podían suceder.
—Layla —nombró la pequeña Ela al abrir la puerta.
—Hola, Ela. —Saludé con la mano—. ¿Cómo estás?
Una sonrisa que daba miedo se extendió por sus labios.
—Vienes a ver a Derek. —Sonó más una afirmación que una pregunta. Abrió más la puerta y se colocó en un costado—. Pasa.
Le sonreí con la boca cerrada y entré en la estancia.
Ahora me estoy arrepintiendo.
Escuché la puerta cerrarse a mis espaldas, Ela agarró mi mano y me guio hasta la sala; donde se encontraban un señor y una señora.
La mujer tenía los ojos grises como los de Derek, su cabello era rubio y llegaba por encima de sus hombros. En cambio, el señor que se encontraba enfrente de ella tenía los ojos azules y su cabello era negro azabache.
—Mamá, papá. Ella es Layla —me señaló—. Y es amiga de Derek.
La señora intercambió una mirada con el señor, para luego sonreír.
—Mucho gusto, Layla —dijo la señora—. Mi nombre es Elena pero puedes decirme Ellen. —Señaló al señor—. Y él es mi esposo Dean.
—Un gusto —dijo el señor sonriendo.
Sonreí con nerviosismo. Me miraban extraño.
—El gusto es mío, señor y señora Wilkes.
—¿Quieres acompañarnos? —ofreció la señora Ellen señalando el sofá, después el café y galletas que estaban en una mesa.
—Con gusto, pero yo…
—Viene a ver a Derek, mamá —interrumpió Ela.
Comprobado, la niña que parece a ratos adolescente, también tiene la maña de interrumpir.
—Está bien. —Sonrió—. Será para la próxima.
Asentí.
—Ven, vamos —dijo Ela caminando hacia las escaleras.
Murmuré un permiso y seguí a la niña que saltaba los escalones de las escaleras, recorrimos el pasillo y nos detuvimos en la mitad de este, en frente de una puerta marrón.
—Está ahí. —Señaló la puerta—. Suerte.
Dicho eso último caminó hasta las escaleras y las bajó dando saltos, escuché al señor Wilkes reprenderla por hacerlo y a ella reír. Miré la puerta, tragué saliva y toqué dos veces y escuché un adelante, coloqué la mano en el pomo, tomé una bocanadada de aire, lo giré y abrí la puerta
Entré y la cerré.
El cuarto estaba ordenado, había una cama matrimonial, un escritorio, una ventana y un closet al lado de la puerta. Las paredes estadas pintadas en color crema, las cortinas eran blancas con gris. A un lado del escritorio estaba otra puerta. Caminé hasta la ventana y daba vista hacia un árbol que estaba en medio de esa y la casa de al lado, junto a la cama estaba una guitarra marrón, me acerqué y coloqué de cuclillas, pasé mis dedos por las cuerdas provocando un leve sonido, en su costado izquierdo estaba escrito en letras blancas Emily, pasé mis dedos por el nombre.
¿Quién es Emily?
—¿Qué haces aquí? —me levanté de un brinco al escuchar la voz de Derek a mis espaldas y giré hacia él.
Lo cual fue una mala idea, una muy mala idea.
Con una toalla estaba secando su cabello, su torso se encontraba desnudo —solo vestía un pantalón—, el cual no era un torso esculpido, simplemente era plano, lo cual dejaba saber que hacía de vez en cuando algo de ejercicio. Las gotas de agua se deslizaban desde su frente hasta su cadera donde en la parte derecha tenía un tatuaje, que era una nota musical.