Caminaba de un lado a otro, mis manos sudaban, mi corazón latía con fuerza y sentía que podía desmayarme en cualquier momento. Miraba constantemente el teléfono entre de mis manos, no había ninguna notificación, estaba ansiosa y a la vez temerosa. Necesitaba saber, o me moriría.
Ya habían pasado los exámenes finales, se suponía que te enviaban las notas después de ocho días y todavía seguía sin tener respuesta. Quería saber si me iba a graduar, o si no lo había logrado. Dejé el teléfono a un lado, apoyé mis manos en el lavamanos, y miré mi reflejo. Lucía ansiosa, desesperada y temerosa, abrí la llave y lavé mi rostro varias veces, el agua fría me hacía sentir relajada, pero sonó el teléfono y giré mi cabeza como la niña del exorcista.
Escuchaba los latidos de mi corazón en mis oídos, el miedo me dominó por unos segundos, dejándome inmóvil. Respiraba por la boca y no parpadeaba, otra notificación llegó y parpadeé varias veces. Sequé mis manos y tomé el teléfono, lo desbloqueé y abrí el correo.
Solté un grito al ver las calificaciones, había pasado todos los exámenes con notas altas. Había valido la pena las noches de insomnio, y los regaños de Derek por no prestar atención. Hice un pequeño baile, pero me detuve al ver que dos estudiantes entraban al baño. Tomé mi mochila y me marché de allí, recorrí los pasillos con una sonrisa en mi rostro. Salí a la parte trasera del instituto, recorrí el jardín y observé a Derek sentado debajo de un árbol con su teléfono en mano.
—¡Aprobé los exámenes! —grité y me senté a su lado.
Giró a verme.
—Lo sé. —Sonrió.
Lo miré confundida.
—¿Cómo que lo sabes?
—El profesor Monroe me mostró tus resultados. —Entrelazó nuestros dedos—. Señorita Duval, usted se va a graduar.
Apoyé mi cabeza en su hombro.
—Todo gracias a ti.
—Solo te di el empujón que te hacía falta.
Sonreí y lo miré.
—Gracias —murmuré sincera—. Muchas, pero muchas gracias.
—Vas a tener que ir al baile de graduación. —Embozó una sonrisa pequeña de lado—. Así que… ¿quieres ir conmigo?
—Wow. —Solté una risa nerviosa—. ¿Así como si nada me lo pides? Que desconsiderado, joven Wilkes.
Soltó una carcajada y se levantó.
—Espera aquí y no te muevas.
Asentí en respuesta y lo vi alejarse. Durante la última semana habíamos congeniado, ya no había miradas frías, ya no me sentía incómoda. Ambos nos habíamos vuelto a acercar. Mi teléfono sonó y lo revisé.
Jazmine: Necesito que me ayudes.
11:09 am
Arrugué la frente, no había sabido nada de ella desde la fiesta.
Layla: ¿En qué?
11: 09 am
Miré como se conectaba para después empezar a escribir.
—Levántate.
Alcé la mirada para encontrarme con los ojos de Derek, este escondía algo detrás de su espalda y lucía nervioso.
—¿Qué traes ahí? —Señalé su espalda.
—Levántate y lo sabrás. —Extendió su mano en mi dirección—. Vamos.
Tomé su mano a la vez que el teléfono sonaba, ignoré el sonido y me levanté del suelo.
—Dime que tienes ahí.
—Eres más curiosa que Ela. —Entrecerró los ojos y luego sacó de su espalda unas flores—. Señorita Duval, sería usted tan amable de aceptar ser la pareja en el baile de graduación de este humilde joven, quizás no le compró un ramo de rosas, ni le hizo un cartel, o le escribió una canción. Pero está abriendo su corazón ante usted, y quiere que la sabionda de usted sea su pareja. ¿Le concedería el honor?
Acepté las flores e hice una reverencia.
—Será todo un placer acompañarlo, preciado joven.
Ambos no echamos a reír, él se acercó y me rodeó con sus brazos. Los latidos de su corazón eran rápidos, parecía que le iba a dar un paro cardiaco. Mis manos se aferraban a su cuerpo y su olor me embriagaba. Escondí mi rostro en la curvatura de su cuello, haciendo que su cuerpo se estremeciera al sentir mi aliento chocar contra su piel. Él acariciaba mi cabello con delicadeza, junto a Derek todo era delicado y tierno.
Y era inevitable no compararlo con Arthur, junto a él todo era peligro, era correr el riesgo a salir lastimada o ser amada. Era como estar en una balanza que se inclinaba a veces al lado bueno, y después se inclinaba al malo. Con Arthur me sentía nerviosa, ansiosa, él podía hacer que con un beso todo lo demás se fuera al demonio, sabía que estaba enamorada de él, ya no había vuelta atrás para evitarlo.
—¡Wilkes y Duval! —gritaron sorprendiéndonos. Ambos nos separamos de golpe, pero el movimiento fue tan brusco que terminamos en el suelo ambos.
—Somos un desastre —anuncié riendo.
—Un inevitable desastre —concluyó él.
Me senté en el césped y Derek hizo lo mismo, mientras que el profesor Monroe caminaba hacia nosotros ocultando una sonrisa.