La tensión era palpable en la mesa, solo se escuchaba el sonido de los cubiertos al impactar contra el vidrio de los platos. Mamá había invitado a Arthur a cenar, él estaba sentado enfrente de mí, a mi lado derecho estaba mamá y en la punta de la mesa mi padre. Mi padre tenía cara de póker y no decía nada, se le notaba a kilómetros que no estaba cómodo. Mamá por otro lado se miraba ansiosa y curiosa, esperando para atacar con preguntas.
—¿Trabajas? —inquirió mi madre, rompiendo el silencio.
—No, señora Duval —contestó él.
Mamá sonrió de manera honesta y se acomodó en la silla.
—Dime Margaret, no señora. —Arthur asintió—. ¿Qué estudias?
Él extendió la mano y tomó el vaso de jugo, para luego ingerir el líquido y hablar.
—Estudio ingeniería mecánica.
—Así que ingeniería mecánica —habló papá intrigado—. ¿Por qué esa carrera?
—Mi padre tenía un taller de mecánica, crecí mirándolo trabajar con autos, él amaba la mecánica y ese amor me lo contagió. —explicó.
—Interesante. —Cortó un pedazo de carne—. Cuando era adolescente también me llamó la atención la ingeniería mecánica, pero a la final, terminé estudiando otra cosa.
—¿Y tu madre? —intervino mamá.
—Mamá…—susurré para llamar la atención, ella me miró y negué con la cabeza, para que no hablara del tema. Él miró mi acción y sonrió.
—Está bien, Layla. —Miró a mi madre—. Ella murió hace unos años.
—Lo siento —susurró mi madre apenada.
—Entonces… ¿vives con tu padre? —indagó papá.
Arthur negó con la cabeza.
—Él también murió hace años, vivo solo.
Papá asintió y siguió comiendo, el silencio se volvió a instalar en el lugar y mi cara era de pura confusión; si sus padres habían muerto. ¿Entonces quién era el hombre de aquella vez? ¿O por qué había mencionado a su padre en tiempo presente varias veces?
«— ¿De quién es el lugar?
Me observó de reojo y le dio otra calada al cigarro. Se acercó a mi rostro y lo soltó. Me eché para atrás y tosí, mientras que apartaba con mi mano el humo.
Él se echó a reír.
—De mi padre, pero soy socio.»
«—Deberían irse. A mi padre no le agrado verlos aquí.»
Las preguntas se formaban en mi cabeza, Arthur seguía siendo un enigma, un misterio que te sorprendía cada vez más. La intriga por saber su pasado era inmensa, quería saber todo sobre él, desde sus sueños hasta sus pesadillas. Y por alguna razón o motivo, cada vez que creía conocerlo me mostraba que no era cierto.
—¿Cuándo cumples los veintiuno? —preguntó mamá, logrando que saliera de mis pensamientos.
Tragó el pedazo de comida que tenía en la boca, se acomodó en la silla y habló.
—Ya los cumplí —anunció.
Lo miré aún más confundida y aturdida.
—Layla no nos dijo nada sobre que ya tenías veintiuno —dijo mamá mirándome.
La cabeza de mi padre y Arthur giraron hacia mí en unísono.
—No lo sabía —susurré.
Arthur sonrió y posó su mirada en mi madre.
—Mi cumpleaños no es una fecha que me guste celebrar —aclaró.
—¿Por qué no? —interrogó papá—. Claro, si se puede saber.
La postura de Arthur se volvió rígida, sus ojos no transmitían ninguna emoción y su rostro estaba inexpresivo. Los tres lo mirábamos con atención, en espera de una respuesta. Se acomodó en la silla y con voz monótona y sin emoción alguna respondió.
—Porque ese día fue en el cual mis padres murieron.
A lo que las palabras salieron de su boca, la expresión de mi padre cambió. Ya no tenía cara de póker, ahora era de asombro y curiosidad. Él y mamá intercambiaron una mirada y lo primero que miré fue lástima en sus ojos. La mirada de Arthur estaba sobre el plato de comida, y la de mis padres sobre él. Su mandíbula estaba tensa y parecía que se iba a partir los dientes, seguimos comiendo sin decir palabra alguna.
El ambiente se había puesto todavía más incómodo, mis padres cada vez que tenían la oportunidad lo miraban con lastimas e intriga, y los entendía. También estaba intrigaba, pero al menos yo disimulaba, en cambio ellos no lo hacían. Y Arthur no era estúpido y se daba cuenta.
—Gracias por la cena, pero ya tengo que irme —anunció sin terminar su plato, se levantó de la mesa sin hacer contacto visual y salió de la casa.
Luego de unos segundos se escuchó el motor de un auto arrancar y el rechinar de las llantas contra el pavimento. El silencio se instaló en la mesa durante el resto de la cena, mamá y papá se disculparon conmigo por haber hecho tantas preguntas, pero no dije nada. Después de terminar de comer cada uno se fue a sus respectivos dormitorios. Si dijera que no pensé en Arthur y en lo que había dicho mentiría.
No entendía, seguía sin saber las cosas por completo y solo sabía o creía saber cosas a medias. Lo seguro era que Arthur seguía ocultando cosas y parecía que no había un final de tantos secretos.