El recuerdo de un amor

Capítulo 35

No tengo palabras para explicar lo que sentía al verlo delante de mi puerta. Él podía hacerte sentir mejor con una sonrisa sincera, o cuando te abrazaba. Una radiante sonrisa adornaba sus labios, dio un paso en mi dirección y extendió el ramo de girasoles en mi dirección.

 —Gracias. —Tomé el ramo y moví la cabeza un poco—. Ven pasa.

Abrí un poco más la puerta y me hice a un lado. Él entró y su aroma a menta invadió mis sentidos, cerré la puerta y caminé hasta la cocina, donde dejé los girasoles en agua. Caminé a hasta la sala, y él ya estaba sentado en el sofá.

—¿Tus padres no están? —inquirió.

—No —me senté a su lado—. Fueron a buscar a los abuelos.

Giró a verme asustado.

—¿Tu abuelo también? —Asentí—. Creo que mejor me voy.

Me eché a reír y tomé su mano cuando se levantó, lo jalé y cayó sentado en el sofá.

—No exageres, Derek.

—¿Exagerar? —Negó con la cabeza—. No es exagerar, en navidad tu abuelo me estuvo amenazando con Abigail, o mejor dicho con una escopeta. Y supe que era una escopeta porque tu abuela me lo dijo.

Me reí y golpeé mi frente con la palma de mi mano.

—Eres un cobarde.

Bufó.

—No lo soy, solo no quiero morir joven.

Enarqué una ceja.

—¿Entonces tienes instinto de supervivencia? 

—Exacto. —Sonrió.

—Das pena.

Giró mi rostro con una mano, y acarició mi mejilla. Con la otra mano entrelazó nuestros dedos y sonrió.

—Aunque sea cobarde y de pena, así me quieres —susurró.

—Voy a tener que empezar a ser exigente con las personas que quiero —anuncié en un susurró.

Sonrió, apartó la mano que estaba en mi mejilla, dejando un cosquilleo en mi piel. Buscó algo en su abrigo, y sacó una caja cuadrada de terciopelo negra.

—Te traje algo. —Soltó la mano que teníamos entrelazada.

—¿Otro regalo? —inquirí.

Asintió.

—Cuando estaba alquilando el traje lo miré y pensé en ti. —Vaciló y se frotó la nuca. Alzó la cabeza y conectó nuestras miradas—. Espero que te guste.

Lo miré con curiosidad. Abrió la caja y en su interior yacía una pulsera de plata, tenía un dije en forma de cámara en todo el medio, y su alrededor estaban varios rayos, que representaban el flash de las cámaras.

—¿Te gusta? —inquirió ante mi silencio.

Asentí sin dejar de estar sorprendida.

Tomó mi mano entre las suyas, sacó la pulsera de la caja y la colocó en mi muñeca derecha. Alcé mi mano hasta la altura de mis ojos, como una niña curiosa moví el dije de la cámara y los flashes, sonreí.

—Es hermosa. —Volteé a verlo y lo abracé—. Gracias.

—De nada —dijo devolviéndome el abrazo.

Nos quedamos sumidos en el abrazo. Desde que habíamos empezado las tutorías algo fue arreglándose entre ambos, aquella brecha que nos separaba ya no estaba, no había discusiones, malos ratos o momentos desagradables. Habíamos avanzado bastante, al principio discutíamos demasiado e íbamos y veníamos, pero en ese momento, ya no era así. Todo era diferente.

—Tengo que decirte algo —habló con la voz ronca, provocando un cosquilleo en mi cuerpo.

Me alejé de él, aunque no lo suficiente porque nuestros rostros quedaron a escasa distancia; una de sus manos quitó el mechón de cabello que caía en mi rostro, y lo colocó detrás de mí oreja. Después su mano se dirigió a mi mejilla, donde la acarició con cuidado, sus ojos recorrieron cada parte de mi rostro con lentitud, dándose el tiempo para recordar cada detalle.  No podía hablar, me sentí hipnotizada por sus ojos.

—No sé por dónde empezar, pero…—Vaciló—. Necesito que lo sepas.

Lo miré confundida.

—¿Qué tengo que saber? —inquirí.

No dijo nada, solo se quedó observándome.

—Derek…puedes confiar en mí, para eso estamos los amigos.

Él sonrió, envolvió una de sus manos alrededor de mi cintura y me atrajo hacia él, aún estábamos algo separados. Mis manos volaron hacia su pecho por instinto y no me volví a mover. En sus ojos se reflejaba que estaba ansioso y nervioso, su mano acarició mi mejilla con suavidad y recorrió con su dedo pulgar el borde de mi labio inferior.

Una vocecita gritaba en mi cabeza que estaba mal, muy mal. Éramos solo amigos y no podíamos estar tan cerca, y mi corazón no podía latir de manera desenfrenada por él. No cuando estaba enamorada de alguien más.

—Ese es el problema —susurró con voz ronca, y se acercó su rostro un poco más, mientras envolvía más su mano en mi cintura. Nuestras respiraciones se mezclaban y nuestras narices se rozaban—. No quiero ser tu amigo, Layla. Yo…

—¡Ya llegamos! —anunciaron, interrumpiéndolo.

Me aparté de golpe de Derek, como si su piel quemara y con el corazón en la garganta. Me levanté del mueble sin hacer contacto visual, me encaminé hacia el pasillo, encontrándome con mis padres y los abuelos entrando.



#7893 en Joven Adulto
#21488 en Otros
#1747 en No ficción

En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.