El recuerdo de un amor

Capítulo 41

Inhalé y luego exhalé el aire, junté las palmas de mis manos y con el agua que había mojé mi rostro, lavándome el maquillaje y quedando sin una gota en mi rostro, sequé mi rostro y mientras lo hacía contemplé mis ojos rojos e hinchado, vi como la felicidad ya no habitaba en mis ojos cafés. El dolor se deslizaba por mi cuerpo como un veneno mortal, dolía saber que la persona que querías, por la cual habías mandado todo a la mierda, estaba con alguien más teniendo sexo dentro de una oficina.

Mis dedos picaban y cerré los ojos con fuerza. Al principio, cuando me mudé con él las cosas estaban bien, era amable, había dejado de ir mucho a las carreras y las peleas, pero de un momento a otro, cambió. Una noche lo encontré con una mujer en las carreras, y solo me fui de allí y cuando llegó y me vio haciendo las maletas, se disculpó mil veces y le echó la culpa al alcohol que corría por sus venas.

Y yo también culpé al alcohol.

Después de ese día, volvió a ser por una semana amable, atento y después todo se volvió a ir al caño, volvió a serme infiel, esta vez con Alise, y volvió con el mismo cuento y volví a creerle, volví a culpar a cualquier cosa, pero no lo culpé a él.

—Layla —musitaron.

Mordí mi labio hasta hacerme daño, volteé y los ojos llenos de tristeza de Jazmine me dieron la bienvenida, sonrío con tristeza y extendió su mano en mi dirección.

—Vamos, iremos a mi casa.

Tome su mano y dejé que me guiara lejos de las personas de aquel lugar, lejos de la oficina donde Arthur estaba con Alise. Jazmine era la única persona que estaba a mi lado, escuchaba cuando quería hablar, me aconsejaba lo mejor que podía, y cada consejo decía lo mismo, era mejor que volviera a casa con mis padres y dejara a alguien que no me hacía bien.

Solo sabía de mis padres porque ella iba a visitarlos, solo sabía de ellos porque Jazmine era el puente para saber uno del otro. No me sentía preparada para verlos, no quería ver sus caras llenas de decepción, de tristeza y dolor, porque sé que irme de casa los destruyó. No había ido a la entrega de mi título porque me había quedado llorando porque Arthur me había sido infiel por cuarta vez, y no había vuelto.

No me sentía preparada para ver lo que yo había causado en ellos.

No sabía nada de Derek, la última vez que nos habíamos mirado fue en el baile y ahora no sabía nada de él, y mucho menos de Anne, ambos habían desaparecido por completo de mi vida. Al cabo de unos minutos, llegamos a casa de la tía de Jazz, no era la primera vez que me quedaba con ellas.

—¡Jazz, Layla! —gritó la tía Mer con su uniforme de enfermera puesto. Se acercó a Jazz y le dio un beso, luego hizo lo mismo conmigo, dándome una mirada de tristeza, ella sabía todo, y aunque me había persuadido y llevado hasta mi propia casa para que hablara con mis padres, me arrepentí al último minuto y no entré—. Llegan justo cuando ya me tengo que ir.

—Pensé que era tu día libre —dijo Jazz, mirando como la mujer se movía por la sala en busca de su bolso.

—Lo era, pero voy a cubrir a una amiga. Hay cena en el microondas y a ti te toca lavar la vajilla, Jazz, así que arregla la cocina antes de que te acuestes. ¡Aquí estás! —exclamó al encontrar su bolso—. En fin, ya debo irme, las veré por la mañana.  

Nos dio un beso en la mejilla a cada una y luego salió de la cama, Jazz volteo a verme y sonrío.

—Sube a bañarte, arreglaré la cocina y luego veremos un largo maratón de películas.

Asentí y subí hasta la planta superior, era una casa pequeña y colorida, a medida que subía miraba las fotografías de Jazz en ballet y en otros eventos, en todas salía ella y la tía Mer, más nadie, ni su padre, ni mucho menos su madre.

Me di una larga ducha con agua caliente, después me vestí con algo de ropa que me dio Jazz y ambas nos metimos en la cama para ver: Una esposa de mentiras (1), mientras mirábamos la película comíamos. Jazz sabía qué hacer cuando me sentía mal, y eso lo amaba de ella. Intentaba concentrarme en la película, pero mi mente viajaba hacia Arthur de manera inconsciente y odiaba eso. Nuestra relación era tóxica, desde un principio lo había sido; él me hería cada vez que quería, y solo me hablaba bonito y tierno cuando quería acostarse conmigo.

Lo peor era que me había acostumbrado, me había acostumbrado a ser utilizada y amada a medias.

Nadie merece ser amado a medias, todos merecemos que nos amen a tiempo completo.

—¿Recibiste ya la respuesta de la universidad? —inquirió cuando la película terminó. Asentí—. ¿Qué decía?

Había enviado la solicitud días después de irme de casa, los resultados llegaron esa mañana y mi corazón latía desenfrenado cuando leí la carta. Tuve que leer varias veces la respuesta para asegurarme que era cierta, para entender que de verdad esa simple palabra al principio de la carta estaba escrita, y no era una ilusión de mi mente.

—Me aceptaron —dije en un susurro.

Un chillido salió de los labios de la rubia, y sin que tuviera tiempo para reaccionar se lanzó encima de mí, sus manos me abrazaron con fuerza, y movía nuestros cuerpos de un lado a otro, mientras que reíamos.

—¡Felicidades! —exclamó al separarnos—. Sabía que lo lograrías, lo sabía.



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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