Saqué las llaves del apartamento y abrí la puerta, entré y la cerré; me quité el abrigo y lo dejé en el perchero, también dejé las llaves en una mesa que estaba cerca de la entrada. Comencé a estirar mis brazos y mover mi torso, ya que me sentía algo cansada, todo el apartamento estaba oscuro y había un silencio sepulcral que colocaba los vellos de mis brazos de punta.
—¿Te divertiste con él? —inquirió una voz gruesa. Pegué un pequeño salto por el susto.
Con pasos cautelosos me acerqué hasta la pared, y con las manos busqué el interruptor de la luz, al encontrarlo lo moví; iluminando el lugar. Arthur estaba sentado en un mueble individual a unos pasos de distancia, en una de sus manos estaba un vaso de vidrio con licor, y en la otra un cigarro que estaba a punto de acabar. Su mirada estaba fija en mí, y me miraba enojado, muy enojado.
—No sé de qué hablas —dije. Sonrió de manera espeluznante, se levantó del sofá dejando la colilla del cigarro en un recipiente.
—No sabes de qué hablo —susurró para sí mismo, caminó hasta quedar a unos pasos de distancia, escudriñó mi rostro y masculló—: ¿Estás segura que no lo sabes, cariño?
No me gustaba como me miraba, o el tono de voz con el que hablaba, me hacía sentir inquieta y casi desesperada, era la primera vez que empezaba a sentir miedo de cómo se comportaba.
—No, no lo sé —susurré, intentando que mi voz no mostrará el miedo que sentía.
—¡Mientes! —gritó, lanzando el vaso de licor contra la pared, haciendo que se partiera en miles de pedazos, y asustándome más—. Eres una maldita mentirosa.
Asustada di un paso hacia atrás y luego otro. Él no estaba sobrio, no estaba en sus cinco sentidos, y eso hacía que una alarma se despertara en mí, alertándome, colocándome precavida.
—Arthur me estás asustando —hablé con la voz temblorosa.
—¿Te estoy asustando? —indagó y sonrió—. Dime cariño, ¿te divertiste con Barry?
La sangre en mis venas se helo al escuchar el nombre salir de sus labios, sus ojos escudriñaron mi rostro esperando una reacción, sus ojos estaban inyectados en sangre, lucía furioso, como un león que estaba en su jaula y quería ser liberado; su rostro estaba rojo y algunas venas se marcaban en su piel.
—¿Conoces a Barry? —inquirí en un susurro.
Al ver su mirada oscurecerse, hasta el punto en el cual no distinguía su pupila del ojo, me arrepentí de haber hecho esa pregunta. Soltó una carcajada, desordenó su cabello, inhaló y luego exhaló con fuerza.
—Eso es lo que menos te debe importar —masculló entre dientes, acercándose de manera amenazante, haciendo que yo retrocediera—. Quiero que te alejes de él, no quiero volver a saber que lo viste, porque juro que te vas a arrepentir, Layla.
—¿Ahora me amenazas? —cuestioné incrédula y furiosa—. ¡Creo que eres el menos indicado para decirme con quien puedo y no puedo estar!
—¡Me vale mierda lo que creas! —gritó dando un paso hacia al frente—. ¡No quiero verte con él!
—¿O qué? —Lo reté y di un paso hacia al frente, quedando a centímetro de distancia.
Sus hombros subían y bajaban con fuerza, y sus manos estaban convertidas en puños a sus costados, era un duelo de mirada.
—No me retes —siseó.
—No me des órdenes —mascullé con la frente en alto. Él era un hijo de puta que me hería cuantas veces se le daba la gana, y yo también quería hacer lo mismo, quería herirlo y hacerlo sufrir; quería que sintiera el dolor que yo había sentido con sus infidelidades.
—Eres mi novia y te puedo dar las órdenes que se me den la puta gana, ¿entiendes?
Solté una carcajada carente de humor, negué con mi cabeza repetitivas veces y me crucé de brazos. Al dejar de reír fijé mi mirada en él, sus ojos estaban llenos de ira, una ira que quería ser desatada.
—No soy un animal para recibir órdenes, además, ¿ahora te acuerdas que soy tu novia? —Indagué divertida y meneé mi cabeza en desaprobación—. Recuerdo que anoche estabas follando a Alise en la oficina de tu padre, sin importarte un demonio que tienes novia.
—Eso fue un desliz —dijo y me enojé más.
—Uno de los muchos que has tenido —mascullé, me acerqué un poco más y golpeé su pecho con mi dedo índice—. Eres un idiota si crees que me alejaré de Barry solo porque tu macho celoso y protector se acordó de que tiene novia, no pienso cometer el mismo error dos veces, así que acéptalo, no voy a alejarme de Barry.
Intenté darme la vuelta pero me tomó con brusquedad de la mano y tiró hacia él, después soltó mi mano y me tomó por el rostro, haciendo presión con sus dedos en mis mejillas, caminó hacia adelanté y un quejido salió de mis labios cuando mi espalda golpeó con fuerza la pared.
—Me vale una mierda lo que quieras y creas, harás lo que digo y punto. ¿Entendiste? Si digo que bailes; bailas, si digo que te coloques algo, te lo colocas, si te digo que te alejes de alguien te alejas. No intentes jugar conmigo, Layla.
Coloqué mis manos sobre las suyas, intentando apartarlas.
—Me estás lastimando —susurré.
—No he escuchado una afirmación.