El recuerdo de un amor

Capítulo 51

¿Cuál es el lugar perfecto para ocultar algo que pueda destruirte?

¿Dónde ocultas la evidencia de tus secretos más oscuros?

¿Debajo de la cama? ¿En una caja fuerte? ¿Abres un hueco y lo ocultas? ¿Debajo de la alfombra? Hay millones de lugares en los cuales puedes esconder un objeto, papeles, cosas que no quieres que salgan a la luz, y yo tenía muy poco tiempo para buscar y encontrar los secretos de Arthur, la evidencia que pudiera devolverme mi vida, mi libertad.

Libertad que yo misma había entregado en bandeja de plata y quería devuelta.

—Vaya mierda —murmuré con desagrado y con mis ánimos por lo bajo.

Deje que mi cuerpo cayera contra la pared, deslizándome hacia el suelo y quedándome sentada en el frío piso de madera. Había revisado en todo el departamento, había buscado en cada rincón que creí seguro para esconder algo y la respuesta era la misma, nada, no había nada de nada.

No papeles.

No fotografías.

No había algo y estaba perdiendo lentamente mis esperanzas de hallar algo.

Me acosté en el suelo y con un brazo abracé mi estómago y con el otro cubrí mis ojos, dejé salir un suspiro agotado y no me moví de posición. Había estado toda la tarde buscando en la sala, había creído que quizás me había pasado algo por alto, pero había sido una idea errónea. Jazmine había buscado en la oficina de Arthur y no encontró nada, solo chocó contra una Alise meticulosa y algo extraña que le hizo cientos de preguntas sobre por qué estaba ahí.

Alise tramaba algo, estaba planeando algo, lo sabía. Las veces que nos mirábamos o estábamos en el mismo lugar, soltaba comentarios que hacían que Arthur volteara a verme con el ceño fruncido, que hacían que Arthur comenzará a ser más meticuloso, más desconfiado de lo que ya era.

Aunque, desde la noche en el edificio se había comportado bien, me había comenzado a dar más libertad, por así decirlo, porque a todos los lugares a los cuales iba, él me acompañaba.

Era una libertad a medias.

Retiré el antebrazo de mis ojos y bajé mi brazo hasta llegar a mi estómago, donde entrelacé mis dedos. Observé el techo blanco durante minutos, no sé cuántos, pero estuve en esa posición por un buen rato. Mi cabeza cayó hacia el lado izquierdo, mis ojos recorrieron el piso de madera, observé las patas de la mesa de vidrio que había en la mitad de la sala, con un adorno encima de ella. Mis ojos siguieron recorriendo el lugar, hasta que se quedaron fijos en algo.

Me reincorporé rápido, caminé hasta el mueble y agaché. Había un listón, era algo grueso y negro, estiré mi mano y lo toqué, lo tomé entre mis dedos y lo jalé. Algo medio salió, era negro y parecía la cubierta de un libro, no lo miraba bien; intenté sacarlo, pero no podía, era como si estuviera al revés del lugar. Solté un suspiro, me levanté y rodeé el mueble. Me volví a agachar y metí mi mano, desde ese ángulo si lo podía ver bien, era un libro, el cual estaba metido en un escondite ingenioso, habían colocado una tabla de madera debajo del mueble y metido el libro en el espacio que quedaba entre el mueble y la tabla. Saqué el libro, me senté colocando mis piernas en forma de mariposa, y me quedé observando el objeto hallado.

Tenía polvo encima, pasé mi mano por encima de la cubierta de cuero negro, quitándoselo, a un costado tenía tres tiras anchas de cuero negro, los cuales estaban prensados a la cubierta por unos pequeños botones dorados, tenía otro pedazo de cuero negro en el costado derecho de donde sobresalían las hojas, era una especie de pequeña cerradura.

Quité la pequeña cerradura que constaba de un imán y algo de metal. El libro se abrió. dejando a la vista la primera hoja, lucía vieja y desgastada, en el principio decía Querido Diario. Fruncí mi ceño al leer esas palabras, era un diario, lo último que pensé que encontraría, pasé todas las hojas y en el principio de todas decía lo mismo, además de que no había ni una sola hoja en blanco. Volví a la primera hoja y empecé a leer.

Querido Diario:

Suena estúpido escribir esas palabras a mis diecinueve años, pero es lo único que se me ha ocurrido hacer para desahogarme. ¿Sabías que una decisión puede cambiar tu vida entera? ¿Sabías que puede mandar todo a la mierda? He tomado decisiones que no son correctas, que nunca lo han sido, pero ante mis ojos lo eran, y si, han sido decisiones erróneas las que he tomado.

Entre ellas está haberme venido a vivir con mi novio. Al principio la relación era de ensueño, él era atento, amable, amoroso, era la persona más tierna que podrías conocer. Aunque lucía como un verdadero hijo de puta, creía que lo era por un tiempo, pero terminó siendo todo lo contrario. Dicen que las apariencias engañan, y esas palabras aplican en él, porque terminó teniendo un corazón enorme debajo de una coraza, un corazón lleno de heridas y rasguños.

Habíamos tenido algunos problemas antes de mudarnos juntos, Arthur había empezado a ser desconfiado, celoso y a veces se comportaba muy raro, pero aun así; cuando me dijo que quería que nos fuéramos a vivir juntos acepté.

¿Cómo iba a saber qué semanas después todo se iría a la mierda?

Yo quería sanar cada herida, cada rasguño, quería amarlo, hacerlo feliz, quería demostrarle que no estaba solo, pero mi amor no fue suficiente para curarlo y toda su mierda me terminó consumiendo.

Emily.

—Es el diario de Emily —susurré en un hilo de voz. Sonreí con melancolía al releer el último párrafo—. Ambas nos equivocamos al querer ayudarlo.

Pasé de hoja para seguir leyendo.

Querido Diario:

Si me dijeran que escogiera una palabra para definir mi vida en estos momentos elegiría sin dudar la palabra mierda. Porque en eso es lo que se ha convertido mi vida, una completa bola de mierda. Te lo explicare. Chica conoce a chico, chica y chico se enamoran, se hacen novios y a los meses se van a vivir juntos, pero después de unas semanas de vivir juntos todo se va a la mierda. ¿Por qué? Simple: porque el chico cree que la chica le miente y que le es infiel.



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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