Querido Diario:
Si cierro mis ojos con fuerza puedo trasladarme a esos días en los cuales era feliz con él, donde me besaba y sostenía de la cintura, donde ambos compartíamos bromas, donde soñábamos con un futuro. ¿Estúpido, cierto? Hay noches en las cuales lo veo dormir, luce tan pacífico, tan dulce, tan adorable. Sueno como una maldita romántica, y quizás lo sea, pero amo a Arthur Jensen, aunque él no confíe en mí. Quiero creer que solo es una crisis de pareja, eso debe de ser. Superaremos esto y volveremos a ser los mismo de antes, solo necesitamos tiempo.
Solo un poco de tiempo...
Emily
Querido Diario:
Ahora soy una prisionera, ya no habló con mis amigos, ya no salgo, ya no sé nada sobre mi familia. Aunque quizás mis padres siguen en desacuerdo con que me haya venido a vivir con Arthur, y quizás tuvieron razón.
Ya no tengo vida, Diario. Solo te tengo a ti, solo somos tú y yo, porqué con Arthur todo va de mal en peor.
Emily.
Querido Diario:
¿Te han roto el corazón y hecho mierda?
No, no lo han hecho porque solo eres un diario. Pero te relataré como se siente, básicamente, tu corazón late rápido, late con tanta fuerza que te sorprendes, y de pronto, parece detenerse, tus oídos se tapan como si estuvieras metido en el agua, tus ojos se llenan de lágrimas y el pecho se contrae con violencia, haciendo que respirar sea difícil, y cuando tu corazón vuelve a latir, sientes que hay un cambio.
Hoy Arthur llegó oliendo a perfume de mujer, y lo reconocí, era el perfume de Alise y eso me rompió, pero lo que me destrozo fue que cuando lo enfrente, él me dijo que sí, que sí se había acostado con ella. Su aliento olía a licor, a mucho licor y casi no se podía mantener de pie.
Discutimos, discutimos como nunca. Cosas volaban y se quebraban, gritos por aquí y por allá, hasta que lo golpeé por llamarme zorra, ¿sabes qué fue lo peor? Él me regresó el golpe.
Solo bastaron unos segundos para que las lágrimas cayeran por mis mejillas, para que mi corazón se rompiera en pequeños fragmentos, y para que quedara hecha mierda. Él reaccionó, en sus ojos se miraba el miedo, el arrepentimiento, su rostro lucía asustado, aterrorizado; me pidió perdón, pero me alejé y me encerré en el cuarto. Insistió durante horas en que le abriera, pero no lo hice y ahora estoy escribiendo en ti, porque eres al único que le puedo contar todo, eres mi único amigo.
Emily.
—Lo encontré debajo del mueble —hablaba mientras ellos miran las imágenes que le había tomado al diario de Emily. Incluyendo las que yo ya había leído—, no lo traje porque puede ser peligroso, no quiero que después él vaya a buscarlo y no esté. Esos son solo algunos fragmentos a los cuales les tomé fotografía.
—¿Hay una nota de suicidio? —inquirió Barry, alzando la mirada del teléfono para posarla en mí.
—No lo sé, quizás. No estoy segura de que la haya.
—Al menos encontraste algo —intervino Ethan.
Me acomodé en la silla y resoplé.
—No creo que sea de mucha ayuda.
—Pero ahora sabemos que el bastardo golpeó a Emily por primera vez por Alise —escupió Caroline con amargura—, pero...hay cosas que no entiendo.
—¿Qué no entiendes? —pregunté.
—Emily escribió en la primera página que era feliz, que él era tierno y toda esa mierda, y me consta que lo fueron, lo que no entiendo es sobre qué heridas, rasguños y corazas es de las que habla. No entiendo esa mierda.
Solté un suspiro.
—Hay...hay algo que no saben de Arthur —susurré—, hay cosas que no saben de él.
—Oh entonces ilumínanos —pidió Caro con sarcasmo.
Me removí incómoda en la silla, era algo delicado y aunque Arthur era un desgraciado me costaba hablar sobre su pasado, porque recordaba sus ojos, el dolor en sus palabras, absolutamente todo.
—El padre de Arthur asesinó a su madre enfrente de sus ojos, y luego se suicidó él.
—¿Qué? —inquirió Jazz. En todo el tiempo que llevábamos en el café la rubia por fin dijo algo, se mantenía distante, miraba por la ventana y en casos lucía perdida; como si aún no creyera todo eso, y la comprendía. Yo también lo estaba asimilando—. Pero su padre está vivo, él es dueño del edificio en el cual hacen las peleas.
—Ella tiene razón. —La apoyó Ethan.
—No está vivo, el hombre que ustedes han visto es Benjamín; su tío materno, él se hizo cargo de Arthur cuando sus padres murieron, ambos se mudaron de Michigan a aquí, y le hicieron creer a todos que eran padre e hijo, para así tener un nuevo comienzo.
La cara de Jazmine era un poema, había confusión, decepción, ira y dolor. Cerró sus ojos con fuerza unos segundos y después los abrió.
—Entonces su mamá nunca murió cuando era un niño —susurró.
—Prácticamente sí lo hizo, murió cuando él estaba cumpliendo siete años.
—Por eso no le gusta celebrar su cumpleaños. —Volvió a susurrar.
—¿Eso es todo? —inquirió Caroline—. ¿Por eso es tan hijo de puta?
La miré con el ceño fruncido y algo enojada.
—Es complicado la historia Caroline, y si, aunque sea un hijo de puta ahora no es agradable por lo que ha pasado.
—Solo es un bastardo que no supera la muerte de sus padres, nada más —escupió con odio.
—Caroline, detente —pidió Barry mirándola con dureza—. No todos los seres humanos somos iguales, no todos enfrentamos el dolor de igual manera, aunque la muerte de sus padres no justifica sus acciones ahora. Si Layla dice que es complicada la historia debemos creerle, no ser unos imbéciles.
Caro bufó y se cruzó de brazos.
—¿Has encontrado algo más? —inquirió Ethan—. ¿Algo sobre drogas?
—No —negué—, pero creo que he estado buscando en el lugar equivocado.
—¿De qué hablas? —inquirió Jazz.