El recuerdo de un amor

Capítulo 54

Mi espalda ya estaba adolorida por la posición en la que me encontraba, mis piernas estaban pegadas a mi pecho y las lágrimas y sollozos ya se habían detenido. Mi mirada estaba en un punto fijo del baño, si, el baño. Cuando escuché que intentaban abrir la puerta del cuarto corrí hacia el baño del pasillo y me encerré, no era un buen plan, pero eso evitaría que viera la cara de Charlotte.

Arthur me había engañado con muchas mujeres, y me había dolido saber lo que hacía, pero encontrarlo en la cama con mi prima, con mi propia familia, Dios, eso definitivamente había acabado con el poco corazón que tenía.

—¿Puedes salir? —Cerré mis ojos con fuerza al escuchar su voz, tan suave y dulce; quería desaparecer, deseaba desaparecer—. Por favor.

Mordí mi labio inferior con fuerza al escuchar sus palabras, ¿por qué no se largaba? ¿Por qué no me dejaba en paz? Dios, ¿era tan complicado para él entender que lo último que quería hacer era ver su maldito rostro?

—Layla, por favor, sal —pidió.

Me levanté del suelo enojada, era una mezcla tan extraña; estaba enojada y dolida, no quería verlo y a la vez quería gritarle que era un hijo de puta. Vaya mierda. Tomé la perilla de la puerta entre mis manos, no sin antes secar las lágrimas y lavar mi rostro, me quería mostrar fuerte y decidida, quería mostrarle que no me iba a derrumbar y quedarme en el suelo, sino que iba a renacer de mis cenizas como un fénix.

Abrí la puerta. Sus ojos se encontraron con los míos, las ganas de llorar me volvieron a invadir, pero las evité, empujé su cuerpo y salí del baño. Recorrí el pasillo, llegué a la sala y tomé el bolso y llaves de la encimera de granito, aunque mis piernas temblaban seguía caminando con seguridad. Cuando iba hacia la puerta principal, él me tomó por el brazo y me giró de manera brusca.

—Tenemos que hablar. —No era una petición, era un orden.

—Vete a la mierda —siseé y me solté del agarre como si su piel me quemara.

—Tenemos que hablar. —Volvió a decir.

Sonreí de manera irónica.

—¿Quieres hablar de cómo te follas a mi prima?

—Layla...

—Porque lo sabías, ¿cierto? —inquirí y no contestó. Sonreí de manera cínica, su silencio era como si clavaran una daga en mi corazón y después la retorcieran—. Claro que lo sabías.

Me di la vuelta, pero él me volvió a tomar del brazo.

—¡No me toques! —grité zafándome de su agarré—. ¡No vuelvas a colocar un solo maldito dedo en mi cuerpo!

Su rostro era indescifrable, sus facciones se miraban pacíficas, pero sus ojos eran un mar de emociones y sentimientos.

—Te estás comportando como una niña pequeña —masculló entre dientes.

Solté una risa sarcástica.

—¿Quieres que te aplauda por acostarte con mi prima? —Empecé a aplaudir—. Felicitaciones Arthur, eres el hijo de puta más grande que he conocido en mi maldita vida, el hijo de puta que me arrepiento de haber conocido.

Apretó la mandíbula.

—Tu prima tenía razón, solo eres una adolescente insegura.

—Mi seguridad no tiene nada que ver con que tú te acuestes con ella —mascullé, acercándome a él—, mi seguridad no tiene nada que ver con que seas un imbécil, mi seguridad no tiene nada que ver con que seas un maldito infeliz. Pero... ¿sabes que si tiene que ver con todo ello? —Alcé mi mentón con orgullo y siseé con veneno en la voz—. Tiene que ver que me haya quedado a tu lado, porque he sido tan estúpida y ciega que te he perdonado una y otra vez, cada una de tus infidelidades, cada una de las cosas que has hecho para lastimarme. No sabes cómo me arrepiento de haberte conocido.

—Mientes —siseó y me tomó de ambos brazos, su agarre no me lastimaba; pero si era fuerte—, me quieres Layla, eso no lo puedes negar. No importa si te hiero o no, tú sigues queriéndome —se agachó hasta mi altura, colocando nuestros rostros a una escasa distancia—. Tú me amas.

—No estés tan seguro de eso —me alejé—. El amor que sentía por ti, tú mismo te has encargaste de destruirlo, tú mismo lo has hecho mierda. Quizás siga teniéndote afecto, pero ¿amarte como antes? No, ya no lo hago.

Mientes. Gritó, esa pequeña voz en mi cabeza. Él tenía razón, no importaba si me hería o no, yo lo seguía amando, y aunque lo hacía; quería amarme y pensar en mi primero que en él.

Tensó la mandíbula, su respiración se estaba volviendo inestable, y sus manos estaban convertidas en puños. Nos quedamos mirando fijamente durante varios minutos. Deseaba saber qué era lo que pensaba, quería saber por qué había hecho lo que hizo.

—¿Acaso ya Barry te folló? —inquirió aún con la mandíbula tensa—. ¿O fue Derek?

—No soy como tú, no caigo tan bajo.

Soltó una carcajada carente de humor y llena de ira contenida.

—¿No eres como yo? —Chasqueó la lengua—. Sé que te has estado viendo con Barry, cariño. No estabas con Jazmine en el cine, estabas con Barry, ¿cierto?

—¿Y si así fuera qué? —inquirí.

—Eres una zorra —masculló acercándose a mí.

Sonreí de lado.

—No lo soy. Barry es mi amigo, ¿sabes el significado de esas palabras? Aunque creo que no, ya que siempre te follas a tus amigas —lo miré con lástima—. Yo tengo amigos, tú tienes putas personales, y aunque crees que soy una zorra, no lo soy. Porque nunca seré como tú.

—No, no lo serás —dijo con veneno en su voz—, porque siempre serás una adolescente estúpida e insegura de sí misma. —Sabía que hablaba para lastimarme, y lo estaba haciendo. Aunque ante él mostraba mi cara inexpresiva, por dentro estaba gritando y llorando—. Y sí, me acosté con Charlotte, ¿sabes por qué? Porque ella es mejor que tú en la cama, es mejor que tú en todo. Ella si es una mujer, Layla. No una adolescente estúpida como tú.

—¿Quieres a una mujer? —inquirí. Sabiendo que lo que pasaba por mi mente era una idea descabellada, no; descabellada no. Era un suicidio asegurado.



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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