El recuerdo de un amor

Capítulo 58

Sentía como si hubiera viajado en el tiempo, sentía como si me hubiera transportado a meses atrás, un nudo en mi garganta apretaba con fuerza y respirar parecía tan difícil, tan complicado.

Mis piernas estaban temblando, igual que mis manos. Le había respondido a Jazz preguntando dónde estaba, ella me envió la dirección y pidió que la buscara. Intenté llamarla, pero su teléfono me enviaba a buzón. Me arreglé rápido y salí de casa de tía Mer, pero no me había dado cuenta de algo, y era, que la dirección que ella había enviado era la misma, en la cual hace un año atrás había ido a buscar a Anne, el mismo lugar en el cual conocí a Arthur y Marcus. Mi estómago estaba revuelto y amenazaba con expulsar todo lo que había comido.

Ann.

Sentía que era la primera vez que miraba la casa, como si hubiera viajado en el tiempo y vuelto a ese día. El frente estaba llenó de vasos y algunas personas se estaban besando, otras solo se encontraban tirados en el césped, mientras que miraban el cielo y fumaban mariguana.

¿Por qué Jazz estaría aquí? Me pregunté, pero era imposible tener una respuesta. Tomé una gran bocanada de aire y con pasos temblorosos me acerqué a la puerta principal, la abrí y entré en la casa. En el aire era palpable el olor a marihuana, sudor y cigarro, había personas bailando por todos lados, otros parecían que necesitaban una habitación. Empecé a buscar a la rubia en la planta baja, mientras tanto intentaba localizarla por el teléfono, pero seguía sin responder mis llamadas, la desesperación y el pánico estaban empezando a dominarme.

Salí a la parte trasera de la casa y en la piscina estaban algunas personas metidas, aunque la mayoría eran parejas. Alcé la mirada y recorrí el lugar. Cuando vi el árbol que estaba a unos metros de distancia mi corazón dio un vuelco.

«... Recorrí con la mirada el patio y observé una figura cerca de un árbol vomitando, me acerqué para observar mejor y era Anne.

—¡Ann! —grité y me acerqué a ella.

—La-layla —dijo arrastrando las palabras—. Tardaste mi-mil años. —Rio— A-adivina, quién está aquí.

Su cabello estaba esponjado y desordenado, el maquillaje lo tenía corrido y los ojos hinchados y rojos. El vestido estaba arrugado, tenía en la falda una mancha de agua, o de alcohol y cargaba puesta una chaqueta de cuero negro sobre sus hombros.»

El recuerdo me golpeó fuerte, parpadeé varias veces para alejar la escena de mi cabeza, mientras que el corazón se me encogía y una fea opresión se instalaba en mi pecho, dificultándome respirar. Tenía que buscar a Anne y arreglar las cosas con ella, pero primero necesitaba encontrar a Jazz.

Me giré sobre mis talones y me volví adentrar en la casa, busqué en el sótano, la sala y terminé por entrar en la cocina, aún me faltaba la planta superior de la casa, pero sentía que algo estaba mal. Esa sensación de que algo no estaba bien seguía en mi pecho, y como cereza del pastel sentía que alguien me estaba observando.

Una pareja de personas estaba en un rincón besándose, me giré sobre mis talones para salir de allí pero otro recuerdo me golpeó.

«—...pero que maleducado soy, no me he presentado. —Extendió su mano en mi dirección—. Mucho gusto, mi nombre es Arthur, Arthur Jensen.

Miré su mano unos segundos y después la estreché.

—Soy Layla, Layla Duval. »

En ese lugar había empezado todo, fue ahí en donde conocí al demonio vestido de ángel, fue la primera vez que caí ante su maldita sonrisa. Cerré los ojos con fuerza y solté un suspiro pesado, era como estar en un averno, recordando a personas que me habían lastimado, y personas que yo misma había herido, se sentía como un castigo.

Cuando iba a salir de la casa, en dirección al patio trasero mi teléfono sonó, y al ver al remitente me apresuré a contestar.

―¡Jazz! ¿Dónde estás?

No escuchaba respuesta, así que salí de la casa para alejarme del bullicio de la música y de la gente. Tapé un oído con mi mano y presioné el teléfono en mi oreja. Escuchaba una respiración, era agitada, débil.

―¿Jazz?

Layla...

Fue bajo, la pronunciación de mi nombre fue como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por hablar. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y sentí como si la temperatura hubiera bajado y estuviera haciendo mucho frío.

―¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?

Ayúdame...Layla. ―Un llanto comenzó a escucharse a través de la corneta―. Por favor.

―¿Dónde estás? ―inquirí asustada―. ¡Dime!

Escuché su tos, como tosía con fuerza y después se quedaba jadeando por aire.

Arriba...habitación...arriba.

La llamada se cortó y no lo pensé dos veces y me adentré en la casa, subí corriendo las escaleras y comencé a revisar en las habitaciones una por una, pero sin encontrarla a ella. Cuando llegue a le última habitación del pasillo, rogué porque en esa estuviera ella. Abrí la puerta y me adentré en el lugar.

―¿Jazz? ―inquirí, intentando encontrar el interruptor de la luz.

Mis ojos se deslizaron por la habitación, dándome por vencida al no encontrar el interruptor de la luz, leve luz entraba por la ventana, gracias a la luna, y jadeé con horror cuando vi una figura en el suelo.

―¡Jazz!

Me acerqué corriendo y cuando toqué la figura, me di cuenta que en realidad no era un humano, era un muñeco. Saqué mi teléfono y llamé al de Jazz con el corazón en la boca, una luz se encendió a unos pasos de distancia de donde estaba, y cuando me acerqué, vi mi nombre en el remitente, colgué y el chat entre Jazz y yo estaba abierto, y un mensaje sin enviar estaba escrito.

Lo siento.

Algo estaba mal, algo lo estaba. No entendía que ocurría, pero las ganas de vomitar y de llorar de la impotencia me estaban consumiendo. Guardé el teléfono, junto al mío en mi bolsillo trasero y cerré los ojos con fuerza, intentando tranquilizarme. Salté en mi lugar al escuchar la puerta del cuarto cerrarse con fuerza, subí la mirada con brusquedad y me quedé de piedra al verlo.



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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