El recuerdo de un amor

Capítulo 59

Me resultaba difícil mantener los ojos abiertos y no caer en la inconsciencia. Mi cabeza palpitada y dolía con ímpetu, algunos bajos quejidos escapaban de mis labios mientras la doctora tocaba mi cuerpo, mientras me examinaba. No había podido mirarme en un espejo, pero sabía que debía de lucir mal. Sentía mi rostro hinchado, además de adolorido, mi labio inferior estaba partido y tuvieron que saturarme cerca de la ceja izquierda, debido a que tenía una pequeña pero profunda cortada, no podía abrir por completo mi ojo izquierdo, dolía cuando intentaba hacerlo, y según la doctora, tenía un gran hematoma en mi frente que tardaría es sanar por completo.

En pocas palabras, estaba hecha mierda.

―¿Tiene ganas de vomitar?

―No.

―¿Siente cansancio? ―inquirió mientras alumbraba mis ojos con una linterna de bolsillo.

―Sí.

Terminó de examinar mis ojos y apagó la linterna, se dejó caer en la cama de hospital y me observó por unos segundos, antes de anotar algo en una carpeta metálica. Cerré mis ojos y dejé que mi cabeza cayera sobre la almohada, sentía que esta iba a explotar en cualquier momento, el dolor era realmente insoportable.

Derek me había llevado al hospital, y desde allí había llamado a la policía para levantar una denuncia en contra de Marcus por intento de violación, y otra en contra de Arthur por abuso doméstico, debido a que, no era la primera vez que me maltrataba. Tenía puesta una bata de hospital, habían revisado todo mi cuerpo, el médico forense buscó ADN debajo de mis uñas, guardó mi ropa e hizo distintos exámenes y procedimientos para recopilar evidencias.

En la sala de espera estaba Derek junto a Caroline, Ethan y Barry. No había llamado a mis padres, le había suplicado a Derek que no lo hiciera, no quería que me vieran, no quería que observaran hasta donde había llegado por no haber escuchado, por haber sido necia y ciega.

―Le diré a la detective que pasé para que tome tu declaración, luego podrás descansar ―avisó con la mirada fija en la carpeta metálica, luego la cerró y posó toda su atención en mí―. Estará en observación durante unas horas, después podrá ir a casa a descansar, claro, si todos sus exámenes salen sin ninguna complicación. Una enfermera le aplicará un sedante cuando termine de hablar con la detective. ―Hizo una breve pausa y se levantó de la cama, pero no se fue, todo lo contrario, se quedó de pie; mirando mi rostro, escudriñando cada parte de este con sus ojos cafés, la tristeza, la dulzura y calma bailaban en su mirada, se acercó y tomó mi mano entre las suyas, dando un ligero apretón.

» Si dijera que eres la primera adolescente que veo en este estado, mentiría, porque no eres la primera y desgraciadamente sé que tampoco serás la última. Sé que dijiste que eres mayor de edad y no dudo que lo seas, pero, cuando pasas por algo traumático, tan aterrador, lo mejor es que nuestra familia, nuestros seres queridos estén aquí para nosotros, ellos te darán la fuerza que necesitas, te motivaran a seguir adelante, a superar lo que pasaste. ―No emitió palabra por unos segundos, como si esperara que dijera algo, pero al ver que no dije nada, ella prosiguió―. No podemos salir solos de situaciones como estas, todos, siempre vamos a necesitar de nuestra familia.

Sentí las lágrimas quemando detrás de mis ojos, como el corazón dolía, como sangraba, como mi cabeza y mi cuerpo estaban destrozados en miles de pedazos.

―No quiero que me vean así ―susurré con la voz ronca y rasposa, me dolía hablar.

Estaba cansada, estaba exhausta y solo quería cerrar los ojos y dejarme ir.

―Si fueras mi hija, querría estar contigo, abrazándote, apoyándote, demostrando con mis acciones que no estas sola enfrentando esto, que estoy aquí, y sé que tus padres lo harán. ―Tomó mi mentón con delicadeza y dio una leve caricia, mirándome con cariño―. ¿Quieres que los llamé?

Asentí con la cabeza en modo de respuesta, ella sonrió un poco de lado y salió de la habitación, dejándome sola. Cerré los ojos y con cuidado me hice un ovillo en la cama, las lágrimas salieron sin que pudiera detenerlas, dejé salir el dolor, dejé salir todo lo que había dentro de mí. Me había sentido cohibida cuando me revisaron, cuando me pidieron que dijera que había ocurrido conmigo para estar en ese estado.

Tuve que cerrar y convertir mis manos en puños para no salir corriendo, para no echarme a llorar. Los gritos e insultos de Marcus resonaban en mi cabeza, las súplicas, los golpes, su risa de satisfacción, sus ojos llenos de maldad, todo se repetí en mi cabeza como si se tratará de una película de terror, hiriéndome, perforando mi corazón una y otra vez, haciéndome sentir un asco, haciéndome sentir basura.

―¿Señorita Duval?

Abrí mis ojos y miré por encima de mi hombro. Una mujer que rondaba los treinta estaba parada en la puerta, su cabello azabache estaba en una cola alta y vestía un saco gris, debajo de esté había una camisa blanca y tenía puestos unos pantalones oscuros, sus zapatos también eran oscuros. La mujer se adentró en la habitación y caminó hasta estar enfrente de mi y dejarse caer en el sofá que había en el lugar.

―Soy la detective Rizzoli, seré la encargada de su caso. ―Miró mi rostro con lentitud y trago saliva, tenía esa expresión en el rostro que grita lastima por todos lados―. Sé que debe estar agotada y debe querer descansar, en vez de tener que hablar sobre los hechos, pero cada detalle es importante, aunque sea el más mínimo.

Cerré los ojos y dejé salir un suspiro, no quería hablar, no quería volver a contar la misma historia, me arropé con la sabana hasta el cuello, escondiendo prácticamente todo mi cuerpo y dejando solo por fuera mi cabeza. Y, sin abrir los ojos, comencé a hablar.

―Recibí un mensaje de Jazz, mi amiga. ―La palabra amiga dolió, ardió―. En el que decía que necesitaba mi ayuda, le pregunté dónde estaba y me envió la dirección, y fui allí...



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En el texto hay: amor, amistad, tóxicos

Editado: 20.06.2021

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