Temporada 2: Capítulo 3

Alejandra despertó al sonido de la lluvia golpeando suavemente las ventanas de la pequeña casa. Durante un momento, disfrutó de la calma y el silencio, una pausa en medio de la tormenta que había sido su vida en las últimas semanas. Pero la paz fue breve. Sabía que no podía permitirse bajar la guardia, no cuando tanto estaba en juego.

Se levantó y se dirigió a la cocina, donde encontró a Carla preparando café. “Buenos días,” dijo Carla con una sonrisa, pero Alejandra notó la preocupación en sus ojos.

“Buenos días,” respondió Alejandra mientras se sentaba en una de las sillas de la mesa. “¿Alguna novedad?”

Carla asintió. “Martín ha conseguido algunos contactos que podrían ayudarnos. Gente que conoce los entresijos de la red de corrupción y que está dispuesta a hablar, pero solo si les garantizamos su seguridad.”

Alejandra tomó un sorbo de café, pensando en las implicaciones de lo que Carla acababa de decir. “¿Qué tan confiables son esos contactos?”

“Martín confía en ellos, y yo confío en Martín,” dijo Carla, pero su tono indicaba que incluso ella sabía que estaban entrando en un terreno peligroso.

Alejandra miró por la ventana, observando cómo la lluvia se deslizaba por el vidrio. “Si estas personas están dispuestas a hablar, es porque están desesperadas. Eso significa que la situación es más grave de lo que pensábamos.”

Carla suspiró, asintiendo en silencio. “Lo sé. Pero es nuestra mejor oportunidad de llegar al fondo de todo esto. Si podemos reunir pruebas suficientes, podremos exponer a los verdaderos culpables y limpiar tu nombre.”

Alejandra sintió un nudo en el estómago. La idea de enfrentarse a aquellos que habían manipulado su vida era aterradora, pero también sabía que no podía seguir huyendo para siempre. “Entonces, ¿qué hacemos ahora?”

Carla se levantó y se dirigió a un pequeño escritorio en la esquina de la habitación. “Martín vendrá esta tarde para llevarnos a la reunión con los contactos. Será en un lugar discreto, y necesitamos estar preparadas para cualquier cosa.”

Alejandra asintió, su mente ya comenzaba a planificar lo que necesitaría hacer. Sabía que esta reunión podría ser un punto de no retorno, un paso decisivo hacia la verdad o hacia un peligro aún mayor.

Pasaron el resto de la mañana preparando todo lo necesario. Carla revisó los documentos, y Alejandra se encargó de asegurar que tuvieran una salida de emergencia si las cosas se complicaban. La tensión en el aire era palpable, pero ambas sabían que era un riesgo que debían tomar.

Cuando Martín llegó, la lluvia se había convertido en una tormenta, con truenos que resonaban en la distancia. “¿Están listas?” preguntó mientras entraba, su expresión seria.

“Lo estamos,” respondió Carla, entregándole un pequeño maletín con los documentos. “Vamos a ver qué información podemos obtener.”

El viaje hacia el lugar de la reunión fue corto, pero la tensión hizo que pareciera mucho más largo. Alejandra no podía dejar de pensar en lo que podrían descubrir, en las posibles repercusiones de enfrentarse a personas tan poderosas.

Finalmente, llegaron a un edificio antiguo y discreto en las afueras de la ciudad. Martín las guió hasta una puerta lateral que daba a una sala oscura, iluminada solo por una lámpara en la mesa del centro. Tres figuras esperaban sentadas, sus rostros ocultos en las sombras.

“Esas son las personas de las que te hablé,” susurró Martín a Carla. “Quieren hablar, pero están asustadas. Necesitamos manejar esto con cuidado.”

Carla asintió y se acercó a la mesa, Alejandra la siguió de cerca. “Gracias por venir,” dijo Carla, dirigiéndose a las figuras. “Sabemos que esto no es fácil, pero es la única manera de detener todo lo que está pasando.”

Una de las figuras se inclinó hacia adelante, revelando parcialmente su rostro. “No es solo difícil, es peligroso. Si nos descubren, nuestras vidas estarán en peligro, al igual que las suyas.”

Alejandra sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaban jugando con fuego, pero no podían retroceder. Se sentó en la silla frente a ellos, dispuesta a escuchar lo que tuvieran que decir, consciente de que cada palabra podría cambiar el curso de su vida.