El Reflejo de tu Mirada

Temporada 2: Capítulo 9

El aire en la cabaña era pesado, cargado de incertidumbre y cansancio. Aunque las pruebas habían sido entregadas, Alejandra, Martín, Carla y Luis sabían que el verdadero desafío apenas comenzaba. La publicación de la información era solo una parte del plan; mantenerse a salvo era la otra, y no menos complicada.

“Nos buscarán,” dijo Martín, rompiendo el silencio que había seguido a su llegada. “Lo saben. Sabemos demasiado y no se quedarán de brazos cruzados.”

Luis asintió, su rostro serio. “Por eso debemos movernos antes de que puedan rastrearnos. Conozco un lugar donde podremos estar a salvo por un tiempo, pero no es un refugio permanente.”

Alejandra, que había estado escuchando en silencio, se acercó a la ventana. Afuera, el bosque se extendía hacia el horizonte, oscuro y misterioso. “¿Y después? No podemos seguir huyendo para siempre.”

Carla, que había estado revisando su teléfono en busca de noticias, levantó la vista. “Debemos asegurarnos de que la información se difunda ampliamente. Si se convierte en conocimiento público, será más difícil para ellos silenciarnos.”

“Eso es cierto,” dijo Luis, cruzando los brazos. “Pero también los hará más desesperados. La presión mediática puede ser nuestra mayor aliada, pero también un peligro si no sabemos manejarla.”

Martín se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro de la pequeña sala, claramente preocupado. “Necesitamos una estrategia de salida. No podemos esperar a que ellos den el primer golpe. Debemos adelantarnos.”

“Conozco a alguien que puede ayudarnos a salir del país,” dijo Luis después de un momento de reflexión. “Es arriesgado, pero podría ser nuestra mejor opción. Una vez fuera, podremos movernos con más libertad y seguir difundiendo la información sin temor a represalias inmediatas.”

Alejandra frunció el ceño. La idea de abandonar su hogar, de dejar todo atrás, la perturbaba profundamente, pero sabía que la seguridad de todos dependía de decisiones difíciles. “¿Cuánto tiempo tenemos?”

“No mucho,” respondió Luis. “Tenemos que salir de aquí antes de que caiga la noche. Mis contactos pueden asegurarnos un paso seguro hasta la frontera, pero después de eso, estaremos solos.”

Martín asintió, su rostro decidido. “Está bien. Haremos lo que sea necesario.”

Con la decisión tomada, comenzaron a empacar lo esencial. No había tiempo para sentimentalismos; cada minuto contaba. Alejandra, mientras guardaba algunas pertenencias en una mochila, no podía dejar de pensar en Adrián. Habían pasado días desde la última vez que lo vio, y la posibilidad de no volver a hacerlo la llenaba de tristeza.

Pero había hecho una elección, y sabía que era la correcta, por más difícil que fuera. Mientras se preparaban para partir, un pensamiento persistente se instaló en su mente: ¿Qué pasaría después? ¿Estarían realmente a salvo una vez que cruzaran la frontera, o solo estarían prolongando lo inevitable?

El viaje hacia el punto de encuentro fue tenso. Cada cruce de caminos, cada desvío en la carretera, era una nueva oportunidad para ser descubiertos. Luis conducía con una calma que contrastaba con la tensión palpable en el vehículo. Alejandra, sentada en el asiento trasero junto a Carla, observaba el paisaje desolado pasar frente a sus ojos, sintiéndose cada vez más distante de la vida que alguna vez conoció.

Finalmente, llegaron a un pequeño pueblo en la frontera, donde los esperaba un hombre con una camioneta que había visto mejores días. Su apariencia desaliñada no inspiraba confianza, pero Luis aseguró que era de fiar.

“El paso está libre,” dijo el hombre, mientras cargaban las mochilas en la parte trasera de la camioneta. “Pero deben moverse rápido. No tenemos mucho tiempo.”

Martín agradeció al hombre mientras ayudaba a Alejandra a subir al vehículo. El motor arrancó con un rugido y pronto estaban de nuevo en la carretera, dirigiéndose hacia lo desconocido.

Durante el trayecto, el silencio en la camioneta era casi insoportable. Nadie hablaba, pero todos compartían el mismo pensamiento: una vez que cruzaran la frontera, no habría vuelta atrás. Era una huida definitiva, una ruptura total con sus vidas anteriores.

A medida que se acercaban al cruce fronterizo, Luis revisaba constantemente el retrovisor, buscando cualquier señal de que los seguían. Pero la carretera permanecía desierta, y el paso hacia el otro lado estaba sorprendentemente despejado.

“Estamos cerca,” murmuró, más para sí mismo que para los demás. Alejandra sintió su corazón acelerarse. Estaban a punto de dejar todo lo que conocían, y la incertidumbre de lo que les esperaba al otro lado era abrumadora.

Finalmente, llegaron al punto de cruce. El hombre que los había guiado se detuvo y les hizo un gesto para que bajaran rápidamente. “Buena suerte,” dijo con una seriedad que no admitía respuesta.

Con mochilas a cuestas y sin mirar atrás, comenzaron a caminar hacia el punto de cruce. Cada paso que daban los alejaba más de su pasado, de sus vidas anteriores, y los acercaba a un futuro incierto.

Cuando cruzaron finalmente, Alejandra sintió una mezcla de alivio y tristeza. Estaban a salvo, por ahora, pero el precio que habían pagado era alto. Y aunque habían logrado escapar, sabía que su lucha estaba lejos de terminar.



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Editado: 15.08.2024

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