El Reflejo de tu Mirada

Temporada 2: Capítulo 11

La noche caía lentamente sobre la pequeña ciudad, cubriendo las calles con un manto de sombras y luces parpadeantes. Alejandra caminaba con paso decidido, su mente reviviendo los eventos de los últimos días. La sensación de estar siempre un paso detrás de la verdad la estaba volviendo loca, y necesitaba respuestas. Sabía que el tiempo no estaba a su favor y que cada minuto perdido podía significar un nuevo peligro.

Adrián la seguía de cerca, su mirada fija en ella, como si intentara leer sus pensamientos. Habían acordado no hablar mucho en público, mantener las apariencias y actuar con normalidad. Pero la tensión entre ambos era palpable. Alejandra sentía que había algo que Adrián no le estaba diciendo, algo que lo hacía más reservado que de costumbre.

Cuando llegaron a la esquina de una calle poco iluminada, Alejandra se detuvo. “¿Estás seguro de que este es el lugar?” preguntó en voz baja, mirando a su alrededor con desconfianza.

“Eso dijo la fuente,” respondió Adrián, aunque su tono no inspiraba mucha seguridad. “Deberíamos ser rápidos. No quiero estar aquí más tiempo del necesario.”

La fuente de información que habían conseguido les había indicado que alguien en esa área tenía respuestas sobre los eventos extraños que los rodeaban, pero el lugar no inspiraba confianza. Era un callejón estrecho, con edificios viejos y abandonados que parecían estar al borde del colapso.

“Está bien,” susurró Alejandra, dándose ánimo. “Entremos y salgamos rápido.”

Ambos se adentraron en el callejón, sus pasos resonando en el pavimento. La sensación de ser observados era ineludible, como si las paredes mismas estuvieran al tanto de su presencia. Cuando llegaron a la puerta señalada, Adrián golpeó suavemente, manteniéndose alerta.

Pasaron unos segundos eternos antes de que la puerta se abriera con un chirrido, revelando a un hombre mayor con el rostro marcado por las arrugas del tiempo. Su mirada era penetrante, como si pudiera ver a través de ellos. “¿Qué quieren?” preguntó sin rodeos.

“Necesitamos información,” respondió Adrián, con la voz firme. “Nos dijeron que usted puede ayudarnos.”

El hombre los miró de arriba abajo, evaluándolos en silencio antes de hacer un gesto para que entraran. Una vez dentro, cerró la puerta tras ellos, dejando el mundo exterior en un silencio inquietante.

El interior de la casa era oscuro y lleno de cosas viejas, objetos que parecían no haber sido tocados en décadas. El hombre se sentó en una silla desvencijada, observándolos con detenimiento. “¿Qué es lo que buscan exactamente?” preguntó con una calma perturbadora.

Alejandra intercambió una mirada con Adrián antes de hablar. “Queremos saber quién está detrás de los ataques. No es casualidad que nos hayan estado siguiendo y que nos hayan atacado varias veces.”

El hombre se rió por lo bajo, como si la idea le resultara entretenida. “Nada en esta vida es casualidad, niña. Pero la verdad puede ser más peligrosa de lo que imaginas.”

“Estamos dispuestos a correr el riesgo,” insistió Adrián. “Necesitamos saber.”

El hombre hizo una pausa, mirando al vacío como si sopesara sus opciones. Finalmente, se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una intensidad que puso a Alejandra en guardia. “Ustedes están jugando con fuego, y ni siquiera lo saben,” dijo en un susurro. “Las personas detrás de esto no son simples criminales. Son poderosos, con recursos más allá de lo que pueden imaginar. Si los molestan, no vivirán para contar la historia.”

Las palabras del hombre resonaron en el silencio de la habitación, y por un momento, Alejandra sintió una ola de miedo que amenazaba con abrumarla. Pero rápidamente la reemplazó con determinación. “No podemos dejar que se salgan con la suya,” dijo, su voz firme. “No después de lo que han hecho.”

El hombre suspiró, como si ya hubiera anticipado esa respuesta. “Muy bien, pero deben saber que, al seguir adelante, estarán cruzando una línea de la que no hay vuelta atrás.”

“Lo entendemos,” respondió Adrián, con la mandíbula apretada.

“En ese caso, les daré la información que necesitan, pero háganme un favor,” dijo el hombre, levantándose con dificultad de la silla. “Si llegan a sobrevivir, no olviden que fue su elección.”

Con esas palabras, el hombre les entregó un sobre, y sin más, los despidió con un movimiento de la mano. Alejandra y Adrián salieron de la casa, sintiendo el peso del sobre en las manos de Adrián como si fuera una bomba a punto de explotar.

Mientras caminaban de regreso al auto, Alejandra no pudo evitar mirar a Adrián. “¿Estás listo para esto?” preguntó, su voz cargada de preocupación.

Adrián la miró, su expresión más seria que nunca. “No lo sé, Alejandra. Pero no tenemos opción.”

Alejandra asintió, entendiendo el peligro que enfrentaban. Sabía que lo que venía no sería fácil, pero estaba decidida a seguir adelante, cueste lo que cueste.



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Editado: 15.08.2024

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