Los ensayos avanzaban rápidamente, y cada día me sentía más conectada con el elenco y la historia que estábamos creando. La emoción y la energía llenaban el auditorio, y me sorprendía cómo el teatro podía unir a personas tan diferentes. Pero en medio de esta efervescencia, la figura de Owen seguía presente, un enigma que me cautivaba.
Era difícil ignorar su presencia. Siempre estaba al margen, observando con un escepticismo que parecía inquebrantable. Sin embargo, había momentos en que su faceta humorística asomaba entre su actitud gruñona. Durante un ensayo, mientras tratábamos de resolver un enredo en una escena, Owen interrumpió con un comentario inesperado.
—¿Así que esa es tu idea de una entrada dramática? —preguntó, cruzando los brazos, con una media sonrisa—. ¿Qué tal si le añades un poco de emoción, como si realmente te importara?
El grupo se rió, y me quedé atónita. Aquel destello de humor era tan diferente de la imagen que había tenido de él.
—¿Y tú qué sabes sobre entradas dramáticas? —repliqué, intentando jugar su juego—. Solo conoces la puerta de tu taller.
—Tienes razón, pero he visto suficientes películas como para saber que el drama no se trata solo de abrir una puerta de golpe —contestó, con una chispa en sus ojos.
A partir de aquel momento, me propuse descubrir más de esa faceta suya. A medida que continuaban los ensayos, empezamos a interactuar más. No era fácil, ya que él siempre encontraba la forma de parecer distante, pero esos pequeños momentos de humor me impulsaban a seguir intentándolo.
Una tarde, durante un descanso, decidí que era hora de romper el hielo de manera más directa.
—Oye, Owen, ¿te gustaría practicar algunas escenas conmigo? —pregunté, tratando de sonar casual.
Él levantó una ceja, escéptico.
—¿Y por qué querrías hacer eso? ¿No tienes suficiente con el resto del elenco?
—Porque necesito mejorar. Y tú, por lo que he visto, podrías darme algunos consejos. —Respondí, sintiéndome un poco vulnerable.
—¿Consejos de un carpintero? No sé si eso es lo que necesitas —dijo, aunque había una sombra de diversión en su voz.
—Tal vez deberías dejar de subestimar lo que puedes aportar. A lo mejor te sorprendes de lo que puedes hacer —insistí.
Owen se rió entre dientes, y eso me dio una pequeña victoria.
—Está bien, hagamos un intento. Pero no prometo ser amable.
Eso era suficiente para mí. La idea de practicar juntos me emocionaba, y la oportunidad de conocer a Owen más allá de su exterior gruñón se sentía como un desafío.
Nos encontramos al día siguiente en el auditorio. Decidí que haría todo lo posible para sacarle una sonrisa. Cuando llegué, él ya estaba allí, con un guion en la mano y una expresión de concentración.
—¿Listo para mostrarme tus habilidades? —dije, tratando de sonar confiada.
—Listo si tú lo estás —respondió, sin apartar la mirada de las páginas.
Comenzamos a ensayar una escena en la que nuestros personajes tenían una discusión cómica. Owen se mostró un poco reacio al principio, pero a medida que practicábamos, su humor comenzaba a salir a flote.
—¿Realmente crees que tienes la razón en esto? —dijo, imitando un tono altivo que me hizo reír.
—¡Por supuesto! Eres un carpintero, ¿qué sabrás sobre la vida? —contesté, intentando capturar su tono burlón.
—Quizás un poco más de lo que piensas. —Sonrió mientras le daba un ligero empujón.
La dinámica entre nosotros se sentía más ligera, y las risas comenzaron a fluir con naturalidad. Era como si las paredes que había construido a su alrededor comenzaran a derrumbarse lentamente.
—Nunca pensé que diría esto, pero creo que tienes potencial como actriz. —Dijo Owen mientras repasábamos otra parte.
—¿En serio? ¿Lo dices en serio? —le pregunté, sorprendida.
—Sí, no me mires así. Pero no puedo permitir que te lo creas demasiado, así que no te emociones demasiado. —Sonrió, y por primera vez sentí que había un lazo de complicidad entre nosotros.
—No te preocupes, no necesito tu aprobación. Estoy aquí para disfrutar y aprender —respondí, sintiéndome más segura.
A medida que los ensayos continuaban, la interacción entre nosotros se volvía más fluida. Las bromas y los comentarios sarcásticos se convirtieron en un lenguaje compartido. Un día, mientras ensayábamos, decidí llevar las cosas un poco más allá.
—¿Tienes algún sueño que no hayas cumplido, Owen? —pregunté, mirando directamente a sus ojos.
Él pareció tomar un momento para reflexionar.
—No todos los días tengo la oportunidad de hablar sobre mis sueños. La vida me ha llevado por un camino diferente.
—Pero todos tenemos aspiraciones, incluso si no siempre las perseguimos —dije, deseando abrir una puerta a su mundo interior.
—Quizás, pero no todos tienen la suerte de tener un talento como el tuyo. —Su tono era más serio ahora, y esa vulnerabilidad me sorprendió.
—¿Y tú crees que la fama lo es todo? —pregunté, interesada en su perspectiva—. A veces, es más una carga que una bendición.
Owen asintió, sus ojos se suavizaron.
—Sí, lo entiendo. Pero todos tenemos nuestras propias batallas, ¿verdad?
Mientras hablábamos, la distancia que había entre nosotros parecía disminuir. Aunque no podía ver con claridad lo que pensaba, sabía que estaba comenzando a romper su coraza.
Durante los ensayos, el ambiente se sentía más ligero y relajado. Las interacciones con Owen se convertían en momentos que esperaba con ansias. A veces, intercambiábamos miradas cómplices que parecían decir más que mil palabras. En cada ensayo, su humor y su escepticismo eran solo parte de una personalidad fascinante que deseaba conocer a fondo.
Sin embargo, había algo que me preocupaba. Aunque nuestras interacciones eran cada vez más cercanas, Owen seguía siendo un enigma, un hombre que parecía esconderse tras un velo de ironía. Decidí que tenía que hacer algo para profundizar en esa conexión. Mientras el día del estreno se acercaba, sentí que cada momento contaba, y estaba decidida a descubrir la historia detrás de aquel carpintero tan especial.