La vida en el pequeño pueblo comenzó a adquirir un ritmo nuevo y emocionante. Con cada nuevo día, las calles parecían cobrar vida, llenándose de color y alegría. Había festivales que celebraban la llegada de la primavera, ferias de artesanías y hasta concursos de comida. Me sumergí en cada evento, buscando desconectarme del bullicio de mi antigua vida. Sin embargo, había algo más que me atraía hacia cada actividad: la presencia de Owen.
En un soleado sábado por la mañana, el pueblo se preparaba para la Feria de la Primavera. Las flores comenzaban a florecer, llenando el aire con un dulce aroma. Mientras ayudaba a colocar las decoraciones, me sorprendí al ver a Owen acercarse, con su expresión habitual de desdén, pero con una chispa de curiosidad.
—No pensé que vinieras. —le dije, sonriendo.
—Parece que no tengo otra opción. —respondió, cruzando los brazos—. Si no vengo, me acusarán de ser un ermitaño.
—Bueno, al menos tienes una buena excusa. —dije, tratando de hacer una broma mientras comenzaba a decorar una mesa con flores.
Owen me observó por un momento, y una pequeña sonrisa asomó en sus labios. Era un logro menor, pero lo aprecié.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, acercándose para ayudarme.
—Decorando, por supuesto. —respondí, señalando el montón de flores—. Necesitamos que esto se vea hermoso.
—No estoy seguro de que unas cuantas flores hagan la diferencia. —dijo, aunque no pude evitar notar el destello de humor en sus ojos.
—Solo confía en mí. —repuse, riendo—. Todo se verá mejor con un poco de color.
A medida que el día avanzaba, el pueblo comenzó a llenarse de risas, música y aromas deliciosos. Familias se reunían, los niños corrían por los pasillos, y la atmósfera era mágica. Owen se mantenía a mi lado, y poco a poco, se fue integrando en las actividades.
En un momento, pasamos frente a un puesto de cerámica.
—¿Te gustaría intentar hacer una? —pregunté, señalando la rueda de alfarero.
Él frunció el ceño, claramente escéptico.
—No sé si tengo talento para eso. —dijo, pero su tono era más ligero, menos rígido.
—Nunca lo sabrás a menos que lo intentes. —le respondí, empujándolo suavemente hacia el puesto.
Con algo de renuencia, se sentó y tomó las herramientas. Al principio, sus manos temblaban, pero pronto se fue sintiendo más cómodo. Observé cómo su concentración se intensificaba mientras formaba la arcilla. El tiempo pasaba volando y la transformación de Owen era evidente. Cada momento se sentía menos tenso, más divertido.
—Esto no es tan malo. —murmuró, sorprendido por su propio progreso.
—¿Ves? A veces, solo necesitas arriesgarte. —respondí, llena de entusiasmo.
—Quizás haya algo en eso. —dijo, sin dejar de moldear su obra.
El día continuó, lleno de risas y conversaciones. Durante una pausa, encontramos un rincón tranquilo y nos sentamos a descansar, disfrutando de una taza de café.
—¿Siempre has estado involucrada en actividades como esta? —preguntó, su mirada pensativa.
—Desde pequeña. Mis padres me llevaban a todo tipo de ferias. —respondí, recordando esos momentos con nostalgia—. Era una forma de conectarnos con la comunidad.
Owen asintió, su expresión se volvió más reflexiva.
—No tenía esa oportunidad. —murmuró—. Mi familia no era muy social. Preferían estar encerrados en casa.
Su tono era melancólico, y sentí que había más detrás de sus palabras.
—¿Te gustaría compartir? —inquirí, deseando que se abriera un poco más.
Él dudó, sus ojos perdidos en la distancia.
—No sé si quiero recordar. —dijo finalmente—. A veces, el pasado pesa demasiado.
—Entiendo. Pero no tienes que cargarlo solo. —respondí, intentando transmitirle que podía contar conmigo.
Owen me miró, y por un instante, su mirada se suavizó.
—Quizás con el tiempo. —dijo, como si estuviera abriendo una puerta hacia un nuevo capítulo.
El día continuó con más actividades: juegos, bailes, y hasta una competencia de tartas. Cada momento que compartíamos me hacía sentir más cerca de él. Aunque aún había un aire de distancia, sus sonrisas se volvían más frecuentes y su risa, más genuina.
Cuando la feria llegó a su fin, la atmósfera estaba cargada de alegría. Las luces comenzaron a encenderse y los puestos se llenaban de colores vibrantes. Owen y yo nos encontramos al borde del pueblo, viendo cómo el sol se ponía en el horizonte.
—Hoy fue divertido. —dijo, cruzando los brazos, pero podía notar un cambio en su postura, una relajación que antes no existía.
—Sí, lo fue. —respondí, sintiendo el calor de sus palabras.
—No estoy acostumbrado a esto. —admitió—. Pero supongo que puedo intentarlo más a menudo.
—Te agradecería eso. —dije, sintiéndome esperanzada.
El silencio que siguió fue cómodo. Sabía que había un camino por recorrer, pero cada momento compartido me llenaba de determinación. No podía evitar sentir que estábamos construyendo una conexión, paso a paso.
—Gracias por hacerme salir. —dijo finalmente, su voz era sincera—. A veces, necesito un empujón.
—Siempre estaré aquí para eso. —le prometí, sonriendo—. Y tú también, ¿verdad?
Owen asintió, su expresión más suave.
—Sí, aunque a veces parezca difícil. —dijo, con una leve sonrisa.
A medida que la noche caía, sentí una mezcla de emoción y anticipación. Había comenzado a ver destellos de la persona que estaba detrás de la fachada dura. Owen empezaba a abrirse, y yo estaba dispuesta a quedarme a su lado, apoyándolo en su camino hacia la sanación.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, supe que el pueblo no solo era un refugio para mí; también estaba empezando a ser un hogar para Owen. Cada festival, cada risa, cada momento compartido era un paso más hacia la conexión que ambos anhelábamos. Y aunque el camino podría ser complicado, sabía que juntos podríamos enfrentarlo.