Las hojas de los árboles se movían de un lado a otro para luego caer sobre el piso, una nueva temporada llegaba el otoño.
Un par de niños jugaban con las hojas de los árboles, mientras otros jugaban con sus papalotes en el aire, había un fin de risas en el parque de la gran ciudad, pero entre todas esa risa y diversión había un llanto desagradable que hasta las aves salían volando de ahí.
—¡Por última vez niña imbecil, debes de vender más dulces para darnos de comer!
—lo... siento mucho —lloraba la niña con su último aliento antes de volver a llorar.
Una niña de cabellos tan negros como la noche, ojos azules como el mar, piel de una muñequita de porcelana, delgada hasta los huesos por falta de comida y labios totalmente pálidos por falta de agua.
Era Liliana, la hija del loco.
Por qué la gente decía eso cada vez que decía una teoría o una cosa opuesta que pensaban de ellos.
La gente de la pequeña ciudad le llamaba el loco, pero su nombre era Freddy.
Freddy de familia no muy numerosa, familia con dinero y la mejor pagada de la ciudad, se dedicaban a construir los famosos "leros" un metal en el cual servía muy bien para tener luz en las casas.
Pequeñas bombillas de una forma extraña parecido a un triángulo al revés.
Freddy de una mente abierta conoció a Rebeca una chica muy linda pero no de la ciudad, solo venía pocas veces, al primer instante fue tan especial que no duraron en casarse y dar a su primera hija, la chica le encantaba el color Lila y por eso su nombre fue Liliana.
No pudo disfrutar mucho Liliana de su madre, ya que en pocos meses falleció de una enfermedad rara, y su padre cayó en depresión y tan solo cuando tenía siete años, su padre falleció.
Quedó huérfana hasta que del orfanato la sacaron su tía y tío, y su vida quedó de mal a peor.
Solo quería jugar y ser feliz como esos niños en el parque, pero al contrario solo estaba sufriendo del cansancio.