El regreso de la emperatriz

5. Escenario invernal [Parte 3]

—¿Me estás pidiendo que espíe a un príncipe? Si nos descubren no tendremos salvación alguna —resopló Lenora.

—Solo quiero saber si está en la ciudad, dónde se hospeda y si se puede...—Juliette interrumpió su comentario a la par que mostraba un gesto adorable—...me gustaría saber por qué está aquí.

—En otras palabras, quieres todos los detalles.

Juliette observó suplicante a Lenora, no tenían mucho tiempo, el carruaje esperaba por ella y si se demoraba más alguien iría a buscarla y podría escuchar la conversación.

—No prometo tener toda esa información para tu regreso pero haré lo que pueda —finalizó la mayor.

Juliette sonrió triunfante y tras eso salió corriendo directo al carruaje donde Alice, Madeleine y Ruth aguardaban. Todas iban vestidas con elegantes vestidos y abrigos de piel, la nieve había cubierto todo, haciéndole recordar a las personas que el Invierno apenas comenzaba.

El sector del Jardín Imperial que Olivia logró conseguir para esa reunión se encontraba a una hora de distancia de las tierras de los Grimaldi, durante ese tiempo Madeleine y Ruth platicaron entre ellas sobre el clima mientras que Juliette, en voz baja, iba narrándole el paisaje a Alice quien lamentaba no poder ver el espectáculo decembrino.

En un punto del camino los árboles comenzaron a mostrarse con una gran capa de escarcha sobre su follaje, los arbustos posaban sin hoja alguna a la orilla del camino y una larga hilera de carruajes se mantenía a la espera del lado derecho.

—Tendremos que caminar —avisó Ruth—. Por lo visto la nieve impide que los carruajes continúen por el camino.

Todos bajaron sin reproche alguno, pero a diferencia de Madeleine, quien enlistaba las razones por las cuales odiaba el Invierno, Juliette se encontraba maravillada por el magnífico escenario que se elevaba frente a ella.

—¿Qué ocurre? —preguntó Alice en un susurro.

—Hay un enorme kiosko unos metros adelante, la nevada de anoche provocó que una capa de escarcha lo cubriera y eso provoca que parezca una estructura de hielo.

Eso era lo que más había atraído a Juliette pero omitió el hecho de que en el kiosko había una decena de mesas con finas teteras y tazas de cerámica alrededor de una escultura de hielo. Un poco más adentro del jardín había una fuente cuya agua se había congelado y aun costado de ella había una enorme mesa repleta de postres y dulces.

—¡Bienvenidas!—exclamó Olivia al verlos llegar—. Coman y beban todo lo que quieran.

Ruth y Madeleine se dedicaron a saludar a todas las invitadas mientras que Juliette decidió llevar a Alice a un asiento apartado donde pudiera descansar, al poco rato le llevó un poco de té de almendra y unas galletas.

—¿Puedes decirme cómo son las invitadas? —pidió Alice.

Juliette fue describiendo a cada mujer a detalle, tras dicha descripción Alice le decía su nombre y le pedía que fuera saludarlas por ella. De esta manera poco a poco, Juliette fue conociendo a las esposas, hijas, sobrinas e incluso abuelas de importantes hombres.

Tras un par de horas de aburridas pláticas llegó un carruaje más, de el bajaron María Rossi y Ava Thompson ambas miraron hacia el interior del carruaje esperando a alguien más y tras un par de minutos también salió Dominic Rossi.

—Ya llegó —informó Juliette a Alice.

—No sé qué se traigan ustedes dos pero espero que me lo cuentes pronto —aclaró.

—Lo haré pero por el momento habla con él, por favor.

Juliette se alejó del kiosko en dirección a la fuente en un intento de evitar cruzarse con Rossi. Tal era su intención de no hablar con él que centró su atención en un montículo de nieve, lo miró durante mucho tiempo que no se percató cuando un carruaje más llegó.

Mientras que Juliette estiraba su mano para apartar la nieve, la puerta del carruaje se abrió; cuando Juliette descubrió que el montículo ocultaba a una extraña flor, tres personas salieron del carruaje y cuando Juliette tomó con delicadeza el botón, Madeleine exclamó con alegría una breve palabra.

—¡Oliver!

Pero Juliette no la escuchó, estaba tan concentrada en la extraña flor de pétalos transparentes que tampoco supo que junto a Oliver Arlington había llegado la duquesa Sezim Arlington y Christopher Giacometti.

Los sentidos de Juliette estaban completamente eclipsados por la flor de cristal, sus pétalos eran translúcidos pero al estar en contacto con la luz se podían ver ondas de colores en ellos, como si un débil arcoíris se reflejara en ellos.

—Es un gusto tenerte de regreso, Oliver —comentó en forma de saludo Madeleine. Oliver se limitó a responderle con una reverencia.

—¡Chris! —gritó Olivia a la par que se abalanzaba sobre su hijo.

—Madre, solo me ausente unos días.

Olivia saludó con alegría a su gran amiga Sezim y a Oliver, los invitó a sentarse en la misma mesa que ella y mandó a los dos jóvenes a escoger un postre.

—¿No te parece que la belleza de Madeleine aumenta con cada día? —preguntó Chris mientras colocaba unas cuantas galletas en un plato.




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