El regreso de la emperatriz

8. Invitación personal [Parte 2]

Isabella durmió aferrada al brazo de Juliette, mientras que ella no lograba conciliar el sueño, no dejaba de pensar sobre lo que sucedería durante el cumpleaños de Víctor, se sentía indefensa así que intentaba darse ánimos para tranquilizarse.

La primera parte del día transcurrió con normalidad, desayunó con la pequeña platillos dignos de la realeza, tuvieron un par de horas de juego y a media tarde comenzó el caos por la fiesta.

La niñera de Isabella se encargó de arreglarlas a ambos para la reunión, a la princesa la peinaron con una media coleta y rizaron un poco su cabello, en cuanto a ropa, vestía un vestido rosa con detalles dorados. Mientras que Juliette portaba un vestido verde olivo. Isabella se burló de ella ya que lucía como un duendecillo. Juliette respondió a su comentario rodando los ojos.

La niñera regañó a Isabella por no comportarse adecuadamente, acto seguido las obligó a pararse enfrente de una extraña máquina, era una caja sostenida por unos palos, detrás de ella había un hombre cubriéndose la cara con una tela que estaba adherida a la parte trasera de la caja.

—¡Sonrían! —exclamó el hombre.

Ninguna de las dos sonrió, ambas estaban confundidas por el extraño artefacto, este objeto disparó una luz extraña que las desorientó por unos segundos, Juliette jamás había visto algo así en su vida y eso era decir mucho.

—¿Qué es eso? —preguntó la princesa cuando su niñera corrió a arreglarle el vestido, al parecer iban a disparar la luz otra vez.

—Una cámara —respondió alejándose de ella—. Sirve para hacer pinturas instantáneas.

—¿Es magia? —preguntó Juliette asombrada.

La niñera negó y les pidió que esta vez sonrieran y así fue, ambas sonrieron por ser retratadas por esa mágica caja.

Entre Isabella y Juliette había un curioso contraste, en primer lugar la diferencia de alturas, Isabella era por lo menos diez centímetros más baja que Juliette. En segundo, el color de sus ojos, Isabella resaltaba por las dos lagunas que tenía por ojos mientras que ver los de Juliette era eclipsante, en general se podría hablar de sus ojos verde esmeralda, pero si te tomabas el tiempo de observarle con cuidado, sus ojos eran una verdadera obra de arte de acuarela. Mayormente se basaban de un tono superior y después pareciese que recorrieran el color logrando unas hermosas sub tonalidades del color primo.

Una completa joya andante.

El segundo punto, evidente por supuesto, era que Isabella era como la noche y Juliette como el día. Era lo que más causaba contraste en la fotografía, era como ver una pintura de Luca Giordano.

La última diferencia, y la que más resonaba en mente de Juliette, era que ella quizá no merecía eso. Había vivido casi una vida donde constantemente le recordaban que no era merecedora de nada como para que de pronto tuviera diversos golpes de suerte.

Negó para sí, nada de eso era mera coincidencia, sus acciones habían influenciado su futuro, el intervenir para salvar a Dominic y a Isabella le traía ese tipo de beneficios.

La servidumbre se encargó de abrigarlas con hermosos abrigos de piel y fueron escoltadas hasta el carruaje que las llevaría a la fiesta, Juliette entendió que ni la Emperatriz ni el Emperador irían con lo cual confirmaba que Isabella era en verdad una niña solitaria, no había interactuado con sus padres desde que ella llegó a hacerle compañía.

Todo el paisaje se mantenía neutral, realmente congelado y silencioso, Isabella pasó el trayecto bromeando sobre el hecho de que era la primera vez que salía sola del Palacio Imperial.

Juliette cayó en cuenta de que no tenía nada estratégico y serio planeado por si el príncipe accediera a la oferta de su padre.

Observó a Isabella decidida, era la Princesa Imperial después de todo, lo que ella decía tenía que hacerse —cosa que ya no aplicaba entre ellas dos, por supuesto— así que tendría que arreglárselas para convencerla de ayudarle en determinado caso.

Recordaba hasta cierto punto que Víctor Castlemore era un hombre frío y realmente manipulador, la imagen mental que permanecía de él en su memoria era la de un hombre en la silla del trono observándole de pies a cabeza de forma despectiva. Aquí habría que hacer la anotación que Víctor se comportaba así con todo el mundo, incluso con el resto de los príncipes, realmente se preocupaba por dejar una mala impresión.

¿Qué tan deformada estaría esa personalidad en esa nueva vida?

El carruaje se detuvo, la puertilla se abrió y, mientras Isabella bajaba, Juliette respiró hondo en un intento de llenarse de fuerza.

Al bajar quedó realmente cohibida por el maravilloso palacio de los Castlemore, titubeó antes de dar paso alguno y después siguió a la princesa y a sus sirvientes por el largo camino de piedra y nieve. Habían algunos invitados en la parte de afuera conversando, al ver a Isabella se arrodillaron, cuando cruzaron la entrada principal fueron inundadas por un cálido ambiente lleno de música, risas y sonoras voces charlando.

Un enorme candelabro de cristal posaba orgulloso en el centro del gran salón de fiestas, había una enorme mesa cerca de la mesa con platillos para que los invitados degustasen, las coloridas telas de los vestidos se deslizaban de un lado a otro convirtiendo todo el lugar en un remolino de colores y alegría.




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